martes, 31 de diciembre de 2013

“2013: El año que lloramos peligrosamente”.



Dejamos atrás el 2013, unánimemente calificado como un año duro. Pero, aparte de ese calificativo, podemos ponerle algunos más. Para los economistas es el año en que acabó la recesión. Los políticos dirán, unos que es el año del cambio de ciclo, y otros que el de los recortes. Para los españoles de a pie es el año de las subidas de impuestos, de la luz, de todo. Para mí, ha sido “el año que lloramos peligrosamente”, al menos en Internet. Porque es curiosa la percepción de la ciudadanía sobre un año en que las cosas no han ido tan mal… comparado con 2012. Cierto que llovía sobre mojado, y ya es mucho tiempo de crisis. Pero no lo es menos que el 2012 nos regaló 700.000 parados más, mientras el 2013 se saldará en tablas y con avances enormemente esperanzadores.
Con todo, el movimiento de indignación, desaparecido de las calles porque nadie les hacía caso, parece haberse trasladado a las redes sociales, donde prolifera un ambiente quejoso y victimista que invita a apagar Facebook, como hace dos años muchos dejamos de oír las noticias y nos pasamos a Rock FM o Cadena 100.  Y así, 2013 ha sido el año de los nostálgicos de los tiempos en que casi todo era mentira, hundidos en una melancolía aderezada por quejas contra todo y todos, y por la ausencia total de autocrítica.
En suma ha sido un año en el que ha prevalecido la voz de los llorones. Y no me refiero a aquellos a los que se les ha caído su mundo y no saben cómo recomponer los trozos. Hablo de los que hacen bueno el dicho de que “la rueda averiada del carro es la que más chirría”, que no son únicamente los políticos y sindicalistas predicadores del Apocalipsis desde el parapeto de sus sueldos, comisiones y corruptelas.
Hablo de los que claman porque los subsidios sean eternos, y consideran vejatorio pedir a un parado que se presente a una inspección de rutina. De los que pretenden reunir 1.000.000 de firmas para que el Parlamento Europeo reconozca el derecho de todos a cobrar un sueldo sin dar nada a cambio (coño, en lo que ha quedado el derecho al trabajo de la Declaración Universal). De aquellos que justifican que se tire la toalla en la búsqueda de trabajo, como si esa fuera una opción válida. De los que califican como explotación la posibilidad de que los desempleados realicen trabajos sociales, escupiendo así en la cara de quienes trabajan a tiempo parcial por salarios inferiores a la prestación de desempleo. De quienes rechazan un empleo tras otro porque no se ajustan a su valía. De los que defienden el derecho a no pagar la vivienda ni la luz, olvidando que es algo que han hecho generaciones de españoles con muchos menos recursos de los que tenemos ahora. Hablo, en fin, de la multitud de caraduras que han pasado la crisis agazapados, y se han convertido en auténticos expertos en la Play Station o la X-Box. De los que se subieron al carro y no hicieron nada por tirar de él, mientras despotricaban del sistema. En definitiva, de los gorrones a los que nadie denuncia, porque no es políticamente correcto, pero de los que todos conocemos un buen puñado de ejemplos.
También ha sido un año de héroes. Héroes como esos arquitectos que se han reinventado, tragándose su orgullo profesional, en hosteleros o administrativos, convirtiéndose en personas de las que sus hijos pueden estar más orgullosos aún. Como esos que cobraban un pastizal poniendo ladrillos y han vuelto a estudiar, para reciclarse en trabajos que le reportarán la tercera parte de lo que ganaban en los andamios. Como los que han hecho la maleta para tratar de encontrar fuera de España lo que no encontraron dentro. Como quienes han comprado una furgoneta (las ventas de vehículos industriales se han disparado el último trimestre) para buscarse la vida como autónomos. Como los funcionarios y empleados que han seguido cumpliendo sus tareas con la misma abnegación de antes, a pesar de sufrir la merma de sus ingresos paralela al aumento de todo. Hablo de los héroes que se están saliendo con la suya, porque entre todos están consiguiendo darle la vuelta a la tortilla, eso sí, de forma silenciosa porque no tienen tiempo para andar quejándose.
Espero que éste sea el año en que se quiten los miedos y se acallen las quejas. Porque nadie está obligado a mirar el mundo con optimismo, pero a todos se les puede pedir que dejen trabajar a los que intentan cambiarlo. Y desde luego, que sea el año en que mandemos al cuerno, sin contemplaciones, a los que se duelen mientras acumulan horas de vuelo en las consolas de videojuegos.
El año 2014 es una página en blanco y lo que se escriba en ella solo depende de nosotros. A ver si conseguimos que sus renglones se llenen de los logros de quienes madrugan cada mañana para defender su trabajo o buscar uno nuevo, y no de las quejas de quienes se ponen al ordenador en pijama, para quejarse de lo injustamente que les está tratando la vida un año más. Decía un directivo que a la oficina se llega de casa “llorado y peinado”. Sigamos la máxima y abordemos el 2014 llorados y peinados. Porque tiene muchas cosas pendientes de hacer y muchos éxitos pendientes de alcanzar, y no hay tiempo para perderlo en tonterías. Yo espero que este Nuevo Año sea el año en que los españoles recuperemos la ilusión colectiva.
FELIZ 2014 A TODOS!!!

martes, 19 de noviembre de 2013

La caída del Imperio Amarillo.




Hace más de dos años decíamos en este blog que China estaba más cerca de la decadencia que del auge, en medio de la incredulidad general. Siempre se ha tendido a ignorar la principal causa de las espectaculares tasas de crecimiento del gigante amarillo, que no es otra que la facilidad de ascender, a poco que uno lo intente, cuando el punto de partida es muy bajo. Pero las ascensiones espectaculares tienden a ser desequilibradas, de modo que, al que se encuentra de repente en medio de la montaña, casi siempre le falta fuelle para llegar a la cima.
Hoy empieza a tomar cuerpo la creencia, avanzada por los analistas a quienes los árboles no les impidieron ver el bosque, de que China va a ser protagonista de una caída sonada y de consecuencias imprevisibles. Una buena muestra es el anuncio, por la Tercera Sesión Plenaria del XVIII Comité Central del Partido Comunista Chino, de la creación de una “nueva estructura de reforma y apertura al exterior”. Porque cuando un régimen tan inmovilista como para tener comités con ese nombre, anuncia cambios imprevistos, no suele ser por afán innovador, sino porque tiene problemas mucho más serios de los que nos quiere hacer creer.
Y eso ha dado pábulo nuevamente a que los catastrofistas (especie que se multiplica como la mala hierba) consideren que la caída del Imperio Chino nos arrastrará a todos. Pues yo no creo que el hipotético hundimiento de ese gigante con pies de barro nos vaya a llevar al abismo. Y mi opinión no es fruto de un optimismo irreflexivo, sino del convencimiento de que la macroeconomía es un reflejo bastante fiel de la microeconomía.
Y, dado que la balanza de pagos de China tiene superávit, debemos considerarla  como un proveedor. Pues bien, con alguna excepción debida a la falta de reflejos, los negocios no se arruinan por la caída de sus proveedores, sino por la de sus clientes. Porque sustituir a un proveedor es fácil, y basta con seguir la máxima “a rey muerto, rey puesto”. Así, China necesita a Occidente mucho más desesperadamente de lo que Occidente necesita a China, y si es incapaz de satisfacer nuestra demanda en algún aspecto, no faltará quien la supla.
Pero es que China, además, nos financia, objetarán algunos. Y es cierto en  buena medida, pero nadie dice que deba dejar de hacerlo, porque no es previsible que sus problemas le hagan deshacer sus posiciones inversoras en las economías de Occidente. Eso sucedió en la crisis de 1929, cuando la caída de la bolsa y la economía estadounidenses provocaron una repatriación de capitales que, a su vez, arrastró a las europeas, financiada por aquellos. Pero a comienzos del siglo pasado no existía la globalización y los capitales tenían patria. Hoy día la deslocalización es la norma, y no parece una decisión muy acertada, para quien tiene sus fondos sólidamente invertidos en el extranjero, desinvertirlos para emplearlos en una economía con problemas, aunque sea la propia.
Por eso, creo que el cielo amarillo no se va a desplomar sobre nuestras cabezas mañana y, si lo hace, seguramente no será tan grave. Eso no quiere decir que una brusca recesión en China no pueda provocar convulsiones temporales en Occidente, en forma de titulares catastrofistas y movimientos bursátiles. Pero seguramente los efectos serán más ruidosos que trascendentales, y el tsunami se quedará en marejada. Así que continuemos la tarea de arreglar nuestros problemas, en lugar de otear el horizonte en busca de nuevos nubarrones.

domingo, 3 de noviembre de 2013

“Yes, we scan!” (Sí, escaneamos!)



