lunes, 31 de diciembre de 2012

Solo le pido a Dios…


Como en la canción de Mercedes Sosa, me gustaría pedirle a Dios algunas cosas para el 2013, que se nos presenta incierto y, al mismo tiempo, lleno de esperanza. Pero dado que la lista es larga me limitaré a pedir una: que triunfe la decencia.
Así, para el Nuevo Año no voy a pedir políticos de altura; solo políticos que hagan lo mismo que pregonan, o que pregonen lo mismo que hacen.
No pido banqueros generosos; me conformo con que no engañen a ahorradores e inversores, ni se aprovechen de quienes pasan apuros financieros.
No pido periodistas brillantes; valen aquellos cuya pluma no escriba al dictado de los interesados en que no se sepa la verdad.
No pido jueces infalibles, siendo suficiente que traten con el mismo rasero a humildes y poderosos.
No pido empresarios virtuosos; limitándome a pedir que sus beneficios sean fruto del juego limpio y la satisfacción de sus clientes, no de sus influencias con el poder.
No pido funcionarios excelentes; basta con servidores públicos que hagan el trabajo por el pagamos nuestros impuestos.
No pido ciudadanos ejemplares; sino personas que no hagan que los demás les saquen del fuego las castañas que ellos mismos pueden sacar, y no admitan la indecencia de quienes detentan el poder político o económico.
No pido sindicalistas… bueno, no pido sindicalistas Dios mío.
Lo único que pido es que en los nuevos tiempos que se avecinan no tengamos que sufrir a los mismos sinvergüenzas que hemos visto vivir a cuerpo de rey, tanto en las vacas gordas como en las flacas, a costa de la miseria y el dolor ajeno. Porque si conseguimos entre todos que se imponga la decencia seguro que trabajo, justicia y prosperidad vendrán solos.
Así sea.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Si se mueve múltalo!


Hace unos meses, el Ayuntamiento de Madrid me sancionó por no identificar al conductor de mi vehículo, cosa harto complicada dado que en ningún momento me notificaron la obligación  de identificar a nadie. De nada sirvieron mis protestas, ni mi infructuosa solicitud de puesta de manifiesto del expediente, como marca la Ley. Inexorablemente fui recibiendo sucesivas cartas-tipo en la que desestimaban todas mis alegaciones y recursos sin mencionarlos siquiera, en un alarde de incompetencia y/o mala fe administrativa a resultas de la cual todavía desconozco el hecho que motivó la multa.
Esta es la moneda común de unas administraciones que utilizan torticeramente sus potestades sancionadoras para hacer caja, pero a las que en el fondo les importa un pimiento el cumplimiento de sus propias  leyes, que ni siquiera se molestan en dar a conocer, lo que tampoco es extraño habida cuenta que solo el Gobierno y el Parlamento aprueban 50.000 páginas anuales, diez veces más que USA en siete u ocho años. Nada menos que  1.676 decretos estatales llevamos aprobados en 2012, el último de los cuales comienza, literalmente, diciendo cosas tan útiles y novedosas como “el café son las semillas sanas y limpias procedentes de las diversas especies del género botánico «Coffea»". Unido a la normativa autonómica, provincial y municipal, el resultado son kilómetros de páginas llenas de mandatos de todo tipo que hacen buena la frase de Tolstoi “es más fácil hacer leyes que gobernar”.
Y si al menos nos quedara el consuelo de ver a las administraciones cumpliendo las normas que nos imponen a los demás. Pero recuerdo la indignación de un amigo a quien paralizaron la apertura de una guardería por carecer de unas pegatinas señalando la salida, mientras a unos pocos cientos de metros abría sus puertas un colegio público sin terminar, donde los niños entraban y salían entre excavadoras y grúas, en una sonrojante demostración administrativa de la ley del embudo. Por no hablar de las golfadas que nos muestran los diarios, protagonizadas por los mismos que dictan las reglas del juego, campando a sus anchas mientras a los ciudadanos cumplidores un despiste les supone el descuadre del presupuesto mensual, haciendo que en un país plagado de normas vivamos en la anormalidad más absoluta.

La necesaria regeneración democrática debería empezar por mandar a la basura toneladas de papel de diarios oficiales, y sustituir tantas reglas absurdas por unas pocas sensatas, creíbles y que se hicieran cumplir por todos.  Podríamos aprender de los americanos que, antes de Obama, tenían un comité para decidir si era realmente imprescindible aprobar cualquier regulación y que tuviera el mínimo impacto en la libertad de las personas. Aunque no estoy seguro de que la propuesta tuviera éxito aquí, pues los españoles llevamos dentro un Torquemada pronto a indignarse ante el primer suceso que ocupe un titular de prensa, exigiendo normas y castigos, casi siempre para los demás,  sin asumir que la realidad no puede cambiarse con palabras sino con decencia y hechos.

Así seguimos en el “vivan las caenas”, que gritaban los partidarios de Fernando VII, sustituido el monarca absolutista por un Estado omnipresente dotado del poder de regular cosas que el propio rey felón no se hubiera atrevido a soñar. Decia Montesquieu que “las leyes inútiles debilitan a las necesarias”. No seré yo quien lleve la contraria al maestro, pero me permitiría añadir una cosa: sobre todo debilitan nuestra libertad.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Feliz Navidad, sin gatos!



El año 2012 ha sido duro y muchos no tienen demasiados motivos para celebrar estas Navidades. Así por Internet campa un gato chistoso diciendo que, entre la paga extra, el paro y los desahucios, es una hipocresía decir Feliz Navidad. Yo no creo que sea buena idea hacer caso de los consejos de un gato, porque si hay que confiar en un animal siempre es preferible un perro. Los de Campofrío, por el contrario, intentan levantarnos el ánimo apelando a los logros obtenidos por los españoles y a la posibilidad de repetirlos. Estoy seguro que lo haremos, aunque muchos dirán que la esperanza está muy bien pero que ahora pintan bastos.

Algunos, de forma interesada, pregonan que se nos ha caído el Estado del Bienestar, pero en nuestra mano está conservar una cosa más importante como el Estado del Bienser. Estaremos mejor o peor pero seguimos siendo los mismos. Y además no pintan bastos para todos, por lo que no es de recibo esta tristeza general que se empeñan en mostrarnos los medios.
De todas formas quizá lo que nos enseña la televisión no sea toda la realidad. Yo he visto en la calle a mucha celebrando las comidas de Navidad, aunque se comentaba que el menú había sido más modesta, frente a los tiempos en que se presumía de quien había comido el bogavante más gordo. También estaban los centros comerciales a reventar, si bien los visitantes portaban la mitad de bolsas que en campañas pasadas. Pero la gente parecía igual de feliz, borracha o enfadada que otros años.
 
Comparando nuestras carencias con las de épocas no tan lejanas resulta que las vacas gordas de nuestros mayores eran esmirriadas y pobres comparadas con nuestras vacas flacas. Y no obstante sonreían y eran felices, especialmente en estas fechas. No seamos pobres de espíritu permitiendo que el precio de la botella de vino o el calibre de los langostinos nos amargue las fiestas, mandemos al carajo al gato chistoso y vamos a disfrutar de lo mucho o poco que tengamos, como se ha hecho siempre.
 
Porque a pesar de que no elijamos las cartas que nos han tocado, siempre podemos escoger como jugarlas. Y el ambiente de la partida es mejor cuando los participantes cantan. Además, esta baza la juegan también los más pequeños, a los que debemos transmitirles el optimismo que les permita crecer felices. Apartemos nuestras preocupaciones unos días y dejemos que el espíritu de la Navidad entre en nuestros corazones. Sin hipocresía, os deseo a todos Feliz Navidad!

jueves, 20 de diciembre de 2012

El acierto de los mayas.

