lunes, 20 de mayo de 2013

Viva el ejercito!



Una reciente encuesta del CIS pone de manifiesto que las instituciones mejor valoradas en España son el ejército, la guardia civil y la policía. Eso, en un país que hasta hace menos de 40 años era una dictadura militar, demuestra un fracaso tal de sus instituciones democráticas como para que éstas se lo hicieran mirar. Algo han debido ver, cuando se han puesto a hablar de nuevos cauces de participación, de gobierno abierto y chorradas similares. Curiosamente siempre olvidan hablar de las listas abiertas, que pueden hurtarles el poder real dentro de los partidos y a favor de la calle.
Pero contra lo que muchos creen el secreto de la democracia no está en las listas abiertas, aunque sean sanas, ni en la apertura de cauces de participación,  ni en modificar la ley D´Hont. El secreto está en la posibilidad real de alternancia entre las fuerzas políticas. Con alternancia no me refiero al quítate tú que me pongo yo, sino a que los ciudadanos tengan la posibilidad de decidir con su voto el rumbo del país. Y eso no sucede cuando los distintos partidos, en lugar de ser el reflejo de las distintas  ideologías o sensibilidades de la pluralidad de los votantes, por el contrario reflejan todos ellos la división entre electores y elegibles.
Hoy ni siquiera las mayorías absolutas sirven para que haya alternancia. Hemos pasado de un gobierno irresponsable y manirroto que creaba unos problemas inexistentes (memorias históricas, estatutos catalanes, matrimonios homosexuales y educaciones para la ciudadanía) mientras negaba los problemas reales (crisis, paro y burbuja inmobiliaria), a otro que, aupado por una mayoría absoluta, ha decidido mantener lo que había porque el movimiento le puede afectar. Y así unos y otros nos ofrecen, envueltas en palabrería, sangre sudor y lágrimas para mantener su propio status quo, el de una clase dirigente apesebrada e insensible a los problemas reales, incapaz de dar ejemplo de la austeridad que predican.
El fracaso de los indignados no ha sido sino la semilla de una nueva indignación, más serena y desinteresada pero más potente en cuanto se verá arropada de la legitimidad que otorga el actuar dentro de la legalidad establecida. En los bares y en las tertulias se percibe claramente el hastío de los ciudadanos frente a unos representantes que, efectivamente, no les representan. Esto no es nuevo, pasó en Italia y el resultado fue el ascenso del bufón Berlusconi, acogido con entusiasmo por todos los que querían ver desaparecer la morralla partitocrática. Y así se pasó a un régimen tecnocrático, con una dictadura de traje y corbata en lugar de uniforme. Pues bien, el PP cada vez se parece más a la Democracia Cristiana, el PSOE al PSI e incluso IU a los comunistas italianos. Sobre todo se parecen en su incapacidad para generar ilusión.
Volviendo a las encuestas, éstas demuestran que los españoles somos más listos de lo que piensan algunos políticos. Porque, pese al antimilitarismo papanatas que flota en el ambiente, parece que la ciudadanía se deja impresionar mucho menos con palabras que con hechos. Y los hechos son que las instituciones mejor valoradas son aquellas que hacen su trabajo y no dan escándalo. Y así cada vez más gente espera con impaciencia ver venir la ola que arrase lo que hay para dar lugar a otra cosa, tal vez inquietante por lo desconocida, pero que pueda generar esperanza.

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