Nadie duda ya de que las agencias de seguridad americanas practicaban el espionaje masivo e indiscriminado a ciudadanos y políticos de países enemigos y aliados. Todavía no está muy claro quiénes eran los espías, pues parece que la NSA operaba en comandita con los principales servicios secretos europeos. En cambio, si están bastante identificadas sus víctimas, que venían a ser todos aquellos cuyas conversaciones pudieran tener trascendencia, desde Merkel y los restantes líderes europeos, a cualquiera que pasara por allí.
Lo más curioso es la forma en que los gobiernos y, especialmente, los ciudadanos de los países occidentales, han acogido la noticia. Y así, nos encontramos con la tibieza tanto de la progresía de doble moral, que consiente a Obama lo que jamás le consentiría a un presidente como Bush o Nixon (crucificado por muchísimo menos) como la opinión pública de derechas, que tolera que USA, como gendarme de Occidente, pisotee impunemente los derechos y libertades que se pretenden salvaguardar, en un intento de cuadratura del círculo o, directamente, en un ejercicio de estupidez.
Tal vez no deberíamos olvidar que, la intrusión en sistemas informáticos y la violación del secreto de las comunicaciones, constituyen graves delitos en nuestro ordenamiento jurídico y en los del resto de los países civilizados, incluyendo Europa y, por supuesto, USA.  Y no es por casualidad, sino porque suponen una violación del derecho fundamental al honor, intimidad personal y familiar y propia imagen, que exige que esas conductas se hagan de acuerdo a la ley y con control de los poderes legítimos, incluido el judicial.
Cierto que el valor de la intimidad ha caído en desuso por una sociedad aborregada a la que le encanta exhibir sus miserias en público, mientras es capaz de darlo todo por la pasta. Pero no deberíamos olvidar que cuando uno se entromete, impune e indiscriminadamente, en los secretos de los demás, no suele reducir su interés a los que afectan a intenciones delictivas, sino también a otros, como los económicos o los de alcoba.
Por eso, no debemos confiar en que la NSA utilice como parámetros de búsqueda exclusivamente “Al Qaeda”, “bomba” o “atentado”, como piensan algunos ingenuos. Es posible que, dado el derroche de medios disponibles, también se introduzcan otros como, por ejemplo, “contrato para el metro de Riad”, “plan estratégico de Telefónica” o “nuevo modelo Toyota”, que pueden proporcionar datos mucho más beneficiosos para los políticos y la economía estadounidenses.
Por ello resulta de una frivolidad intolerable la frase de nuestro ministro de interior diciendo que “los servicios secretos están para espiar pero deben hacerlo en secreto”, dando carta de naturaleza a la delincuencia estatal aunque condicionada, eso sí, a que se haga por delincuentes eficaces. A mí me parece que los servicios secretos están para espiar lo que deben espiar, es decir las amenazas contra la seguridad y los derechos de los ciudadanos, dentro de la legalidad y sin que les pillen.
Por eso, aconsejaría al ministro, y a todos aquellos que desde una y otra ideología justifican o toleran el espionaje masivo y sin control, que releyeran la constitución española, que proclama efectivamente el principio de eficacia de los poderes públicos pero, por encima de ese, el principio de legalidad de la actuación administrativa. Y que tengan en cuenta que, cuando se pone de manifiesto la chapuza de unos servicios secretos que vulneran la legalidad y, además, lo hacen mal, lo que procede es despedir a los incompetentes y juzgar a los delincuentes.

martes, 22 de octubre de 2013

El agua de la comunidad.


 


Hace unos meses, un administrador de fincas me contaba que el Canal de Isabel ll había girado una inspección a una comunidad que administraba, convencido de que los vecinos robaban el agua. El organismo encargado de la gestión fundaba sus sospechas en la desmesurada disminución del consumo de un trimestre a otro. El entuerto quedó aclarado cuando el administrador explicó que, simplemente, habían cambiado el contador general por contadores individuales para cada vecino, que desde ese momento empezaron a ahorrar agua en sus casas. La explicación convenció plenamente a los gestores, que no hicieron más preguntas.
La anécdota me ha venido a la memoria por un par de noticias que he leído en prensa últimamente. La primera es una encuesta según la cual más del 60% de los españoles son partidarios de aumentar el gasto en educación y sanidad, eso sí, sin copago. Y la segunda, hace pocos días, donde señalaban que casi el 45% del sueldo de los trabajadores va al Estado, ya sea vía impuestos, ya sea vía cotizaciones. Curiosamente, nadie parece plantearse si un mayor gasto en educación es necesario, habida cuenta que gastamos por encima de la media de la OCDE, aunque estamos a la cola en resultados. Tampoco en sanidad, donde tenemos un sistema de primer nivel con un copago muy inferior al de, por ejemplo, los países nórdicos, mucho más ricos.
Pero aquí nos dan igual las cifras, porque el español medio tiene un sentido de la solidaridad muy peculiar, consistente en que todo es poco si la pólvora con la que se dispara es ajena. Los gobernantes conocen bien esto, y lo aprovechan mediante un mecanismo de ilusión fiscal, tan burdo pero eficaz, como son las retenciones, que hacen creer al trabajador que la remuneración de su trabajo es el sueldo neto que llega a sus manos. Y así, pedimos que el grifo se abra más y más, sin darnos cuenta que ese despilfarro lo vamos a pagar, aunque sea con el contador general.
Va siendo hora de que nos planteemos que la solidaridad no consiste solo en pedir que los demás paguen impuestos, sino en consumir de los recursos comunes estrictamente lo que necesitamos. Porque no creo que sea muy solidario exigir, por ejemplo, que se mantenga un carísimo servicio permanente de urgencias nocturno en pequeñas poblaciones donde se produce una urgencia cada mes y medio. “Es que todos tienen derecho”, me replicarán algunos. A lo mejor habría que explicárselo a los habitantes de zonas del planeta donde un hospital miserable atiende a miles de habitantes, dispersos en cientos de kilómetros.
Tal vez el siglo XXI deba servir para que, de una vez, pongamos coto al despilfarro al que hemos asistido, casi siempre bajo la bandera del Estado del Bienestar. Y pensemos en cerrar un poco el grifo del agua. Aunque solo sea por poner en práctica esa expresión tan de moda como es "conseguir un mundo sostenible".

martes, 24 de septiembre de 2013

Crisis, what crisis?





Hace un año por estas fechas escribía que habíamos tocado fondo y solo quedaba ir hacia arriba. Ahora, aunque no faltan los apóstoles del catastrofismo, hasta el PIB dice que lo peor ha pasado y el comienzo de la recuperación es un hecho.
Lo curioso es que, cinco años después, no hay acuerdo sobre las causas del terremoto que se ha llevado por delante tantas cosas, buenas y malas. Está muy extendida la idea de culpar del desastre a los bancos, junto a los especuladores financieros e inmobiliarios. El neoliberalismo y la falta de regulación les han permitido acabar con el Estado del Bienestar a base de recortes.
Pero la realidad es bien tozuda y se empeña en desmentir estos tópicos. Porque los bancos que hemos tenido que salvar no han sido los privados, sino las cajas públicas manejadas por políticos, desde Cajamadrid o Caixa Catalunya, hasta las gallegas  y andaluzas. Todas fueron intervenidas y rescatadas a nuestra costa mientras sus dirigentes se cubrían el riñón. En cuanto a la desregulación, ningún sector más regulado que el inmobiliario, con sus normas y planes urbanísticos, o el financiero, lleno de órganos supervisores, desde el Banco de España hasta la  CNMV. Y estos sectores son los que han creado la burbuja. Además, el supuesto neoliberalismo no casa con un Estado que, aun hoy, supone el 50% del PIB y sigue gastando más de lo que ingresa, absorbiendo la financiación que necesitan las empresas.
Lo cierto es que la crisis ha venido de una serie encadenada de burbujas: financiera, crediticia y de consumo. Sin olvidar la inmensa burbuja de gasto público, plasmada en las obras faraónicas e inútiles que pueblan nuestra geografía, desde los aeropuertos fantasmas de Ciudad Real o Castellón, a las ciudades de las artes, la música, las ciencias o el circo, que debía edificar todo ayuntamiento que se preciara. Y aunque resulte cómodo buscar un chivo expiatorio, es difícil pensar que, en esta sucesión de burbujas, 45 millones de españoles hemos sido víctimas inocentes de unos cuantos especuladores. Más aún cuando muchos de ellos también se han arruinado.
Las burbujas se deben al triunfo de la codicia o la vanidad sobre la prudencia. Por ello tal vez sea el momento de dejar de buscar cabezas de turco, y reconocer que hemos sufrido una crisis de valores que nos ha afectado a todos. Una crisis fruto de la sustitución de la cultura del esfuerzo por la del “pelotazo”, de la prudencia por la vanidad, del ahorro por el derroche. Y de la pérdida de interés por las cosas que tienen verdadera importancia. En suma, una crisis causada por la sustitución del “ser” por el “tener” y “aparentar”.
Todos somos los responsables de nuestras decisiones y, en gran medida, de nuestra situación.  Pero, sobre todo, somos los arquitectos de nuestro futuro. Así que, una vez esto empieza a moverse, se acabaron las excusas para permanecer de brazos cruzados y lamentarnos. Hay un reto apasionante por delante, y para afrontarlo será necesario rearmarse de valor y de valores. Y tratar de recordar nuestros errores para evitar repetirlos.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Smart Cities: esa incógnita sin despejar.