 
Estos días todos andamos haciendo chistes sobre el fin del mundo pregonado por los mayas. Pues, a unas horas del Apocalipsis, pienso que los mayas tenían razón. El mundo que conocíamos se ha ido al infierno y nada volverá a ser lo mismo. La tecnología y la Nueva Era abierta por Internet se lo han cargado. “Vaya estupidez”, dirán algunos, “ahora nos va a hablar de Internet”. No se trata de Internet sino de sus implicaciones, que la mayoría no quiere ver aunque estén delante de nuestras narices.
La cuestión es que la tecnología y la globalización se han llevado por delante referentes que parecían inmutables. Es curioso ver al gobierno hablando todavía  de la importancia de la construcción como generadora de empleo cuando el sector de la construcción está muerto. Y no solo porque haya pisos sin vender sino porque, cuando se vuelva a edificar, la construcción será diferente. Pero es más preocupante ver que muy pocos captan las consecuencias de una tecnología capaz de hacer en minutos, y a la centésima parte del coste, el trabajo por el que hoy se paga a un administrativo un sueldo mensual (tomen nota los sindicatos).
 
Tampoco voy a hablar de twitter o facebook que, aunque pronto serán sustituidas por otra cosa, son una revolución de la que muchos permanecen al margen considerándolas tonterías. Son los mismos que creen que perder una mañana “de bancos” para hacer unas gestiones que se pueden realizar en minutos desde el sofá de casa es trabajar.
Hablo de una revolución tecnológica traducida en dos palabras: “transparencia” y “valor añadido”. La tecnología ha roto las barreras para la ocultación, permitiendo que todos los ciudadanos de a pie sepan tanto lo que piensa el Departamento de Estado Americano sobre Cameron o Berlusconi (Wikileaks) como la opinión de un funcionario sobre el concejal de urbanismo de su pueblo. Y  el valor añadido ha quedado en evidencia con la transparencia, puesto que nadie está dispuesto a pagar por aquello que se le aparece ante los ojos inútil y desnudo (que le pregunten a las cámaras de comercio o los colegios profesionales, arruinados en cuanto han tenido que salir a “vender” sus servicios)
 
Como en todas las revoluciones, la encrucijada que se nos muestra tiene dos caminos: opresión o libertad. La tecnología puede hacer de los ciudadanos los dueños de su destino si la transparencia les permite conocer qué hacen sus gobernantes y qué valor ofrecen. O por el contrario permitir que los gobiernos, nacionales o supranacionales, controlen el destino de los gobernados, sabiendo qué hacen éstos y ocultando, por el contrario, las miserias del poder.
El combate se está librando ya, y en estos días se ha debatido en Dubai la posibilidad de control de Internet en el seno de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU). En el bando de la regulación se sitúan países como Rusia, China, o los países árabes, mientras en el de la desregulación se encuadran Estados Unidos, Canadá o la vieja Europa, si bien con algunas reticencias en esta última. La ONU, burocratizada y liberticida, se ha posicionado con los partidarios del control y la censura. Por suerte la batalla la han perdido esta vez las potencias totalitarias.
 
Decía un dramaturgo que “las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo”. No permitamos en el mundo post-profecía que el poder ate nuestras mentes. Los partidarios de la libertad debemos permanecer vigilantes, velando armas y con las pinturas de guerra en el rostro.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Las mareas sin control (horario)


La piel de toro de esta España que nos cobija anda para pocos puyazos a las alturas de la lidia en que andamos. Pero como a perro flaco todo se vuelven pulgas, últimamente se está viendo sacudida por mareas de los colores más diversos. Comenzó la marea verde de los maestros, cabreados porque los nuevos horarios les impedían impartir una formación de calidad. Le siguieron las batas blancas contra los recortes que impiden una atención de calidad a los enfermos. Y ahora, como éramos pocos, nos invade la marea del poder judicial, que está sin bautizar pero a la que le viene al pelo el nombre de marea negra, por lo oscuro de sus ropajes y lo tóxico de sus sentencias. Estos, además de calidad,  también piden independencia, como Daoíz y Velarde.
Así, el denominador común de estas mareas no es la luna, como en las marítimas, sino la calidad del servicio público que, según los mareantes, se verá irremediablemente afectada por los recortes. Lo sorprendente es que los colectivos implicados suelen darse cuenta de esa escasez de medios coincidiendo con los decretos que recortan sus sueldos, licencias y permisos ("moscosos", "canosos" y demás "osos" de los que está poblado el estatuto funcionarial, que parece un río salmonero de Alaska).

Cierto que hay funcionarios ejemplares, cumplidores y motivados, y que en todas partes cuecen habas. Si no que le pregunten al CEO de una compañía extranjera de visita en una empresa española que, sorprendido por el tamaño de las instalaciones, preguntó a su interlocutor “cuánta gente trabaja aquí?”, recibiendo la respuesta… “pues más o menos la mitad, como en todas partes”. Coincido con la marea en la necesidad de medidas para mejorar los servicios públicos, pero me permito discrepar, desde mi condición de funcionario en excedencia, en la prioridad de los medios a aplicar.
Para empezar se podían poner los medios de control horario, léase tarjeta de fichar o similares. Pues, siendo razonable que un bombero, un policía o un médico del 112 no fichen la entrada y salida del centro de trabajo, no hay justificación para que un cirujano, un maestro o un juez, que prestan sus servicios en un edificio público con un horario determinado, estén exentos de una medida de supervisión común al resto del funcionariado y, por supuesto, a los trabajadores del sector privado. La calidad del servicio público tiene mucho más que ver con el cumplimiento de horarios que con el cobro de la paga extra.

Además, guste o no a los empleados públicos, la empresa que paga sus nóminas está quebrada y la forma de evitar su colapso no es pedir más derechos que recaen sobre las espaldas de los contribuyentes, sino poner más esfuerzo. Cuando vea una propuesta de mejora que comience por reclamar sistemas para impedir que los funcionarios que cumplen a rajatabla su jornada laboral sean estafados por quienes no lo hacen, creeré que luchan por mis derechos en lugar de por los suyos. Y mejor si lo hacen con una huelga a la japonesa!

domingo, 9 de diciembre de 2012

La ley del embudo o las redadas del chaleco fosforito.


La detención del ex-presidente de la CEOE Díaz Ferrán, acusado de alzamiento de bienes y blanqueo de dinero, ha copado los titulares esta semana, como hace pocas lo hacía  Gao Ping, cabecilla de la mafia china responsable de un masivo fraude contra la hacienda española. En ambos casos hemos asistido a operaciones con un despliegue de medios, jueces, inspectores fiscales y policías con chaleco fosforito, proporcional a la importancia de lo desfalcado, además de órdenes de ingreso en prisión y fianzas record.
Hasta aquí todo bien, bueno regular pues al chino le han tenido que soltar dado que el juez instructor no sabe contar los plazos del habeas corpus (qué listos son los chinos). Pero lo cierto es que yo me quedo chasqueado cuando veo que estas redadas no son moneda común, o al menos no lo son para todos. Porque a la cúpula de CIU le han descubierto comisiones y cuentas en Lientchestein y andan tomando dry martinis por la zona alta de Barcelona. Por no hablar del alcalde de Lugo, tan campante tras ser imputado por soborno en la adjudicación de servicios, al igual que el de Sabadell. O los casos más antiguos de Jaume Matas, condenado por corrupción a seis años, que sigue sin encerrar porque la fiscalía no lo ve necesario, o los responsables de los falsos EREs andaluces, que andan gobernando la comunidad sureña. Y qué decir del ilustre diputado Pepiño Blanco, el único español que, en lugar de pagar por repostar, cobra en las gasolineras.
Esto es la demostración palpable de la aplicación de la ley del embudo en cuanto  las golfadas contra los españoles de a pie se perpetran por quienes tienen responsabilidades públicas o no. Sinceramente, a mí un empresario sin escrúpulos o un chino defraudador no me producen alarma social. Al menos no en la misma medida que descubrir que un alto porcentaje de los que toman las decisiones relevantes en este país son unos chorizos, además de unos inútiles. Me preocupa sobremanera pensar que cualquier contrato de las administraciones públicas es una oportunidad de negocio para políticos sin conciencia.
La regeneración del país necesita una buena dosis de detenciones a bombo y platillo realizadas por policías con los chalecos fosforito puestos. Pero para variar podían entregarnos esposado a un pez gordo que nos hiciera pensar que la Constitución, esa que conmemoramos esta semana, rige para todos, especialmente en lo de la igualdad ante la ley. Por ejemplo, nos gustaría ver a Urdangarín con el pijama de rayas. A mí particularmente me repugna más que Ferrán, que al menos no ha utilizado fundaciones de discapacitados como tapadera para ocultar lo robado a los españoles.
Decía Abraham Lincoln que “todos los hombres nacen iguales pero es la última vez que lo son”. El problema añadido es que ostentar un cargo público acentúa las desigualdades.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Renovarse o morir (de ex-presidentes batallitas)


