miércoles, 27 de mayo de 2020

Temo a los griegos aunque vengan con regalos.






En una ocasión, el Duque de Ahumada puso su cargo de Jefe de la Guardia Civil a disposición del dictador Narváez, que pretendía castigar, injustamente, a un cabo del Cuerpo por cumplir estrictamente con su deber. Esa vez se impuso la rectitud de Ahumada, y el Espadón de Loja renunció a consumar el atropello. Así, desde su creación, la Guardia Civil ha mantenido justa fama de incorruptible, apenas manchada por algún episodio desgraciado. Los españoles sabemos que la opción de intentar sobornar a un agente, cuando te pilla en un renuncio, es una apuesta casi segura para acabar en el cuartelillo, como han descubierto algunos extranjeros despistados procedente de según qué países.


El ministro Marlaska también lo sabe. Lo comprobó al enterarse del informe enviado, por la comandancia de Madrid, al juez encargado de instruir las denuncias, en relación con la ocultación de información del riesgo de contagio del coronavirus, antes de la manifestación del 8-M.


Pero el ministro no se arredra. Conocedor de la dificultad de comprar a un guardia civil, ha decidido subir la apuesta y comprarlos a todos de una tacada, eso sí, con nuestro dinero. Hace apenas tres meses se negaba siquiera a tramitar la equiparación de sueldos con las policías autonómicas. Ayer, súbitamente, en la rueda de prensa para explicar el cese de Pérez de los Cobos, se ha descolgado anunciando un aumento de sueldo del 20% para las FF.CC.SS.EE.

Al conocer la noticia, la consideré otra de las promesas del gobierno que no va a cumplir, pues no tiene dinero. Pero luego cambié de opinión. Si este gabinete no salta en pedazos antes de lo que esperamos, la promesa del gobierno, por boca de su ministro, es una jugada maestra. Ante el previsiblemente horroroso horizonte penal que se les viene encima, lo mejor que pueden hacer es procurar tener de su lado al instrumento de los jueces para recabar las pruebas que pueden dar con sus huesos en la cárcel. Y, como el asesino que escondió el cadáver de su víctima en un campo de batalla, este Gobierno quiere esconder su intento de comprar la voluntad, de quienes van a investigarle, entre la subida generalizada de sueldo a la policía.

Es muy probable que yerren en su intento y tropiecen con el honor, divisa de la Guardia Civil. Pero no seamos ingenuos, no van a renunciar a poner a las fuerzas del orden al servicio del poder, en lugar de al servicio de la ley. Es lo habitual en las dictaduras a las que asesoran sus socios de Podemos. Introducirán el aumento en los presupuestos, como los aqueos introdujeron el caballo en Troya hace 3.000 años. 

Confiemos en que la nuestras Fuerzas del Orden sigan los consejos del viejo troyano que advirtió “timeo danaos et dona ferentes”, y cumplan con su deber. Que permanezcan ajenos a los cantos de sirena de la corrupción moral, ofrecida por un gobierno sin reparos en intentar extender su podredumbre a todo lo que le rodea. Que eviten vender su alma al diablo. Que se imponga el espíritu inculcado por el Duque de Ahumada a sus hombres. De lo contrario, que Dios nos asista.



martes, 26 de mayo de 2020

Delenda est Sánchez.




Casi cinco años después, volvemos a la carga. En parte espoleado por algunos amigos, pero, sobre todo, por la situación en que nos encontramos. Jamás, como hoy, los derechos fundamentales de los españoles han estado tan en peligro, hasta el extremo de que algunos consideran que nos encontramos en una dictadura “de facto”.

No entraremos, por ahora, en los errores y tropelías del Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en la gestión de la crisis sanitaria originada por el COVID-19. Errores que, en gran medida, han dado lugar a la mayor catástrofe humanitaria que ha padecido España desde la Guerra Civil, como atestiguan las cifras y las escenas que hemos podido ver de hospitales, geriátricos y tanatorios. Nos centraremos en los atentados a nuestros derechos constitucionales, que no dependen del virus o de la economía, sino de la voluntad, conscientemente totalitaria, de los políticos que rigen nuestro destino.

Porque los repetidos atentados contra nuestro derecho a la libertad de circulación, aun arbitrarios y estúpidos, podrían justificarse por la pandemia. Pero ésta no justifica la toma de control de la práctica totalidad de los medios de comunicación. Mediante la técnica del palo, censurando y despidiendo a los levantiscos, y la zanahoria, untando a los afines, se han usurpado a la sociedad los medios de garantía del derecho constitucional a comunicar y recibir información veraz. Así, la información ha sido sustituida por la censura, la mentira y la propaganda al servicio del poder.

Se ha vulnerado el derecho a la intimidad, mediante la utilización de las fuerzas de seguridad, espoleadas por órdenes directas del ministro Marlaska, para el rastreo de las redes sociales en busca de opiniones críticas con el Gobierno,  no sabemos con qué oscuros fines.

Se ha vulnerado el derecho a no ser sancionado al margen de los supuestos previstos en las leyes. Cientos de miles son las multas impuestas por cosas como ir a comprar pan a destiempo o cerveza sin prescripción facultativa.

También se ha vulnerado la tutela judicial efectiva y el principio de separación de poderes. La destitución, rastrera y totalitaria, de un mando de la Guardia Civil, por no  plegarse a las instrucciones del Gobierno de desobedecer a los tribunales y vulnerar su deber de secreto, es más propia de la antigua Unión Soviética que de un país de la UE.

Por todo esto y más, no es el momento de callar. Dante sitúa en la antesala del Infierno a los tibios y pusilánimes, como pecadores mediocres, condenados a ser devorados por insectos asquerosos. Lo que estamos viendo en España no puede dejarnos indiferentes. Y, copados los medios oficiales por el poder, las redes sociales nos ofrecen la posibilidad de resistirnos a sus propósitos. La tibieza y la cobardía no son una opción, porque conllevan, como en la antesala del infierno, el castigo de ser devorados por este gobierno indecente.


Delenda est Sánchez.