El concepto de Smart City se está convirtiendo en moneda común de foros y medios de comunicación. A pesar de seguirlo con interés, me sorprende la vaguedad con que es definido por sus promotores. Hablan de ciudades integradas, inteligentes, sostenibles y una serie de conceptos indeterminados, sin precisar el término con claridad. A mí, en tanto se desarrolla definitivamente, se me ocurren algunos peros.
En primer lugar que la idea, bajo las vestiduras de la modernidad, es casi tan antigua como el mundo. Tomás Moro diseñó, hace 500 años, la ciudad de Utopía y sus casas sostenibles, con una puerta a la calle y otra al huerto, donde los ciudadanos participaban en el gobierno mediante los sigrofantes (representantes de las familias) ahora sustituidos por apps para los smartphones. Por no hablar, ya en el siglo XX, de las urbes ideadas por los regímenes comunistas, con sus amplias avenidas desembocando en una gran plaza donde radicaban las sedes gubernativas, a las que fueron desplazadas masivamente poblaciones que vivían en preciosos pueblos tradicionales, como sucedió en la Rumanía de Ceaucescu.
Pero sobre todo me preocupa que, bajo el disfraz de la tecnología y el fomento de la participación ciudadana, se diseñe una ciudad en la que se generan flujos de información canalizados de forma desigual. Y así surja una metrópolis teledirigida desde arriba, un macroexperimento de ingeniería social similar a los que realizaron los países totalitarios, sustituyendo, como diseñador, al antiguo burócrata del régimen por un consultor. Efectivamente, hace poco un “experto en city marketing” decía en un artículo que “nuestras ciudades necesitan ser rediseñadas y los profesionales de la ciudad tienen muy claro cuáles son las líneas maestras de este trabajo.” Sorprendentemente, el experto no se planteaba en ningún momento preguntar a los ciudadanos, que son quienes pagan y han de vivir en ellas, si están de acuerdo con esas líneas maestras, para lo cual no estaría de más explicar claramente en qué consisten.
A la espera de ver algún prototipo de Smart City plenamente realizado, reconozco que me produce cierta aprehensión ese concepto de ciudad futurista, inteligente, domótica y, en suma, despersonalizada. El alma de las ciudades nunca ha estado en sus ladrillos y, mucho menos, en los sistemas de calefacción o la regulación de los semáforos. Roma es maravillosa con su caótica circulación, y la vida nocturna de Berlín o de Río de Janeiro nada tiene que ver con el diseño de los arquitectos. El alma reside en sus bares, horarios, comidas, conciertos o espectáculos callejeros, en suma, en lo que sus habitantes libremente deciden que sea su ciudad.
Pero me temo que los poderes públicos acojan la idea de ciudades inteligentes con entusiasmo, si la inteligencia  la controlan ellos y les permite aumentar su intromisión en la esfera de la ciudadanía, en mayor medida aún de lo que ya lo hacen. Aunque no estaría yo seguro de que los ciudadanos cambien la libertad para elegir su forma de vida por la “libertad” de opinar a través de un Smartphone.
Pienso que es fundamental conjugar la aspiración legítima a una ciudad más sostenible con el respeto a la libre elección por los ciudadanos de su arquetipo de núcleo urbano, incluso permaneciendo al margen del nuevo modelo tecnológico. De lo contrario, se puede generar un rechazo que haga pasar de moda las Smart Cities antes de que consigamos entender bien en qué consisten. No olvidemos que Utopía nunca llegó a convertirse en realidad porque los contemporáneos de Tomás Moro no compartieron su visión.

domingo, 28 de julio de 2013

Nuestro tren.



Con el Renacimiento, el hombre se convierte en la medida de todas las cosas. Frente a la ignorancia del mundo medieval, se abre una nueva era en que la Naturaleza podía ser comprendida y, por añadidura, sometida. Mas, a pesar del afán del ser humano por manejar su destino, periódicamente una catástrofe viene a dejar patente su insignificancia, como siglos antes en Babel, donde el Dios del Antiguo Testamento se valió de la confusión para demostrar a los hombres sus limitaciones.
La tragedia en Compostela nos ha recordado eso que el orgullo trata de ocultarnos: que toda nuestra vida es una carrera por una vía cuya estación término, cualquiera que sea la duración del viaje, es la muerte. Este accidente desgraciado ha provocado el desconcierto en los españoles, que tratan de volver a la certidumbre encontrando una causa o un culpable que les restituya la tranquilidad y el control. Vano intento de exorcizar nuestros miedos!
En estos tiempos de soberbia desmedida, muchos ilusos se permiten pronunciar la estúpida frase “lo quiero todo y lo quiero ya”. Y por querer, algunos hasta quieren la fuente de la eterna juventud, pretendiendo perpetuar su belleza (original o impostada) e incluso su existencia (patéticas las ilusiones sobre clones y órganos de repuesto) a través de los avances científicos. Pero la vida viene a ponerlo todo en su sitio, a veces de forma tan amarga como un accidente ferroviario.
No pretendamos convertirnos en dioses porque nunca seremos por completo dueños de nuestro destino. Las cosas pasan y muchas veces no necesitan una explicación: un despiste, un error, la fatalidad, hacen que la rueda de la fortuna gire y pasemos del cielo al abismo sin que medie causa justificada. Obviando a los pobres miserables que buscan  sacar tajada de la desdicha y el dolor de otros, y que solo merecen profundo desprecio, es  inútil el esfuerzo de quienes, aun de buena fe, intentan racionalizarlo todo y buscar un chivo expiatorio, sea maquinista o político. Al final se trata de conseguir un imposible: elevarse por encima de la incertidumbre.
Porque ningún mecanismo de frenada, automatismo ni inversión conseguirá evitar que, cada día que salimos de casa, pueda ser el último. Cuando por fin aprendamos eso, quizá, al tomar conciencia de nuestra pequeñez, nos sea más fácil despojarnos de nuestros miedos y afrontar la vida con mayor entrega y  generosidad. Paradójicamente, eso nos hará grandes.
Descansen en paz las víctimas de Santiago. Su viaje ha terminado y esperamos que estén en una vida mejor. Ojalá su trágico fin nos sirva para aprender algo y humillar nuestra soberbia. Tal vez la lección nos ayude a los demás hacer el resto de nuestro recorrido de forma más digna para que, cuando lleguemos a la estación final, hayamos merecido el recuerdo de los que se quedan y el eterno descanso. Será el mejor homenaje que podremos rendirles.

jueves, 18 de julio de 2013

De hijos de puta (nuestros y suyos)