Andan los foros patrios llenos de ex-presidentes pontificando para quien quiera oírlos, desde Felipe González, en olor de multitudes socialistas, a Aznar metiéndole el dedo en el ojo a Rajoy. Aquí, los pocos políticos que se van, en cuanto te descuidas se echan el “Just for men” y, hala! a darle el tostón a los correligionarios, que encima les ponen de merendar. Cómo no vamos a tener más políticos que en Alemania si no se jubila ni Cristo?
Así tenemos el parlamento, con representantes que ya forman parte de la decoración. Y al menos decoran, porque lo que es producir, los hay que llevan legislaturas y legislaturas tocándose las bolas. La única novedad es que ahora se las tocan con el Ipad. A estos profesionales del negocio, que coincidieron en el escaño con Cánovas del Castillo, aparece un periodista cursi y  les llama “políticos de raza”. Lo que son es culos de buen asiento, porque si hablamos de raza va a resultar que es un pointer.
 
Los yanquis, mucho más listos, encierran a los “ex” en campos de golf en Florida, de modo que el coñazo se lo den a sus caddies que para eso cobran, dejando al resto del paisanaje a salvo de las batallas del abuelo cebolleta. Pero en USA también la innovación la hacen chavales en Silicon Valley, y aquí la charla de I+D+i te la clava un catedrático sesentón. Como mal de muchos consuelo de tontos, me tranquiliza ver el culto a lo antiguo en la Gran Bretaña, y si no mira al príncipe heredero, que si se descuida lo van a coronar coincidiendo con el nacimiento de su biznieto. Hablando de orejas, mejor me callo porque el nuestro va por el mismo camino, salvo que aparezca un elefante a rematar la chapuza que hizo el anterior, que vaya mierda de paquidermos gastan en Botswana.
En España nos gusta lo viejo y mirar para atrás. Eso sí, como nadie ve la viga en ojo propio, luego se quejan de que haya nostálgicos del franquismo quienes andaban hace tres días desenterrando fiambres con cerca de un siglo de antigüedad. Lo extraño es que no haya nostálgicos de Felipe II o de Viriato.

Yo, para ir remediando esto, a los políticos les ponía una fecha de caducidad, como a los “replicantes” de Blade Runner, pues está visto que ellos solos no se van ni aunque les concedan la jubilación dorada esa de los diputados, con ocho años cotizados. O al menos utilizar el sistema FIFO de renovación del estocaje (First In First Out, o el primero que entra el primero que sale, para los profanos). Y, ya que no tenemos tantos campos de golf, con el tute o el mus podemos apañarnos para eso de “renovarse o morir”. Aunque me temo que la historia no cuenta que al creador de la frase, si era español,  el oyente le hizo un corte de mangas  mientras contestaba: “Y un jamón!”.

 

sábado, 1 de diciembre de 2012

Dónde están las cajas, matarile…


Andan el gobierno y las instituciones europeas a vueltas con las cajas, arreglando o liquidando los restos de ese galimatías de fusiones frías y calientes, paridas por una ingeniería financiera fecunda en términos y operaciones que parecen destinados a confundir a todos. Ya nada queda de las entrañables Cajas de Ahorro y Monte de Piedad, cuyas sucursales eran las depositarias del primer dinero, en ocasiones una peseta o un duro, que los recién nacidos recibían de sus padrinos o abuelos. Su lugar ha sido ocupado por corporaciones con nombres pomposos como Bankia, Liberbank, Caja3 o Unnim, tras los que se oculta un enorme agujero financiero, y otro más profundo en el lugar donde las originales tenían el corazón.
Muchos nos preguntamos cómo ha sido posible que unas entidades centenarias, presentes en  las plazas de cada pueblo de España, hayan sido barridas del mapa en estos pocos años de desmadre. Toda clase de explicaciones se han dado, desde la crisis financiera al mal hacer de los supervisores bancarios. Mas el hecho de que el tsunami financiero haya arrasado las cajas, dejando en pie a los bancos, demuestra que el germen del desastre estaba en su interior, en forma de injerencia política, incompetencia, despilfarro y falta de ética, adornado todo ello con la corona de la vanidad.

Al perder las cajas su representatividad para convertirse en el instrumento financiero de los gobiernos autonómicos renunciaron a la defensa de los intereses de los ahorradores, poniéndose al dictado de unos políticos dispuestos a usarlas como instrumentos propios. Y surgieron nuevos gestores también politizados, desde funcionarios a médicos de familia (hasta un cura había en danza) que tenían en común el desconocimiento del negocio y la docilidad a quienes les habían nombrado. También la soberbia, que hizo creerse tiburones financieros a quienes no distinguían un bono de una opción de compra.
El resultado a la vista está: fallidos créditos multimillonarios a promotores, financiación de rascacielos vacíos o aeropuertos para paseantes, visas-oro, coches con chófer, y sueldos y dietas inconfesables. En un supremo alarde de inmoralidad los responsables del agujero, una vez que éste se reveló a los ojos de todos, quisieron cubrirse las espaldas con indemnizaciones millonarias y planes de pensiones escandalosos.

Las víctimas de tanto desatino, como siempre, fueron los más débiles. Así, los modestos impositores cuyos ahorros se fueron por la alcantarilla convertidos en productos como las acciones preferentes, que les vendieron  aquellos en quien confiaban, o los destinatarios de la obra social, tabla de salvación para la construcción de residencias de mayores o centros de discapacitados.
Seguramente los intereses políticos y económicos impedirán que se depuren las culpas, y quienes irresponsablemente jugaron y perdieron un dinero que no era suyo se irán de rositas. No podrán evitar, sin embargo, que les persiga el recuerdo de los ancianos a los que se despojó de sus ahorros de toda la vida, o la mirada de los niños privados de la atención que necesitaban. En cuanto al  resultado del proceso de reestructuración poco importa ya, porque el dinero público puede restituir a las cajas su solvencia pero nunca les podrá devolver el alma. Descansen en paz.