Cuando parece que la cosa económica se va calmando (guste o no, hemos tocado fondo y solo queda ir hacia arriba) prensa y políticos han decidido tener al país otro verano en ascuas. Parece que el PP, como el resto de partidos y los sindicatos, se ha financiado ilegalmente. Eso no lo dicen los papeles de Bárcenas y El Mundo, sino los 42 millones en Suiza que las empresas entregaron a Luis Bárcenas no por atención a él, sino por su condición de tesorero del PP y se supone que a cambio de algo (favores, influencias…)
A mí, tras ver los papeles del Mundo me sorprenden tres cosas. La primera el silencio culpable del PP, que callando otorga. No consigo explicarme si su “líder” es un necio o el pánico por lo que pueda salir les paraliza. Aunque si todo las pruebas que tiene Bárcenas son su palabra, los cuatro papeles que ha escrito y un excel en un pendrive, solo tienen que temerse a sí mismos. Pero la ceguera de Mariano es infinita, hasta el punto de hacerle pensar que un bombazo de éste calibre puede desactivarse sentándose al lado de la espoleta. La única solución posible cuando saltó el escándalo era coger el toro por los cuernos, expulsar a Bárcenas y querellarse contra él. No lo hizo y eso le ha convertido en rehén de ese aprendiz de Capone.
La segunda es el cinismo de los políticos españoles. Y no me refiero a los de PP solamente, sino a todos los que se hacen cruces hablando del mayor escándalo de la democracia. Acaso hemos olvidado cómo nos tragamos el sapo de Felipe González, autorizando el secuestro y asesinato de etarras (y algún civil que pasaba por allí) mientras la cúpula del Ministerio de Interior saqueaba los fondos reservados. Por no hablar de CIU o de IU, gobernando en comandita con los de los ERE´s falsos.
Y la tercera es la falta de rigor de la prensa española. Es pasmoso que El Mundo denomine “documentos de pago” a unos garabatos escritos por Bárcenas en una cuartilla, con cifras expresadas en euros antes de que éste entrara en vigor, o que aporte un recibí supuestamente firmado nada menos que en 1992. Eso lo único que demuestra es que no ha encajado que su petición de ayudas públicas para enjugar la catástrofe financiera del periódico cayera en saco roto. Al final los mensajeros no dejan de ser otros corruptos más, cuya ética periodística está al lado del dinero.
Así nos encontramos con un triste panorama: políticos corruptos y prensa corrupta, por no hablar de una monarquía, unos sindicatos y un poder judicial corruptos. Y lo que es peor, con una ciudadanía que consiente esto y que solo protesta cuando le va mal, lo que demuestra que, si en España no hay más corruptos, no es por abundancia de ética sino por falta de oportunidades. Espectacular la desfachatez de la izquierda callejera, gritando contra la misma corrupción que ha tapado celosamente mientras gobernaban los suyos.
Roosevelt se refería a Somoza diciendo: “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. El problema es que en este país todos defienden a sus hijos de puta y así nos va. Los monárquicos justifican las indecencias del Rey, mientras los de izquierdas niegan los EREs. Los populares dicen que lo de Bárcenas no va con ellos, en tanto los sindicalistas piden decencia sentados sobre una contabilidad llena de comilonas y falsedades. Los independentistas se atreven a poner condiciones soberanistas para apoyar una moción de censura, cuando les explota la instrucción del expolio del Palau. Por si fuéramos pocos, tenemos hasta movimientos ciudadanos de apoyo a jueces condenados por prevaricación, lo que es para nota.
Yo, visto lo visto, he perdido la esperanza de una regeneración y creo que la única forma de controlar la corrupción es reducir la burocracia y el gasto que la alimenta. Porque cuantas menos posibilidades tenga el poder para meterse en nuestras vidas, menor será el número de hijos de puta de todo tipo que podrán lucrarse a nuestra costa. Pero primero deberíamos empezar mirando dentro de nosotros y comprobar si no estamos en la categoría de los hijos de puta.

domingo, 30 de junio de 2013

See you in September!




Después de un año duro pero gratificante, nos tomamos unas vacaciones blogueras hasta septiembre. Las otras tendrán que esperar todavía.  Salvo que nuestros inestimables políticos y personajes públicos perpetren alguna patochada digna de un post especial, os libraréis de mí por una temporada. Gracias a todos los que seguís este blog y… see you in september.
 “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.” -Miguel de Cervantes-


 

Libertad, libertad, sin ira.



En estos tiempos somos testigos indiferentes de sucesos que, no hace tantos años, nos llenarían de indignación o, al menos, de perplejidad. Desde el asalto de Hacienda a un restaurante en pleno horario de comedor para precintar la bodega, a la imposición de una multa de 300 euros a un niño de 6 años por saltarse un stop en bicicleta. O, como me contaban hace pocos días, el interrogatorio de la policía local a un joven de 17 años, denunciado por un camarero tras darle un sorbo a un vaso de sangría.
Y así, nos parece normal la injerencia absoluta del Estado en nuestras vidas, con burócratas, recaudadores o policías entrando hasta la cocina en parcelas donde nunca pintaron nada. Sorprende el abuso, cada vez mayor, de los entes públicos en el uso de sus potestades, con una absoluta relajación en el respeto a  las garantías de los derechos ciudadanos. No hay más que ver cualquier expediente sancionador actual, dictados masivamente y sin tener en cuenta hechos o circunstancias. Quizá la razón esté en que el Estado no ha hecho sino ocupar el terreno que le ha cedido una ciudadanía blanda que, a cambio, lo espera todo de él, desde un empleo fijo a una entrada de cine.
Algunos alegarán que frente al poder se alzan movimientos de rebeldía que manifiestan la indignación del pueblo, pero ese conato de rebelión es mentira. Los que salen a la calle no luchan por los derechos fundamentales... la vida, la libertad, la justicia, sino por unos pretendidos derechos económicos de todo tipo (desde la renta mínima sin trabajar, a una casa gratis o la cultura subvencionada) que al final no suponen sino la renuncia a decidir nuestro propio destino, para ponerlo en manos de quienes nos gobiernan. No se oponen al poder sino que piden que les cuide mejor o, directamente, formar parte de él.
Pues no nos engañemos, porque ese estado invasor y amoral no busca nuestro beneficio si no es como medio para conseguir el suyo propio. Y así, se permite aplicar la ley a quien le interesa, embargando a un autónomo con problemas de liquidez mientras consiente a una infanta robar, o utiliza sus potestades sancionadoras para fines ilegítimos, como recaudar dinero.
La crisis no puede ser una excusa para delegar la responsabilidad sobre nuestras vidas en el Estado porque, ni los políticos son los únicos responsable de la crisis, aunque hayan tenido un papel decisivo con sus errores (me tiemblan las carnes cuando pienso en Zp de infausto recuerdo) ni, lo más importante, son quienes nos van a sacar de ella. Ha sido el sector privado quien se ha ajustado el cinturón, quien exporta, quien está devolviendo sus deudas, quien está recuperando la marca España, mientras nuestros gobernantes, sean estatales, autonómicos o locales, se muestran incapaces de renunciar al tren de vida público. Somos los ciudadanos los que estamos creando riqueza, mientras pretenden colgarse las medallas esos políticos que nunca han creado un empleo, ni ostentado otro que el que sufragamos los contribuyentes.
Puede que sea tarde, pero confío en que se produzca una reacción y los españoles decidamos recuperar el control de nuestras vidas. Porque cuando seamos dueños de ellas recuperaremos, junto con la libertad, la fuerza moral para decirle al guardia, que pretende sancionar con 300 euros a un niño de 6 años, que corre de nuestra cuenta echarle la bronca. Y que él haga el favor de irse a la mierda.

domingo, 23 de junio de 2013

Un cuento real.



Había una vez un reino encantado donde vivía una Infantita que fue poseída por el Señor Oscuro. Este la llevó a su condado, donde decidieron hacerse un torreón muy caro. Para financiarlo, y puesto que las cosas andaban justas, se metieron en negocios, oscuros como ellos. El problema era que los recaudadores del reino no veían con buenos ojos el dinero oscuro y había que blanquearlo.
El Señor Oscuro llamó a sus edecanes que le aconsejaron acudir al libro de los conjuros blanqueadores, donde descubrieron uno muy eficaz. Había que mezclar los siguientes ingredientes: rabos de lagarto, sangre de murciélago, muérdago, documentos privados y nombres de súbditos.
La receta era sencilla: se escoge a una doncella virgen (si no hay una a mano vale con un abuelete de pueblo chico) que tenga una pequeña propiedad, y se finge que se le vende esa propiedad, que ya es suya, en un contrato privado. Para eso se utiliza la maña de falsear su firma. Se lleva el contrato a la recaudación de tributos del condado, donde nos cobrarán un 7% como transmisión, sin pararse a pensar que es una falsa venta. Y luego… “voilá!” ingresamos el dinero oscuro en un banco, justificando su posesión con la escritura privada de compraventa visada por la hacienda condal. La operación se repite hasta 13 veces con diferentes súbditos, que hay que repartir las cargas entre la población, no vaya a ser. Luego se coge el rabo de lagarto, la sangre de murciélago y el muérdago y se tiran al cubo de basura, que para guarrerías ya vale con las anteriores.
El Señor y la Señora Oscuros se pusieron manos a la obra tan contentos durante un par de años, hasta que descubrieron un conjuro más potente, el elixir de la falsa fundación benéfica, y cambiaron de pócima. Y, entre brujerías y hechizos, fue pasando el tiempo hasta que el Justicia del Reino les empapeló, porque sus empresas y fundaciones no eran como en los cuentos, que lo único que se fabrican son dulces y golosinas, sino que elaboraban una cosa que se llama influencias.
En plena investigación, el Justicia Real pidió las cuentas de la Infantita a la hacienda real, que había cruzado información con la hacienda condal (es el coñazo de los cuentos modernos, que tienen informática) y saltó la liebre de los conjuros. El pueblo se enfadó un poco porque estaba de brujerías hasta el gorro, y pidió cuentas, pues creía que vivía en un reino democrático y parlamentario, donde todos son iguales ante la ley. Pero entonces apareció el Gran Recaudador del Reino y dijo: “Qué os habéis creído? Ha sido un error y punto. Esto es un cuento, y en los cuentos los reinos son feudales y las cuentas son para los súbditos, que los de sangre azul lo que hacen es comer perdices”. Y a nosotros nos dieron con la puerta en las narices.
Y colorín colorado, este real cuento o cuento real se ha acabado.

martes, 18 de junio de 2013

Prohíbo a Facebook que sea Facebook! (Ojo Zuckerberg, que te vigilo)



Últimamente circulan por Facebook rimbombantes declaraciones de los usuarios prohibiendo a Facebook difundir, copiar y no sé cuantas prohibiciones más, las imágenes, declaraciones y cuanto se nos ocurra colgar en nuestro muro. En su apoyo se citan normas de lo más variopinto. Unas no son de aplicación pues, pretender aplicar el Convenio Internacional de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas a las chorradas que escribe cada uno en su muro, es como exigir la celebración de un funeral de estado si se le rompe la Barbie a tu hija. Y otras directamente se han cogido a voleo.
Es cierto que, tanto el Código Penal como la Ley de Protección de Datos, protegen nuestros derechos frente a la Red, especialmente en relación con actuaciones ajenas inconsentidas, como la publicación de imágenes nuestras por terceros, o directamente delictivas, como la distribución de pornografía infantil.
Pero no olvidemos que la batalla entre intimidad y tecnología está siendo ganada por esta última de forma apabullante. Y poner puertas al campo es muy complicado, especialmente cuando las compañías que manejan los principales “social media” tienen su sede en California y se resisten a someterse a la legislación comunitaria. Porque el secreto del éxito de las  redes sociales está en que todo lo que se suba a ellas se difunda al máximo. Si pretendieran proteger la intimidad de sus usuarios, simplemente cerrarían.
Esto quiere decir que estamos indefensos ante los Facebook, Twitter, Tuentis y Youtubes? Por supuesto que no, pero siempre que tengamos en cuenta que el principal enemigo de nuestra privacidad somos nosotros mismos. Así, para protegernos, recomiendo fervientemente aplicar dos normas actualmente en vigor, recogidas en el Convenio Internacional del Sentido Común.
La primera es que, si no quieres que los 2.400 millones de internautas y tu abuela sepan que eres un juerguista, abstente de subir los comentarios y fotos de tus juergas a Internet. La regla es aplicable también para la ideología política, religión, patologías, orientación sexual, manías, drogadicciones y vicios diversos. Las configuraciones de privacidad son papel mojado, en cuanto que cualquiera de tus contactos puede propagar tu información de forma viral.
La segunda es que si crees que en algún momento de tu vida, incluso dentro de 30 años, puedes arrepentirte de lo que vas a subir, simplemente no lo subas. Porque, en flagrante contradicción con la Ley de la Gravedad, lo que sube a la Red no baja, aunque algunos invoquen el “derecho al olvido” y  milongas jurídicas varias. En el momento en que haces click en el botón “enviar”, acabas de perder el control para siempre de lo enviado. Por tanto, si no estás seguro de que lo que haces, cuenta primero hasta cien.
Algunos esperarían cinco o seis referencias a tratados internacionales y un par de agencias gubernativas ante las que hacer valer sus derechos, y se sentirán decepcionados al escuchar que la mejor norma para salvaguardar la intimidad es no exhibirla. Suelen ser los mismos que prohíben formalmente a Facebook que divulgue una información que han colgado encima de un comando llamado “compartir”, al que pueden darle tus cientos de contactos para enviarla al resto del mundo. Muy lógico!

sábado, 15 de junio de 2013

Truco o trato?



A bombo y platillo nos anuncian que, tras un lustro de espera, las dos grandes fuerzas políticas del país, PP-PSOE, han hecho un trato para acabar con la crisis. Bueno, en realidad le han llamado Pacto de Estado por Europa, y viene a ser la puerta a la esperanza de los mortales. Conmovedoras las dos Sorayas, que han dejado de pelearse para explicarnos las bondades del acuerdo. Ya no me extrañaría verlas juntas de compras!
Y yo me pregunto si nuestros políticos son un atajo de idiotas o es que su desvergüenza carece de límites. De verdad creen Mariano y Alfredo que, la conjunción de sus voluntades, obligará a la Merkel y Europa a poner en práctica milagrosas “políticas de estímulo” para la felicidad inmediata, y por supuesto sin coste, de los españoles? Porque eso sí que sería una conjunción planetaria, y no la de Obama y Zp que anunciaba Leire Pajín en tiempos.
A mí las bromas siempre me han gustado. Pero tal vez a los que van a sacar (ya lo estamos haciendo) a España del atolladero, ésta les resulte algo pesada. Hablo de los locos que se han convertido en emprendedores con la que estaba cayendo (90.000 solo en 2012). De los trabajadores que han admitido reducciones de sueldos del 30% para que sus empresas siguieran adelante. De los funcionarios, médicos, maestros o administrativos, que, mientras mermaba su poder adquisitivo día a día, han seguido haciendo su trabajo con el mismo empeño. De las amas de casa, y amos, porque en muchos casos el que se quedaba en paro era él, que han hecho malabares para multiplicar un sueldo por dos. De los que han emigrado en busca de mejor destino sin saber si volverán. También de los cadáveres de esta crisis, empresarios que ha aguantado todo lo posible antes de cerrar, o parados que buscan desesperadamente un puesto de trabajo.
Pues bien, su esfuerzo ha sido y es en vano. Lo que necesitábamos es que esta pareja de comediantes, que a día de hoy todavía no ha tenido la decencia de enseñarnos sus declaraciones de IRPF de los últimos años, se pusiera de acuerdo para salvarnos. Y yo me pregunto: si bastaba con un pacto entre el nuevo Dúo Sacapuntas para ahorrarnos la crisis, por qué no lo hicieron antes? El argumento, entendible hasta en Fondo de Bikini, parece que no se lo plantean muchos periodistas, corifeos de la componenda, como si la suma de dos mediocridades pudiera dar de resultado un genio, y con lámpara además.
A mí lo de Halloween me pilló mayor, pero barrunto que esto más que un trato es un nuevo truco. El par de espectros ha visto que el esfuerzo de los españoles está dando resultados y pretenden capitalizarlo y ponerse una medallita a nuestra costa. Y, dado que se insinúan amenazas en el horizonte contra el bipartidismo, quieren conjurarlas haciéndonos comulgar con la rueda de molino de que nuestra salvación está en sus manos. Ya puestos a hablar de medallas y ruedas de molino, yo les colgaba una al cuello, una rueda digo, y tiraba a los dos al pilón. Por gilipollas!

viernes, 14 de junio de 2013

El fin de la crisis en Extremadura.