 
 

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Vivan Las Vegas (de Alcorcón)


La izquierda está que fuma en pipa desde que Adelson, ese abuelete con pinta de tener más peligro que Willy Fogg con un bonobús, decidió montar un macrogarito en Alcorcón. A él y a Esperanza Aguirre le han llovido críticas desde todos lados. Poco menos les acusan de montar la Babilonia de la meseta, llevando al vicio y la perversión a los hogares madrileños. "Espe" se ha ido, pero el antro de perdición al que aspiraban los catalanes, que ahora le llaman puticlub porque como no alcanzan las uvas dicen que estaban verdes, se queda.
El último  motivo de discordia  a cuenta del Disney World del vicio ha sido la posibilidad de dejar fumar en los casinos. Yo dejé de fumar hace ocho años (me fui antes de que me echaran) pero la verdad, sigo sin tener muy clara la razón por la que un atajo de políticos mangantes ostentan la potestad de decidir de un día para otro si hay que fumar en el bar, los retretes o la calle. Me maravilla especialmente que permitan a un adulto acostarse con una niña de 13 años si consiente, pero le sancionen con una multa millonaria si ofrece un pitillo a una de 17, aunque también consienta. Por eso no acabo de entender el puritanismo de la progresía, que ha hecho cuestión de honor nacional el que no se fume en la sala de ruleta.
 
De toda la vida los casinos eran sitios para el vicio y tenían cuatro componentes esenciales, juego, bebida, tabaco y mujeres de mala vida. A mí no me parece mal que las autoridades vigilen que el juego sea limpio y eviten que el tabaco sea de contrabando, la bebida garrafón y las fulanas paguen peaje a un chulo. Pero, como empiecen a prohibir los vicios, Eurovegas va a tener el ambiente de un club macrobiótico.
 
Desde que Zp, Zerolo y demás papanatas impusieron la visión cósmica de la moralidad aquí los únicos que se lo pasan bien son los gays. Yo, la verdad, voy para mayor y mis juergas últimamente pasarían la censura de mi suegra pero, leches, hay que dejar que la gente se divierta, sobre todo si eso supone una oportunidad laboral para miles de españoles. Al final los progresistas nos van a poner a cantar salmos a todos, eso sí cobrándonos derechos de autor. Qué coñazos!

 

sábado, 24 de noviembre de 2012

Justicia de pago.


Si en algo coincidimos los liberales con los comunistas es en que los bienes públicos puros, es decir la defensa, la justicia, el orden público y las relaciones exteriores, deben ser proporcionados por el Estado de forma universal y pagados con impuestos. Pero, no sé si por reminiscencias de sus tiempos de colegio de pago, el ministro Gallardón ha decidido hacer la justicia también de pago (“justicia solidaria” la ha llamado) y le ha metido una tasa que ha levantado ampollas.
Sin entrar en lo que va costar un pleito ahora, aunque con el tasazo han conseguido eliminar los “pleitos pobres” porque cualquier demanda va a salir por un pico, no acabo de entender esa manía de cobrar por lo necesario y financiar lo accesorio. Parece que la justicia es un lujo y hay que aligerar los presupuestos, pero se mantienen las asignaciones al cine. Esto es Hollywood! (Nunca mejor dicho)
El invento del apellido “solidaria” plantea el problema de que a la Justicia, con mayúscula, le sientan mal los apellidos. Siempre se ha dicho que la justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música. Del mismo modo, cuando a la justicia se le añade el apellido “popular” normalmente consiste en un juicio callejero y un linchamiento rápido. Y ahora la justicia “solidaria” se traduce en que la pagan los ricos librando de esa carga a los demás a los que, de paso, se les deja sin posibilidades de acudir a ella. Pero que no se quejen, porque así no perderán el tiempo en tonterías como reclamar lo que les corresponde en derecho.
Dice el ministro que pleiteamos mucho. No sé yo si es así en el orden civil, pero en el contencioso-administrativo se deberá a la mucha arbitrariedad de los poderes públicos, que no hay más que verle a él. Dice también que quienes se quejan de la tasa son los profesionales del ámbito jurídico. Acabáramos! No se van a quejar los profesionales del mundo del circo, aunque no te extrañe que dentro de poco lo hagan por intrusismo, pues esto lleva camino de convertirse en una charlotada.
Yo creía que para hacerle perrerías a la Justicia bastaba con los jueces, pero gobierno y parlamento piensan que no es suficiente y se han puesto a trabajar afanosamente para destrozar lo poco que quedaba de ella. Si era lenta, politizada y arbitraria ahora, además, es cara. Al final han conseguido efectivamente que le pongamos apellido. El ex-alcalde Pacheco decía de era “de cachondeo” y los españoles pensamos que es una justicia “de vergüenza”.

martes, 20 de noviembre de 2012

De morosos y paganos.


Las frases sobre la necesidad de cumplir lo que se debe inundan nuestro refranero: “quien paga manda”, “el que paga descansa”, “las excusas de mal pagador” o “lo prometido es deuda” no son sino ejemplos que ilustran un principio fundamental del derecho romano, base del derecho privado y público: el “pacta sunt servanda” o, lo que es lo mismo, los pactos deben ser cumplidos. Este principio ha sobrevivido a siglos de bonanza y de carestía, a guerras y revoluciones, pues se basa en un elemento esencial en las relaciones humanas: la confianza en que quien empeña su palabra la cumplirá.
En los últimos tiempos estamos viendo como algunos pretenden sustituirlo por otros más progresistas y humanitarios como el “no debemos, no pagamos”, referido a la deuda pública, o “piso expropiado, deuda condonada” en el supuesto de las hipotecas.  A la ex-ministra Trujillo la han crucificado por atreverse a decir en Twitter “El que tenga deudas que las pague. Que no se hubiera endeudado.” Esta frase, que hubiera suscrito hasta hace cuatro días cualquier persona seria, se ha puesto en cuarentena por una serie de personajes que prefieren seguir la consigna marxista del genial Groucho: “Pagar la cuenta? Qué costumbre más absurda”.

Pues bien, cuando se dispara contra principios de tanta trascendencia como el cumplimiento de las obligaciones hay que mirar detenidamente lo que se hace, porque al final podemos acabar dándonos un tiro en la pierna. Está muy bien eso de que no se paguen los pisos, pero entonces habremos de concluir que, si el promotor no puede cobrar el producto de su empresa, tampoco estará obligado a pagar el jornal al albañil. “Qué dice usted insensato?”, responderán algunos, “no hablamos de constructores sino de bancos”. Ah, vale, entonces la que no cobrará será  la cajera del banco prestamista, porque no habrá dinero en la caja, salvo que le paguemos con el dinero del rescate que tendremos que poner los demás vía impuestos. Porque aunque dijera otra ex-ministra que “el dinero público no es de nadie”, yo estoy seguro de que sí, igual que el privado, y cuando se le da a uno se le quita a otro.
 
Desconfío instintivamente del buenismo santurrón de esos salvadores de la humanidad que hablan de socializar todo y perdonar las deudas, porque suelen coincidir con quienes tienen muchas deudas que pagar y ninguna que cobrar. Los que hablan del sufrimiento de quien ve vencer sus deudas sin poder hacerles frente deberían ponerse en el pellejo del que no puede pagar las suyas porque a su vez es incapaz de cobrar lo que le deben. Es cierto que la crisis ha dado lugar a situaciones dramáticas, pero esta no es la primera crisis de la Humanidad ni será la última, y a ver si por evitar los suicidios de los deudores vamos a conseguir que se suiciden los acreedores, que también tienen familia.
 
En la abundancia o en la crisis un hombre vale lo que vale su palabra y, el que la empeña en devolver lo que ha pedido a otro, tiene que afrontar las consecuencias en caso de incumplimiento, pues en eso consiste ser una persona de honor. Nadie impide, en caso de insolvencia, dar facilidades y aplazar o incluso condonar total o parcialmente la deuda, pero eso es un privilegio del acreedor, no un derecho que el deudor pueda exigir airadamente, pues como bien dice otra frase de nuestros acervo “los hombres primero pagan, después se ofenden”.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Generación ni-ni: que trabaje otro!