En 1981, Ronald Reagan acabó con la huelga salvaje de controladores aéreos por  el expeditivo método de despedir a todos los huelguistas que desobedecieron el requerimiento de incorporarse a sus puestos. Con 12.000 cartas de despido en correos, el Secretario de Estado de Transportes pronunció la frase: “Por lo que a nosotros respecta la huelga ha terminado, ahora se trata de reconstruir el sistema”. Pues bien, dos años después de despedir a los socialistas, y con un descontrol absoluto de la economía extremeña, podríamos decir sin temor a equivocarnos: “Por lo que a Extremadura respecta, la crisis ha terminado, ahora se trata de reconstruir el sistema productivo.”
Porque la crisis extremeña tiene algunas notas diferenciales, consecuencia de casi 30 años de régimen socialista que han producido un erial económico, sostenido únicamente por el aluvión de fondos europeos. El resultado ha sido una economía subsidiada, con un empresariado que solo tenía de tal el nombre, una clase trabajadora en la que los mejor formados son funcionarios y una estructura poblacional tan dispersa que, no solo impide formar centros de producción competitivos, sino que ni siquiera permite una demanda interna consistente. Un factor clave es que casi el 40% de la población vive en pueblos de menos de 2.500 habitantes, además muy separados entre sí. Esta situación, mantenida conscientemente por el poder político durante años, ha sido enormemente útil para mantener viveros de voto cautivo, pero catastrófica para el desarrollo.
Periódicamente saltan a la palestra noticias sobre tal o cual pueblo que languidece por falta de habitantes, con su alcalde o los políticos locales quejándose amargamente de la muerte del “ruralismo”. Yo no veo el problema de que se cierren pueblos. Lo sería si el cierre fuera forzoso, pero mantener a la población en entornos rurales, insostenibles económicamente, a base de subvenciones, me parece la mejor forma de perpetuar las desigualdades. Los pueblos pequeños tenían todo el sentido en una sociedad agraria y sin comunicaciones, donde la mano de obra agrícola tenía que estar cerca del campo. Recuerdo no hace tantos años ver a los agricultores ir a las labores agrícolas en carros tirados por mulas. Hoy se puede mantener la producción agrícola a distancia porque, guste o no, el desarrollo nos lleva a sociedades urbanas.
El espejismo de la sostenibilidad de los pueblos extremeños se ha mantenido mientras duró el espejismo del ladrillo, que absorbía a su fuerza laboral pagando unos salarios desproporcionados a su cualificación (eran miles los que trabajaban fuera y volvían los jueves o los viernes, según el convenio) Pinchada la burbuja, los jóvenes de a 3.000 € poniendo ladrillos vagan hoy por las calles de los pueblos sin oficio ni beneficio. Porque los núcleos rurales, en una economía basada en el conocimiento, están en desventaja absoluta por mucho ADSL que les pongas, al carecer de un entorno rico en conocimiento e intercambio. En ellos, Internet solo sirve para los videojuegos en modo “on line”. Un botón de muestra aterrador es el dato, de esos ignorados por la prensa, referido a una población de 3.500 habitantes que conozco bien: este año va a presentar a selectividad UN SOLO ALUMNO!
Me parece absolutamente legítima la postura de quienes defienden a toda costa los pueblos, siempre que lo hagan desde un pueblo. Porque estoy aburrido de oir encendidas defensas de la vida rural a gente que ha emigrado a la ciudad y solo vuelven al pueblo a dar una vuelta los fines de semana o en las fiestas locales. Estoy convencido de que Extremadura se incorporará al desarrollo cuando se incorpore al mundo urbano. Para eso hacen falta proyectos comunes, como el puerto seco si finalmente se lleva a cabo, superar los localismos, tiempo y ganas. Como decía una vieja canción: “Habrá que componer de nuevo, el horno y el granero, y aprender de nuevo a andar”. Pongámonos a ello sin miedo, ya que históricamente hemos hecho cosas más difíciles.

domingo, 9 de junio de 2013

Los que estamos averiados.



 
A raíz de la propuesta de modificación de la ley del aborto, ha vuelto a abrirse el debate sobre el tema. El argumento estrella, por parte de quienes confunden liberación femenina con aborto, es que el proyecto supone la vuelta al nacionalcatolicismo y el oscurantismo clerical, olvidando que la oposición al aborto no es exclusiva del cristianismo, sino de la práctica totalidad de las religiones. Tal vez porque, cuando la gente cree en Dios, se le quita de la cabeza la tentación de jugar a serlo.
Pero, consideraciones religiosas al margen, confieso que de esta polémica lo que me  repugna es la idea de que las malformaciones del feto sean consideradas causa suficiente para su eliminación. Columnistas como Arcadi Espada califican de “gente averiada” a quienes defienden el nacimiento de “hijos tontos, enfermos o peores”. Rosa Regás habla directamente del nacimiento de “monstruos”.
Yo me encuentro entre esos averiados que piensan que los niños enfermos, “defectuosos”  y “peores” tiene el mismo derecho a vivir  que los sanos, rubios y superdotados. Quizás por tener la dicha de ser padre de un niño que no pasaría el control de calidad de los nuevos espartanos, prestos a despeñar por el Monte Taigeto a toda criatura que se aparte de sus cánones. Curiosamente, a esos defensores de la mejora de la especie se les llena la boca hablando de solidaridad y derechos. Imagino que se referirán a los suyos.
Pero lo que desconocen, porque si lo supieran sólo cabría calificarlos de monstruos a su vez, es que la Naturaleza es sabia y ha dotado a esos niños “averiados” de la misma capacidad para ser felices que el resto. Y además, del misterioso don de influir en quienes les rodean, haciéndolos mejores y, por añadidura, mejorando la Humanidad.
En todo caso, a los que no comparten la suerte de convivir con quienes los partidarios de una raza mejor (a qué me suena la expresión?) denominan “monstruos”, les recomiendo que, antes de aceptar sus tesis, se miren detenidamente en el espejo. Porque, cuando se decide suprimir a los “peores” antes de nacer, se acaban los argumentos para defender el derecho a la vida de los que han nacido ya. Es posible que no nos importe que se lleven a los discapacitados, ni a los enfermos terminales, ni a los ancianos, porque no lo somos. Pero, cuando vengan a por nosotros, tal vez sea demasiado tarde para rectificar.

domingo, 2 de junio de 2013

Los burros transparentes.





Se tramita a bombo y platillo en nuestro parlamento la Ley de Transparencia, que ha de suponer la regeneración de la vida política y la devolución a la ciudadanía de la confianza en sus representantes. Además, va a ser una ley innovadora pues incluirá a todas las instituciones, hasta a la Corona. Se trata, en suma, de que los mismos que, aun estando sometidos al código penal, las leyes de incompatibilidades de cargos públicos y el control de los diversos tribunales de cuentas, han saqueado el erario público, sean purificados a través de una ley cuya aplicación correrá por cuenta de un órgano compuesto por ellos mismos. Anda ya!
A mí, cuando me hablan de transparencia, me viene a la cabeza aquella frase que decíamos de pequeños cuando alguien se interponía entre nosotros y la pantalla de televisión: “Aparta, que la carne de burro no es transparente”. Pues eso, entre nosotros y la decencia política se interponen un montón de burros, con las alforjas llenas por cierto, a los que es ineludible apartar de nuestro camino si queremos restaurar la confianza en la cosa pública. O de verdad piensan que los españoles somos tan estúpidos como para creernos la Ley de Transparencia mientras Ana Mato, Pepiño Blanco, los Pujol o Griñán sigan en primera fila de la política? Seguro que la Corona queda libre de sospecha por publicar sus ingresos presupuestarios mientras se trata de evitar a toda costa que la Infanta sea investigada por los que obtenía a través de empresas dedicadas al tráfico de influencias?
Por qué no se pone en marcha el sistema de listas abiertas que, sin ser la panacea, puede servir para apartar a los corruptos de la vida política? Por qué no se establece como medio de adjudicación de licencias la declaración responsable del ciudadano y su control posterior, evitando trabas previas y la posibilidad de “mordidas”? Por qué no se imponen límites temporales a la permanencia en cargos públicos? Por qué no se suprime definitivamente la figura del aforamiento, residuo histórico que carece hoy de fundamento? Por qué no se aplica la Ley de Prevención de Blanqueo de Capitales a los políticos españoles, que se excluyeron expresamente dejando en cambio a los extranjeros ("vaya morro!", que diría mi hija) La respuesta es sencilla: se trata de cambiar para que nada cambie.
Algunos argumentan, poniendo el carro delante de los bueyes, que Dinamarca tiene una ley de transparencia política y la corrupción es insignificante. No será que lo que tiene son políticos honrados?  Cuando vea a los políticos honestos, que todavía los hay, expulsar de sus partidos a los deshonestos, empezaré a creer en la transparencia y regeneración. Mientras, seguiremos pensando que quieren aparecer ante nosotros vestidos con una nueva ropa pero, eso sí, sin haberse duchado antes. Y el cambio de hábito no va a poder disimular el olor a podredumbre que actualmente acompaña a la política en nuestro país.
“Res non verba”.

sábado, 25 de mayo de 2013

El corrupto extremeño (De vallas y paletos)




El escándalo de la FEVAL de Don Benito ha situado  a Extremadura en el mapa de la corrupción política. Por fin! Era casi una deshonra que también en esto estuviéramos en el furgón de cola. Ahora, una vez puestos lo hemos hecho a lo grande, con jacuzzi y mariscadas a cargo de los fondos públicos, que es lo que luce en las fotos. De verdad alguien pensaba que casi 30 años de gobierno socialista habían pasado sobre Extremadura sin que nada de la riada de fondos llovidos por aquí se pegara a los dedos de los políticos?
La falta de noticias sobre la corrupción extremeña durante tantos años se explica, no por su ausencia, sino por la impunidad de la que gozan los chorizos en este país, cuyo exponente regional lo tenemos en el escándalo de las vallas del paleto. Rebobinemos! Tras 20 años de la Ibarrismo, las grandes constructoras nacionales han sido expulsadas de la contratación pública regional a favor de empresas amigas con un accionariado trufado de cónyuges, hermanos y parientes de los políticos; el “bluf” Linex ha absorbido millones de euros y pesetas sin resultados apreciables y han surgido multitud de empresas consultoras y de servicios dirigidas por  políticos y sindicalistas con el mismo bagaje consultor de Urdangarín. Y de repente en 2004… España aparece plagada de vallas promocionales del turismo regional con la inspirada frase: “No seas paleto, ven a Extremadura!”
Ante la rechifla nacional por la ocurrencia publicitaria de insultar a los futuros clientes, se descubre que las vallas son parte de una campaña de la Consejería de Economía, Trabajo y Turismo adjudicada a una empresa por el procedimiento habitual, es decir a dedo. Tan a dedo que, cuando estaban puestas las vallas, todavía no había empezado a tramitarse el expediente administrativo. El Consejero se excusó diciendo que se había enterado por la prensa (un clásico) hasta que se descubre que “Crea Guimaraes”, la empresa adjudicataria, le pagaba un sustancioso alquiler por un local que le tenía arrendado. Sorprendido con las manos en la masa, el prevaricador hace como que dimite ante el caudillo Ibarra, que hace como que no le admite su dimisión, volviendo a su despacho esa misma mañana para seguir adjudicando contratos a dedo. Y qué hacía la Intervención autonómica? Pues nada, porque ya se había cuidado Ibarra de que los interventores fueran nombrados también a dedo.
Cuando el personal vio que un caso tan evidente de corrupción se quedaba en agua de borrajas, captó el mensaje inmediatamente. Nunca un funcionario o contratista iba a denunciar un cohecho, porque lo único que podía acarrear era una represalia para el denunciante. Y así siguieron adjudicándose los contratos al estilo marroquí, sin que nadie dijera esta boca es mía. Con Vara las cosas no cambiaron, porque no hizo nada para que cambiaran. Tanto es así que, cuando le mandaron un dossier con el escándalo de FEVAL, lo guardó en el cajón y expedientaron a los funcionarios denunciantes, que en su ingenuidad habían pensado que corrían aires distintos.

En defensa del corrupto extremeño hay que decir que, pese a su impunidad, nunca se llegó al nivel de mangancia de Andalucía, Cataluña o Valencia, los grandes maestros. Yo creo que ni siquiera al de Castilla La Mancha, donde Bono puso alto el listón. En fin, ya veremos en qué queda esto y cuántos casos más salen a la luz. Porque es un secreto a voces que el nuevo gobierno está tapando los enjuagues y malversaciones de fondos europeos que se encuentra para evitar dos problemas: llenar las cárceles extremeñas y tener que devolver a Bruselas un dinero que nadie sabe dónde está. Esperemos que no acabe siendo el "hoy por ti, mañana por mí".

 

lunes, 20 de mayo de 2013

Viva el ejercito!



Una reciente encuesta del CIS pone de manifiesto que las instituciones mejor valoradas en España son el ejército, la guardia civil y la policía. Eso, en un país que hasta hace menos de 40 años era una dictadura militar, demuestra un fracaso tal de sus instituciones democráticas como para que éstas se lo hicieran mirar. Algo han debido ver, cuando se han puesto a hablar de nuevos cauces de participación, de gobierno abierto y chorradas similares. Curiosamente siempre olvidan hablar de las listas abiertas, que pueden hurtarles el poder real dentro de los partidos y a favor de la calle.
Pero contra lo que muchos creen el secreto de la democracia no está en las listas abiertas, aunque sean sanas, ni en la apertura de cauces de participación,  ni en modificar la ley D´Hont. El secreto está en la posibilidad real de alternancia entre las fuerzas políticas. Con alternancia no me refiero al quítate tú que me pongo yo, sino a que los ciudadanos tengan la posibilidad de decidir con su voto el rumbo del país. Y eso no sucede cuando los distintos partidos, en lugar de ser el reflejo de las distintas  ideologías o sensibilidades de la pluralidad de los votantes, por el contrario reflejan todos ellos la división entre electores y elegibles.
Hoy ni siquiera las mayorías absolutas sirven para que haya alternancia. Hemos pasado de un gobierno irresponsable y manirroto que creaba unos problemas inexistentes (memorias históricas, estatutos catalanes, matrimonios homosexuales y educaciones para la ciudadanía) mientras negaba los problemas reales (crisis, paro y burbuja inmobiliaria), a otro que, aupado por una mayoría absoluta, ha decidido mantener lo que había porque el movimiento le puede afectar. Y así unos y otros nos ofrecen, envueltas en palabrería, sangre sudor y lágrimas para mantener su propio status quo, el de una clase dirigente apesebrada e insensible a los problemas reales, incapaz de dar ejemplo de la austeridad que predican.
El fracaso de los indignados no ha sido sino la semilla de una nueva indignación, más serena y desinteresada pero más potente en cuanto se verá arropada de la legitimidad que otorga el actuar dentro de la legalidad establecida. En los bares y en las tertulias se percibe claramente el hastío de los ciudadanos frente a unos representantes que, efectivamente, no les representan. Esto no es nuevo, pasó en Italia y el resultado fue el ascenso del bufón Berlusconi, acogido con entusiasmo por todos los que querían ver desaparecer la morralla partitocrática. Y así se pasó a un régimen tecnocrático, con una dictadura de traje y corbata en lugar de uniforme. Pues bien, el PP cada vez se parece más a la Democracia Cristiana, el PSOE al PSI e incluso IU a los comunistas italianos. Sobre todo se parecen en su incapacidad para generar ilusión.
Volviendo a las encuestas, éstas demuestran que los españoles somos más listos de lo que piensan algunos políticos. Porque, pese al antimilitarismo papanatas que flota en el ambiente, parece que la ciudadanía se deja impresionar mucho menos con palabras que con hechos. Y los hechos son que las instituciones mejor valoradas son aquellas que hacen su trabajo y no dan escándalo. Y así cada vez más gente espera con impaciencia ver venir la ola que arrase lo que hay para dar lugar a otra cosa, tal vez inquietante por lo desconocida, pero que pueda generar esperanza.

viernes, 17 de mayo de 2013

De clones, ovejas, pesados y zombies.




La clonación es como comer patatas fritas, que una vez empiezas no puedes dejarlo hasta que se termine la bolsa. Empezaron clonando ordenadores, siguieron clonando a la oveja Dolly y resulta que ahora puede clonarse a Paquirrín. Yo soy de letras y no termino de verlo claro, porque pasas de las células madre a los embriones y terminas como en el chiste de Zp, que a uno que se le cayó la cabeza le pusieron un melón y acabó de presidente del gobierno.
Ahora viene la polémica sobre los límites morales de la ciencia. Unos opinan que el avance es maravilloso y abre nuevos horizontes a la medicina, permitiendo crear órganos que eviten el rechazo en los trasplantes. Otros querrán hacer clones enteros. Los más sensatos dicen que jugar a ser Dios es un disparate. Pues yo creo que no hay que preocuparse del tema religioso o filosófico antes de resolver los problemas prácticos.
No nos engañemos, aquí el problema no es de ética sino de funcionalidades. Si nos ponemos a clonar órganos vamos a parecer lagartos, que les cortas el rabo y les sale otro. Y en cuestión de rabos la clonación está mal resuelta porque, si uno no está contento con el tamaño de un órgano y lo clona, va a salirle otro del mismo tamaño, con lo que hemos hecho un pan con unas tortas. Deberían pensar en la posibilidad de hacer injertos. Se injerta un apéndice  clónico con el del butanero, por ejemplo, y se evita al mismo tiempo el rechazo del clonado  y de su pareja. Yo lanzo la idea y si cuaja me pido el copyright.
Pero el problema gordo viene con las clonaciones de cuerpo entero, pues seguro que en la lista de espera iban a estar los más tontos. Todo necio que se precie está encantado de haberse conocido. Y aunque estuviera algún listo… alguien se imagina a Punset dando el coñazo por los siglos de los siglos?
Luego está la cuestión del copago. Cambiarse la cabeza para curarse las migrañas será más caro que comprar Nolotil, y al final pasará lo de siempre, que los potentados se lleven el gato al agua. A mí me da dentera solo pensar en Botín clonándose cada temporada. Y no te digo a Fernando Alonso, que se acabará pasando al piragüismo, con tal de no ver al banquero en los boxes disfrazado de animadora un año tras otro.
En conclusión, mejor olvidar las clonaciones e irse muriendo cuando toque, porque ninguno somos tan imprescindibles para andar dando tumbos por el mundo una vez pasada la fecha de caducidad. Como dice mi suegra, lo poquito agrada y lo mucho enfada. Y quien tenga afán de perpetuidad que se deje de clónicos y escriba una sinfonía o estudie mucho, que así fue como Beethoven o Madame Curie pasaron a la eternidad. Pero me temo que la mayoría optará por lo fácil y, si les dejan, tendremos a los mayores memos del panorama nacional interpretando una versión cutre de Walking Dead.