 
Últimamente asistimos a una proliferación de ni-nis de todas las edades y del pelaje más variopinto. En cabeza los dos ni-nis más cualificados que ha dado este país en los últimos años, Cándido Méndez y Fernández Toxo, caraduras de profesión, que han llegado a lo más alto del Universo Ni-ni sin aportar otra cosa que ruido y  furia. Y como la rueda estropeada del carro es la que más chirría, los ni-nis inundan los medios de comunicación con las consignas más necias y atrayentes. Necias porque no resisten el más mínimo debate pero, ante el papanatismo de una sociedad desorientada y acomplejada, tienen el atractivo de esas palabras vacías que se escriben con mayúsculas.
Entre los lemas ni-nis el denominador común son la demagogia y la inmadurez, traducidas en el axioma “la culpa de lo que me pasa no la tengo yo”. Ningún ni-ni reconocerá que su carencia de estudios se debe a que no se ha molestado en mirar los libros, o su falta de trabajo pueda tener causa en que no se ha preocupado de cualificarse y buscarlo. La responsabilidad siempre es de otros: un “sistema educativo injusto”, o una “sociedad que les roba su futuro” y contra la que hay que “rebelarse”. No admitirán que un 30% de fracaso escolar es la prueba de un 70% de éxito, e incluso que un 50% de paro juvenil implica un 50% de empleo. Pero entonces hay que competir por conseguir un empleo? Pues claro que sí! Cuándo ha sido de otra forma?  Nunca nadie se ha ganado la vida sin competir de un modo u otro, solo o en equipo. Lo bueno de la competencia es que, además de poner a cada uno en su sitio, hace avanzar a todo el conjunto.

Curiosamente ningún ni-ni considera inmoral competir en esos concursos de aspirantes a artistas. Asombrosamente tampoco cuestionan que se compita utilizando los recursos más barriobajeros para lograr que no te expulsen de una casa llena de ni-nis televisivos. Eso sí, en cuanto alguien compite por un expediente académico ejemplar, un buen puesto de trabajo o crear un negocio, entra en la categoría de sospechoso de afección a un sistema opresor. No digamos si triunfa, pues entonces directamente adquiere la condición de “borrego” o “insolidario”.
Cada vez tengo más presentes las palabras de Luis Huete, cuando decía España no se divide en Norte y Sur, ricos y pobres, o izquierda y derecha, sino entre los que trabajan y los que viven del cuento. No es fácil subir al barco a los que no están dispuestos a remar, pero no bajemos la cabeza cuando nos miren desafiantes, pues no son mejores que nosotros. Hoy día, con las excepciones que confirman la regla, quien no tiene estudios es porque no ha querido tenerlos, y a nadie se le roba el futuro porque bastante tiene cada uno con labrarse el propio.
 
Ninguna persona está obligada a subir al carro de los que estudian, trabajan y tratan de ser felices en lo cotidiano. Cada uno es libre de elegir su destino y la vida bohemia no es un invento actual,  con la diferencia de que antes las ovejas negras no insultaban a las demás desde su pedestal hueco. Es inadmisible la insolencia de quienes no se esfuerzan por salvarse a sí mismos y nos reprochan que no seamos capaces de salvar al mundo, pues nunca hizo nada grande el incapaz de hacer lo pequeño. Por eso, los que dicen que no se puede deberían tener la decencia de callarse y dejar trabajar a los que lo estamos intentando.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Soneto esquirol



 
Guerra a este ruin gobierno con saña,
dice de UGT el representante,
silicona y piquete amenazante
ni Dios mueva mano, pie o pestaña.

Nada importa la ruina de España
mientras la pancarta va por delante;
para acompañar mejor el bogavante
Mendez y Toxo toman una caña.

Hacer caso a sindicatos es letal
pues ellos lo que miran es su chollo,
veremos si se bajan del pedestal.

No está el horno para meter ni un bollo,
y terminar como Grecia o Portugal.
A trabajar para salir del hoyo!


Bueno, me voy a currar, que se hace tarde.
 

 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Yo desahucio, tú desahucias… ( y 2)



Si la cifra de 350.000 desahucios desde el comienzo de la crisis es impresionante, no lo es menos la de viviendas construidas en España durante el boom inmobiliario: 6 millones, ahí es nada, compradas a menudo como si fueran bombones, lo que explica muchas cosas. El ladrillo fue el becerro de oro sobre el que se montó España a todo trapo. Y en el ladrillo muchos montaron el BMW, el televisor de plasma, los muebles de diseño y el viaje de novios. Curiosamente, los que en tiempos del crédito ilimitado, vino y rosas, hablaban de sus pisos entre risas diciendo ”no es mío, es del banco”, se sorprenden ahora al comprobar que, efectivamente, era del banco.
Todos se mesan los cabellos por los desahucios como si fueran una novedad, cuando llevamos varios años asistiendo a ellos. El espectáculo de estos días demuestra que nuestra sociedad sigue enferma, adorando al becerro incluso después de comprobar que era de latón. Suicidios por la propiedad de una vivienda? Ayuntamientos amenazando a los bancos con retirar sus depósitos, en plan mafioso y al margen de la ley, para lavar su imagen? Cuadrillas ciudadanas impidiendo la ejecución de decisiones judiciales?

Además, no todos los desahucios son iguales. No es igual el de quien se hipotecó y rehipotecó sin límites que el de quien no lo hizo. Tampoco olvidemos a quienes cumplen con su hipoteca a base de privarse de cosas a las que algunos desahuciados no renunciaron. Y no podemos ignorar, por último, a quienes abdicaron de su aspiración a una casa en propiedad porque la prudencia les hizo desistir de meterse en un crédito imposible.
Los bancos, culpables en gran medida de la situación, no pueden jugar con ventaja imponiendo a los desahuciados, encima, una deuda personal de por vida. Pero tampoco es justo que quien libremente compró una casa a crédito incumpla su obligación de pago, sin ningún tipo de consecuencia, mediante el fácil recurso de poner el grito en el cielo. Las viviendas no surgen del aire, y regalarlas supone hacer recaer sobre las espaldas de los que apenas pueden pagar sus hipotecas, la carga de pagar de la del vecino.

La solución a los problemas reales no va a venir de la mano de pseudo-movimientos de indignados cuyo concepto de la propiedad inmobiliaria no pasa de la toma de posesión de las casas ajenas mediante la patada en la puerta y el cambio de cerradura. España es un país capaz de garantizar un techo a sus habitantes, pero eso no tiene nada que ver con paralizar los desahucios en función de la alarma social. El derecho a una vivienda digna no consiste en tener en propiedad la vivienda que uno elija sin pagarla. Hay mecanismos para impedir que nadie viva bajo un puente sin causar agravios comparativos.
Así, abandonemos la demagogia y la costumbre de reprochar a los demás nuestros males y pedir al Estado que solucione todos nuestros problemas, pues eso nos lleva a convertirnos en siervos. La vivienda es importante pero no tanto como para dar la vida o la libertad por ella. Porque no hay que olvidar que un Estado capaz de darte todo lo que quieres es capaz de quitarte todo lo que tienes.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Yo desahucio, tú desahucias… (1)


350.000 desahucios desde el comienzo de la crisis asustan a cualquiera, incluido un gobierno que ha empezado a estudiar a toda prisa los cambios legislativos para evitarlos. Se suponía que nuestros gobernantes actuales son conocedores de que en España, tradicionalmente, las normas en materias tan importantes como la propiedad inmobiliaria eran fruto de un largo proceso de reflexión. Pero hoy los políticos legislan a golpe de alarma social, lo que suele dar lugar a injusticias mayores que las que se trata de evitar.
Este es un tema lo suficientemente serio como para abordarlo con las meninges en lugar de  con la demagogia. Es curioso que se hable de modificar la Ley Hipotecaria cuando probablemente la principal causa de los desahucios es su incumplimiento sistemático por todos: vendedores, compradores, bancos y autoridades bancarias. Porque la Ley era y es muy clara, y establece el límite de la responsabilidad hipotecaria en el 80% del valor la vivienda. Si ese límite se hubiera respetado, en lugar de inflar las tasaciones al gusto de los interesados para financiar el 100%, anunciando además esas prácticas ilegales a bombo y platillo en la publicidad de las entidades financieras, seguramente no estaríamos hablando de burbuja inmobiliaria y de desahucios.
 