"El alma noble nunca muere, más allá de su eternidad brillarán sus huellas."
 

domingo, 12 de mayo de 2013

Menos mal que nos queda Portugal.




Ayer estuvimos celebrando una comunión en Portugal, concretamente en Terrugem. Desde los jardines del restaurante se podía contemplar un magnífico campo de césped artificial con sus gradas, una pista de tenis y una piscina en construcción con sus correspondientes vestuarios y servicios diversos. Todas las instalaciones eran de titularidad pública, según contó la dueña del restaurante donde disfrutábamos de la comida alentejana.
“Y qué tiene eso de malo?” preguntarán algunos. En principio nada, salvo que Terrugem es un fegresia (feligresía o pedanía) de poco mas de 1000 habitantes dependiente de Elvas, una población en declive del Alentejo, la región más pobre de un país, Portugal,  rescatado y que, según nos dicen, gime bajo el yugo de los recortes impuestos por una Europa inclemente. Es decir, y hablando en plata, Terrugen prácticamente sólo es conocida por el restaurante en cuestión, siendo una de las poblaciones que podrían optar con ciertas garantías al deseado galardón de “culo del mundo”.
Y por qué una pedanía insignificante dedica sus inexistentes recursos a una piscina que disfrutarán cuatro gatos, habiendo unas magníficas instalaciones en la cercana Elvas? Buena pregunta, sobre todo teniendo en cuenta que llevamos cinco años de crisis, por lo que no cabe la excusa de que se trata de uno de los múltiples errores de la época del boom. Yo no tengo la respuesta pero no creo que tengan nada que ver los mercados, el rescate de la banca ni los recortes de la Merkel.
Einstein, como buen científico, sometió su Teoría de la Relatividad a una serie de pruebas que, de no ser superadas con éxito, obligarían a revisarla. Yo recomendaría a quienes dicen que estamos sufriendo una oleada de recortes brutales que ponen en peligro nuestras condiciones de vida, que revisen su teoría. Y se pregunten qué clase de recortes son esos que permiten a los vecinos de un país rescatado disfrutar de los baños más caros del mundo con cargo a los fondos públicos. Porque yo ya no entiendo nada. O tal vez empiezo a entender muchas cosas.

martes, 7 de mayo de 2013

Espárragos contra el paro.



El Rey, casi recuperado de su relación con Corinna, ha conseguido llegar a su despacho sin romperse nada para idear la solución contra el desempleo: un gran pacto entre partidos al estilo de aquellos que alumbraron la Transición. Pues ya se le podía haber ocurrido antes de que Zp se cargara tres millones de empleos. Ah no, que en aquel momento nuestro avispado monarca dijo que ZP “sabía lo que hacía”.
No le arriendo la ganancia al Gobierno como tenga que pactar la solución del paro con PSOE, IU y los sindicatos, porque las perspectivas del pacto son la leche. Rubalcaba dice que no hay nada como gastar y quiere pulirse 30.000 millones que “sobran” del rescate para dárselos a las familias y empresas. Eso sí, que no computen a efectos de déficit, como si con cambiarle el nombre no hubiera que devolverlos. Éste sigue a rajatabla el “no hay dos sin tres”, y pretende volver a arruinar a España pero esta vez desde la oposición, que tiene más mérito.
Cayo Lara, sube la apuesta y propone gastar 90.000 millones, que los va a sacar subiendo los impuestos a las empresas, en un plan de empleo gestionado por los alcaldes. Puede empezar hablando con el alcalde socialista de Alconchel, por ejemplo, que para acabar con el paro ha maquinado un revolucionario plan que incluye como punto estrella organizar las ferias del espárrago y la tagarnina, también llamada cardillo silvestre. Pues eso, contra el paro… espárragos! Nos ha salido un Adelson, pero en lugar de Eurovegas va a montar el Eurotagarnina, que es más nuestro.
Quitarle el dinero a las empresas para que los alcaldes creen empleo es como quitarle las mangueras a los bomberos y dárselas a los pirómanos, pero a la izquierda dejar que los malvados empresarios creen empleo les suena mal. Los que saben de empleo son ellos, que para eso han conseguido el record absoluto de desempleados en Andalucía, la única comunidad que gobiernan. Aunque eso es por cantidad, porque lo que es en calidad han creado unos empleos que ya quisieran muchos. Fíjate que el puesto del ex-director de trabajo andaluz tenía hasta un plus para cocaína con cargo a  los ERES.
A ver si se enteran de una vez que no hay soluciones mágicas. Solo saldremos de ésta quitando las trabas al emprendimiento y premiando la cualificación, el esfuerzo y la constancia, porque los atajos no llevan a ninguna parte. Por eso estoy deseando que la princesa alemana vuelva para llevarse al Rey a Botswana. Y si se topa con un elefante no hay problema, que en la Clínica Rúber ya le tienen hecha la horma de la cadera. Pero, por favor, que se dejen de pactos porque los pactos los carga el diablo.

sábado, 4 de mayo de 2013

El ministro de los billetes de 500 euros.




El ministro Guindos apoyaba el lunes pasado la supresión de los billetes de 500 euros aduciendo, entre otras cosas, que “en su vida ha visto ninguno”, lo que ha dado lugar al estupor y la incredulidad del público en general. Pues, contra lo que piensan los demás, yo le creo. Y lo digo de verdad, porque el ministro se mueve en un nivel en el que no necesita dinero en efectivo. Seguramente en su club nadie es tan ordinario como para esgrimir un billete, pudiendo apuntar los gastos en su cuenta. Y fuera de él, la Visa oro, la empresa o la corte de pelotas que siempre acompaña a quien detenta el poder, hacen igualmente innecesaria la vulgaridad de echar mano a la cartera.
Lo que me preocupa es que quien tiene en sus manos las riendas de la economía del país, si le deja “Recaudator” Montoro, demuestre públicamente tal desconocimiento de sus gentes. Es imperdonable esa demostración pública de que en la vida ha hablado con un barman, un tendero o su peluquero, porque si lo hubiera hecho sabría que esa estupidez no se puede decir aunque sea verdad. Es posible que, como dijo la idiota de la delegada del gobierno en Cataluña, sea estupendo que los pijos gasten dinero, pero un ministro no puede ser tan pijo para aislarse del resto de los mortales si quiere que estos vuelvan a votarle.
Cierto escritor hablaba del aislamiento como “un mal que reflejaba la limitación y la codicia de una clase”. La clase política española, por desgracia, padece este mal en grado sumo, como determinadas dinastías reales padecían la demencia o la hemofilia. Y esa limitación y codicia explican mucho del actual distanciamiento entre ellos y el pueblo soberano.
En descargo del ministro hay que decir que tiene ilustres precedentes. Cuentan que María Antonieta, cuando le dijeron que el pueblo pedía pan, contestó, seguramente sin maldad, que comieran brioches. Vale que ella no supiera que, si los sans-culottes no sustituían el pan por dulces, no era por capricho. Pero el desconocimiento no impidió que su cabeza rodara separada del cuerpo. Mucho me temo que los miembros del gobierno se empeñan en acercar peligrosamente sus cabezas a la cuchilla que ha de separarlas del cuerpo electoral. Más les valdría hacer el esfuerzo de bajar al nivel de la calle, escucharla y cambiar tanto su forma de gobernar como su forma de comunicar. Porque, si se empeñan en seguir dentro de la burbuja, seguramente acabarán con sus testas en un cesto.
“No hay peor ciego que quien no quiere ver” –Dicho popular-