Y lo más grave, y de lo que nadie habla por cierto, es de que la ley se sigue incumpliendo con el mayor descaro por los bancos, que tratan de deshacerse de sus activos tóxicos mediante el ilegal procedimiento de negar la financiación a quienes pretendan comprar una vivienda que no sea de su stock. Por el contrario, anuncian sin ningún pudor la financiación al 100% de sus pisos en venta, pasándose por el forro la norma en una dinámica perversa. Así, además de practicar impunemente la competencia desleal, sanean sus balances sin ningún riesgo pues el dinero que prestan por un lado lo cobran por el otro, conciertan créditos hipotecarios con intereses dos o tres puntos por encima del euribor (se acabó el Euribor más el 0,75%) y si el deudor falla no hay problema porque tienen el piso, más lo que cobraron y la responsabilidad personal del obligado.
Así que mejor nos serenamos y comenzamos por hacer cumplir las leyes, especialmente a los bancos, que ya no pueden alegar errores de cálculo en sus prácticas abusivas, evitando sembrar la semilla de futuros desahucios. Eso es más urgente que empezar a cambiarlas a toda prisa por otras inspiradas en el pánico a los titulares de prensa y la pérdida de votos. Porque como dijo Tolstoi, “es más fácil hacer leyes que gobernar”.

 

domingo, 4 de noviembre de 2012

La Cáritas bien entendida…


Lucía Etxevarría, plagiaria reincidente, ha saltado a la fama últimamente no por su obra, que no lee ni Cristo, sino por criticar a Amancio Ortega y su donación a Cáritas. Recuerda a aquel escritor novel que, buscando la notoriedad en el Madrid de principios del siglo pasado, publicó un articulillo en el calificaba a Cervantes como un escritor mediocre, lo que le valió la rechifla general de los ilustres contertulios del Café Gijón, autores de la categoría de Baroja o Valle Inclán.
Respecto a lo primero, no quiero extenderme mucho: la envidia es el pecado nacional, y un español que ha logrado ser una referencia mundial en el ámbito empresarial (caso de estudio en Harvard) partiendo de la nada, a base de esfuerzo y talento, la suscita en grado sumo. Pero seguramente le hubieran perdonado si el beneficiario de la donación hubiera sido algún colectivo para la igualdad de la mujer en la altiplanicie boliviana. Lo inadmisible es que la donación venga a constatar nuevamente que la referencia en asistencia social en España es una organización vinculada a la Iglesia Católica, que es más de lo que la progresía puede soportar.
 
El problema que plantea Cáritas a sus críticos no es tanto el volumen de las ayudas que gestiona sino la forma en que lo hace, consiguiendo multiplicar cada euro donado. Ese ejército de miles de hombres y mujeres, sin distinción de clase o ideología, dedicando parte de sus vidas a los demás trabajando como cocineros, repartiendo comida, paseando ancianos, clasificando y cosiendo ropa, o visitando casas para conocer las necesidades de otros y tratar de mitigarlas es un espectáculo de generosidad colectiva insoportable para algunos.  A ello se añade que jamás se ha visto salpicada del más mínimo escándalo, cosa de la que pocas ONGs, y ninguna de esa dimensión, pueden presumir.

Especialmente miserables son las declaraciones del dirigente de Comisiones Obreras de Córdoba calificando a Cáritas como una organización mafiosa. Para estos sindicalistas la caridad es una tropelía injustificable y debe ser sustituida sin dilaciones por la justicia social. Yo no tenía muy clara la diferencia hasta que me la enseñaron con un caso práctico: caridad es compartir lo tuyo y justicia social es compartir lo que has saqueado previamente en el supermercado de otros.
El contraste entre quienes llenan sus bocas de palabras y quienes llenan sus manos de hechos siempre queda en evidencia con el tiempo, cumpliéndose que “la verdad al final se abre paso por si misma pues solo la mentira necesita complicidades”. Y la verdad es que en España la palabra que define la solidaridad y ayuda a los que tienen necesidades de cualquier tipo es una palabra latina: Cáritas. Y eso es algo que muchos no pueden tolerar. Pero como dijo el hidalgo, “ladran luego cabalgamos”.

sábado, 27 de octubre de 2012

España no es Alemania!


Eso me decía un amigo ante la diferente forma de enfrentarse a los problemas de una y otra nación. No se trata de un problema de desarrollo o de tecnología, sino de un problema de unidad y solidaridad de verdad, no de boquilla. Hablo de renunciar a lo nuestro por los demás, no de llenarnos la boca hablando de la integración de marginados que nunca llamarán a la puerta de nuestras casas, o de repartir el 0´7% del dinero que no es mío.
Cuando Alemania Occidental se enfrentó a la encrucijada de la reunificación con sus vecinos del Este, reconocieron a sus hermanos en aquellos que dos días antes, aunque hablaran el mismo idioma, amenazaban con ser la punta de lanza de una invasión soviética. Y asumieron compartir un mismo destino a sabiendas de que eso supondría recesión, paro y recortes, mientras los restantes países de la Unión Europea crecían al doble de ritmo que ellos.
Aquí, en cuanto hemos topado con la crisis, cada uno ha decidido salvar sus muebles a costa de lo que sea. Las comunidades autónomas se pelean por el presupuesto para tapar los agujeros creados por su despilfarro, cuando no hablan de separarse pretendiendo, eso sí, que los demás paguen sus facturas; los directivos que arruinaron las cajas han blindado sus contratos inmorales; los responsables de las inmobiliarias tratan de engañar a la gente diciendo que los pisos no bajarán, aunque ya nadie les cree, a ver si consiguen colar sus últimos saldos; los sindicalistas se suben el sueldo a cargo del erario mientras hablan de situación insostenible; y los políticos tratan de aprovechar las decisiones impopulares de los rivales para ponerse ellos en el mando.
Son preocupantes las reacciones a los recortes del gobierno. Aunque Rajoy es incapaz de vender Coca-Cola a los beduinos del desierto, lo cierto es que la forma en que han sido acogidas excede con mucho de la repercusión de las mismas. Si un país en quiebra técnica, en lugar de remangarse y soportar los sacrificios necesarios para salir de ella, se echa a la calle (o a las redes sociales) hablando de derechos, algo está fallando. Entiendo que la supresión de la paga extra a los funcionarios es una tocada de narices, pero alguien debiera decirles que trabajan para una empresa quebrada que si sale a flote va a ser gracias a las medias de ajuste, tanto las que afectan a ellos como las que afectan a los parados sin paga extra, o los autónomos que luchan por pagar las extras a sus empleados.
Que de ésta saldremos, aunque muchos agoreros no lo crean, no tengo ninguna duda. Lo que no tengo tan claro es si vamos a crear algo que merezca la pena o nos volveremos a comportar como nuevos ricos. Me asalta la incertidumbre sobre si seremos capaces de construir algo sostenible, donde el premio sea fruto del esfuerzo y la cerveza del fin de la jornada está ganada con el sudor propio, no con el crédito fácil. Cuando aparecen indicios de que no se va derrumbar todo, pienso si vale la pena conservar lo que hemos creado.

martes, 23 de octubre de 2012

De políticos perdedores (esa especie a extinguir)


Sobre las autonómicas ya se ha dicho casi todo, por lo que no voy a ser yo el que aburra con eso de si Galicia refrenda o no la política de Rajoy, la deriva nacionalista y palabros semejantes. Me centraré en el análisis de los políticos perdedores, aunque en las elecciones de eso casi no hay, que orbitan en una elipse distinta a sus votantes terrícolas.
Me explico, en una competición normal, quien llega el último suele darse cuenta de que ha perdido al ver la espalda de los que han ganado cuando levantan los brazos al llegar a la meta. En política, por el contrario, quien pierde no se da por enterado aunque le doble un contrincante cojo. Escuchar las declaraciones de los perdedores en unas elecciones te hace dudar si viven en un universo paralelo.
Lo más divertido es la preocupación de todo perdedor por la abstención. “Ojo con la abstención”, te dicen,  porque aquí si ha perdido alguien es la democracia. Da igual que la democracia haya perdido un 0,43% de votos y la candidatura derrotada un 28%. Siempre pierde primero la democracia. La pobre!
Luego, en un ejercicio impagable de altruismo, declaran solemnemente que asumen el resultado. Acabáramos! Lo voy a asumir yo si les parece.
Otro argumento insoslayable es el relativo a la capacidad de comprensión de los votantes, que no han entendido el mensaje, lo que obliga al sufrido candidato a seguir en el cargo trabajando para que cale. Me recuerda mucho al chiste del teléfono:
“- Buenas, es el 910 XXX XXX?
- No, aquí no es.
- Oiga, yo he marcado bien.
- Perdón, entonces será que he descolgado yo mal.”
Escuchando a los políticos derrotados cualquiera diría que han marcado bien y los votantes hemos descolgado mal, equivocándonos al rechazar su llamada.  Solo les falta decir como Alfonso Guerra en el año 79, cuando UCD ganó las segundas elecciones: “el pueblo se ha equivocado.”
Si el fracaso es tan apabullante que los hijos del candidato se niegan abochornados a ir al cole, entonces se produce una repentina conversión al marxismo. Efectivamente, en ese caso procede una “profunda reflexión”. Es un error pensar en cambiar las personas, cosa que no solucionaría el problema, cuando lo conveniente y necesario es una renovación de ideas, en aplicación estricta de la teoría de Groucho Marx: “estos son mis principios, y si no le gustan tengo otros”.
“Hombre, pueden dimitir”, objetará algún insensato, desconocedor de que la palabra dimisión fue eliminada del diccionario RAE en la penúltima actualización. Cierto que era un vocablo en desuso, porque ya en época de Franco se decía “en el camino del Pardo, y muy cerca de la ermita, hay un letrero que dice maricón el que dimita”. Pues eso, aquí de dimisión hemos hablado bastante. Si tiene que dimitir alguien que dimitan los votantes, que no cobran nómina y no se juegan el pan de sus hijos. En política una vez más rigen reglas distintas que en la empresa privada, y no es aplicable la frase de Henry Ford “los que renuncian son más numerosos que los que fracasan”. Yo empiezo a echar de menos el sistema musulmán, caracterizado por las palabras de aquel jeque que, cuando le mostraron el sistema parlamentario inglés, exclamaba maravillado: “Cómo hacen ustedes al cambiar de gobierno para cortar 600 cabezas?”.

domingo, 21 de octubre de 2012

Engañándonos como a chinos?


La “Operación emperador” me ha traído a la memoria lo que contaba un profesor de comercio internacional que conocía bien China. Según decía, si coincides con un japonés en el centro de un puente con un solo carril éste, aunque haya entrado en el puente antes, no discutirá la preferencia sino que hará una reverencia, retrocederá y cederá el paso. Por el contrario, si es un chino, incluso si ha entrado después, se sentará en el capó de su coche y no hará caso a tus protestas, esperando a que te canses y des marcha atrás. Con ello manifestaba sutilmente la capacidad de los chinos para manejar el tiempo a su favor y su concepto de la ética.
Y si del manejo de los tiempos sobrecoge un poco la forma en que aparentemente extienden sus tentáculos en la economía española, de su respeto por las normas parece que el entramado puesto al descubierto en Fuenlabrada es un ejemplo. Blanqueo de dinero, préstamo usurario, extorsión, mafia y fraude en proporciones gigantescas, unido a los funcionarios corruptos que siempre aparecen en estos casos y el actor porno, han colmado las expectativas de las mentes más calenturientas.
Al final el desmantelamiento de esta mafia china en España es una muestra de debilidad del sistema de comercio practicado por ese país. Si para competir necesitan mano de obra semiesclava en Oriente, extorsión a los comerciantes y distribuidores en Occidente, y fraude a las normas fiscales, penales, administrativas y de propiedad intelectual e industrial, es que no son tan competitivos como muchos piensan.
El tema del made in China no es nuevo. En los setenta todo era made in Taiwan y los denominados “tigres asiáticos” (Taiwan, Corea del Sur Hong Kong y Singapur) parecía que se iban a comer el mundo con sus exportaciones baratas. Al final resultó que las garras de aquellos tigres no eran tan afiladas, cuando sus ciudadanos decidieron que también les gustaba el nivel de vida occidental, y sus economías acabaron siendo integradas en la economía mundial. Tanto que la marca Daewo, por poner un ejemplo, acabó siendo absorbida por Chevrolet.
Hace un año escribía en este blog que no me acabo de creer que el futuro de la humanidad pase por Pekín. Pensar que los 400 millones de chinos de la costa este (los campesinos del interior no cuentan ni para el gobierno chino) van a dominar la economía mundial en unos años es mucho suponer. Sus enormes tensiones interiores, dictadura, diferencias sociales, y explotación laboral acabarán pasándoles factura más pronto que tarde.
En cuanto a las mafias, es tentador echar la culpa de nuestros males también a los chinos, pero recordemos que cuando se trata de meter mano en el dinero público no necesitamos su ayuda. Si el fiscal de la Operación emperador estima que la mafia del polígono de Cobo Calleja defraudó 1.200 millones en cuatro años, la juez Alaya estima a su vez que el fraude de los falsos EREs andaluces anda por los 1.400 millones, saqueados directamente de las arcas autonómicas por Griñán y sus muchachos que, por cierto, no han sido detenidos a centenares como los orientales.
Hay que encerrar  a los delincuentes entre rejas, pero es un error meter a sus víctimas en el mismo saco. Debiéramos tomar nota del espíritu sacrificado y emprendedor de los chinos españoles, que aspiran a crear su propia empresa en mucha mayor medida que el resto de nuestros jóvenes. Luego no debe sorprendernos si son los que nos acaban contratando. En cualquier caso puede que vaya siendo hora de dejar de pensar en ellos y nosotros. Hace poco escuché en Huelva a una chinita encantadora que hablaba un castellano perfecto con un marcado acento andaluz. Y al oírla pensé que la integración está a la vuelta de la esquina, porque en el fondo no hay ningún impedimento para ello.

sábado, 13 de octubre de 2012

De penas y penes.


Este país parece el entierro de la sardina. Entre difuntos y plañideras el ambiente es para coger el Ryanair y largarse a Río de Janeiro, donde no tienen para zapatos pero se lo pasan pipa. España ha pasado de ser un sitio alegre a un contenedor de gente frustrada que no hace más que lamentarse de la pérdida de un espejismo. Cierto que los medios de comunicación no contribuyen a levantar los ánimos. No se trata de imitar a los romanos, que mataban al mensajero de las malas noticias, pero tampoco se entiende la fijación por buscar lo peor en cada una de ellas.
Con todo sorprende la incapacidad de los españoles para la equidistancia: o nos creemos los mejores y nos ponemos a dar lecciones al mundo entero (hace cuatro días hablábamos de mojarle la oreja a Francia) o pasamos a considerarnos unos gusanos a la altura de Marruecos. Pues ni lo uno ni lo otro, pero estamos muchísimo más cerca de los primeros, 30.000 frente a 42.000 $ de PIB per cápita, que de los segundos, que se quedan en 3.000 $. Además, dicen que en el término medio está la virtud. Pasó el tiempo de las ostras y el champán a discreción, y a crédito, pero tampoco se trata de que las lágrimas nos impidan disfrutar de la cerveza.
Es posible que escasee el dinero, y que se haya robado mucho, pero  no nos engañemos, antes de la burbuja había menos y los españoles éramos más felices.  Curioso que todos los que hablaban de amor, solidaridad, tolerancia, talante y demás anden cabreados y cabizbajos en cuanto se ha cerrado el grifo del crédito. Al final va resultar que la felicidad era una cuestión pecuniaria.
Pues aunque hay casos dramáticos, mucho menos que los que ha habido siempre, yo pienso que es una cuestión mental más que nada. Resulta penoso ver llorando en coches de lujo a quienes hace no mucho eran felices en un Simca 1000, pero la verdad es que ya me creo cualquier cosa. Parece ser que las consultas psicológicas están llenas de personal al que la crisis le ha averiado la libido y padece de disfunción eréctil. Acabáramos! Esperemos que esto sea pasajero y tras la fase de depresión venga la de aceptación, para levantar este país y lo que haga falta. Porque como tumbemos el mito del macho hispánico nos vamos a cargar hasta el turismo, que es lo único que va viento en popa.

martes, 9 de octubre de 2012

La culpa fue del chachachá.


A la vista del estado de ánimo general, me han venido a la cabeza un par de anécdotas vividas no hace mucho en la Venta del Alto, sitio de pausa en la Ruta de la Plata cerca de Sevilla, que sirve algunas tapas excelentes (buenísimas la ensaladilla y el salmorejo) y constituye un muestrario variopinto de la fauna ibérica en tránsito, y una radiografía del estado de la nación.
En una de mis paradas asistí a un peculiar debate entre el camarero del lugar y un cliente con pinta de comercial, donde el primero sostenía que comprar un coche de las llamadas marcas “generalistas” era una miseria, descalificando todo vehículo de rango inferior a BMW, Audi o Mercedes, que entraba directamente en la categoría de “lata”. Mi curiosidad al oír sus argumentos se tornó en pasmo cuando empezó a criticar la política de Porsche, que supuestamente había escatimado en la motorización del Panamera respecto a la del Cayenne. Y no tanto por la familiaridad con que el mozo hablaba de bólidos con la suficiencia de quien está acostumbrado a pilotarlos, sino por la naturalidad con que el contertulio asentía abrumado ante sus razones, en lugar de reírse de tamañas fantasías.
Poco después tuve la ocasión de escuchar a otro cliente quien a la rutinaria pregunta "cómo va la cosa?", respondió con un rosario de quejas, destacando que, tras cotizar 18 años, 9 meses y no sé cuantos días, llevaba unos años en paro y se le había acabado la prestación. Y allí estaba, un individuo frisando en los 40 pero con espíritu de 90, al pie de la barra dándole a una cañita y con pinta de haber acabado la jornada laboral antes de haberla empezado, mientras seguía con su letanía sobre las injusticias del mundo sin pensar por un momento en hacer algo para cambiarlas.
Esto es España, un país donde casi todo el mundo ha gastado más de lo que podía en cosas que no necesitaba para impresionar a gente que no nos importaba. El problema es que ahora resulta que nadie, salvo los bancos, es responsable de nada, en un fenómeno masivo de auto exculpación al que no son ajenos los medios de comunicación. Así, el que ha obtenido un préstamo de 400.000 euros que ni en sueños hubiera podido devolver dice… que el banco le ha engañado! Y a continuación, invoca el derecho constitucional a la vivienda  y pide una gratis a costa de los impuestos de quienes no dan abasto para pagar la suya, olvidando por cierto que la Constitución habla de disfrute, no de propiedad.
No se trata de negar la realidad, pero el que tengamos dificultades serias no nos otorga necesariamente el derecho a exigir que las solucionen otros. Estoy convencido de que el victimismo y la falta de actitud para afrontar los retos que nos asaltan son el problema en mucha mayor medida que los políticos, la deuda, los mercados o la Merkel. Estamos a tiempo para darle la vuelta a la tortilla porque ya se ha hecho otras veces. Pero no será con lamentos ni con fantasías sino con esfuerzo y constancia, como siempre se ha hecho.

domingo, 7 de octubre de 2012

Justicia para facebook


El Juez Pedraz está peleando duramente por tener su minuto de gloria. Para ello ha decido adornar un auto, en el que la imparcialidad brilla por su ausencia, criticando la “convenida decadencia de la denominada clase política”, en un acto de hooliganismo judicial que le ha acarreado simultáneamente el aplauso de los indignados y el repudio de la clase política decadente.

No es cuestión de decirle al juez la frase evangélica “no juzguéis y no seréis juzgados” porque cobra por eso. Y sobre todo porque tampoco se trata de animar a algunos que ya la cumplen a rajatabla, a tenor del retraso que acumulan en sus juzgados donde la justicia no es ciega sino coja. Pero deberían recordar que están para juzgar a los presuntos que les llevan al banquillo, que para opinar de la clase política los ciudadanos nos valemos solos. Especialmente porque si nos ponemos todos a hacer juicios podemos cortarle un traje sastre también a sus señorías, que tienen más tela que cortar que una pañería inglesa.

Desde que Pascual Estevill saltara a la palestra, condenado por imitar al juez descrito por Quevedo en la antesala del infierno, lavándose las manos para tratar de limpiarlas de todo lo que se le había untado en vida, la cosa no ha hecho sino empeorar. Garzón, Bermúdez, el juez del caso Mari Luz… en este país cuando un juez tiene fama es siempre porque ha prevaricado, no ha hecho su trabajo, está buscando notoriedad o todo a la vez.

Peor que los errores concretos, al fin y al cabo “errare humanum est”, es el envilecimiento general de la clase judicial que ha conseguido escalar hasta las más bajas cotas en la percepción de la ciudadanía que, si se sorprendió cuando hace unos años Pacheco la calificó como un cachondeo, hoy piensa que es un asco directamente, y maldita gracia le hace. Delincuentes que salen de los juzgados antes que los policías que los llevan detenidos, sentencias de copia-pega, decisiones judiciales cuyo sentido se conoce de antemano en función de la adscripción política del juez. Por no hablar de los atascos de los juzgados donde los expedientes se acumulan sin que ninguna toga se apiade de ellos y decida resolverlos.

Mucho más alarmante que el auto del juez “pijo ácrata” ha sido la pantomima de huelga judicial que estuvieron a punto de protagonizar sus compañeros contra las medidas del gobierno que supuestamente atentaban contra su independencia. Pues bien, el atentado duró justo hasta que el ministro accedió a respetar sus días libres (seis permisos de tres días al año sin necesidad de justificación, vacaciones aparte, o sea igualito que en la empresa privada) momento en que se acabó el conato de motín, demostrandose una vez más la vocación y seriedad con que estos señores se toman su papel.

Resulta paradójico que dicten sentencias para salir en facebook unos personajes que tecnológicamente andan anclados en los legajos amarillentos. Pero a mí de nuestra clase judicial ya no me extraña nada, porque como decía Montaigne “Del mismo papel en que un juez ha escrito una sentencia contra un adúltero rasgará un pedazo para escribir unas líneas amorosas a la esposa de su colega."