miércoles, 22 de octubre de 2014

De Nicolasitos, Lazarillos, Buscones y pícaros en general.



Francisco Nicolás Gómez ha llenado las páginas de la prensa con sus andanzas de imberbe estafador, cuyo afán de protagonismo le llevaba desde las recepciones del Rey a reuniones con la gente del IBEX, o fotos con Aznar en la FAES, sin que nadie le invitara, ni falta que le hacía. Y no estuvo en la foto de las Azores porque no tenía edad para embarcarse sólo en el avión.
La figura del cara profesional es un clásico en este país, donde la gente se colaba en las bodas a comer de gañote sin otra invitación que presentarse a la familia del novio como invitado de la novia y viceversa. Yo conocí a un Nicolasito en mi etapa de estudiante, que se las arregló en el colegio mayor para montar una estafa piramidal por importe de algunos millones de pesetas entre los residentes más pudientes y sus padres, a quienes se aparecía como un crack financiero, impresionándolos con comilonas en el antiguo Maite Commodore de la Plaza  de los Delfines.
Aunque los españoles somos expertos en picaresca, fuera no nos van a la zaga, A la cumbre de Nicolasismo asistimos en el entierro de Mandela, con aquel negrito rechonchete simulando “urbi et orbe” la traducción para sordomudos del funeral, mientras gesticulaba con las manos haciendo el movimiento de “dar cera, limpiar cera” de Kárate Kid.
Lo que no acabo de es entender es por qué se ríe tanto la gente con las andanzas de Nicolás González mientras se toma en serio al Nicolás de la coleta, que se presenta como redentor y lo único que pretende es zamparse todo el banquete. Y no me refiero a los mangantes del 15M, que saben perfectamente de qué va la cosa, sino a los necios que se burlan de las fantasías de Nicolás y  se tragan las de Pablo, un profesor universitario que pretende tener él solito la clave para acabar con la corrupción, la crisis y las desigualdades sociales de golpe. Ah, y no se corta, dice que su fin es proporcionarnos la felicidad. A cambio de todo eso no pide un coche de escolta con luces azules, se conforma con que le entreguemos el país entero.
A mí, en el fondo, me hace mucha más gracia Francisco Nicolás, inclinándose ante el Rey, que Pablo Iglesias, cuya aspiración es que todos nos inclinemos ante él.

domingo, 5 de octubre de 2014

La empresaria machista.



Las declaraciones de Mónica Oriol, Presidenta del Círculo de Empresarios, han producido estos días un enorme revuelo. Esta señora se ha atrevido a decir que los empresarios  prefieren contratar a mujeres menores de 25 años o mayores de 45 para evitar las bajas por maternidad y las reducciones de jornada. Los medios no han tardado en crucificarla haciendo bueno el dicho de que “el tonto, cuando se le señala la luna mira el dedo”.
Porque cuando una mujer, empresaria de éxito y madre de seis hijos, osa decir algo así en un país en que impera la ley de lo políticamente correcto, solo un ciego puede obviar que hay una realidad que no podemos desconocer. Y la realidad es que al empresario titular de una micropyme (el 95% de las empresas españolas), con tres empleados por ejemplo, cuando uno de ellos se le da de baja por maternidad sin fecha de retorno, acaba de perder de golpe y porrazo la tercera parte  de su fuerza laboral. Imagina alguien a Telefónica, con una plantilla de 30.000 personas en España, si de repente se le dieran de baja 10.000?
Así, en lugar ejercitar la demagogia, sería mucho más inteligente ver la forma de conciliar los intereses en juego, que son muchos y muy importantes: la necesidad de proteger a la mujer que trabaja, la necesidad de que esa mujer pueda tener los hijos que quiera, que son el futuro de todos nosotros, y la necesidad de proteger el legítimo derecho del empresario a buscar lo mejor para su empresa.
La realidad es tozuda y se empeña en demostrarnos que cuando se traslada la carga de la conciliación sobre el empresario, éste hará lo posible para aligerarla dentro de la legalidad. Por eso, en lugar de llevarnos las manos a la cabeza por las declaraciones de Mónica Oriol, haríamos bien en empezar a preguntarnos cuáles son los fallos del sistema de conciliación y las medidas para corregirlos. Alguno debe tener cuando siempre se subvenciona la contratación de jóvenes y mayores, que son precisamente los que Oriol dice que prefiere contratar.
Pero seguiremos con debates sobre la renta básica, ese supuesto derecho a cobrar un sueldo de quien no quiere trabajar, y perderemos la oportunidad de abrir un debate serio sobre el problema de las mujeres que sí quieren trabajar y además tener hijos. En conclusión, la presidenta del círculo de empresarios ha señalado una luna del tamaño del Sol. Me temo que, como casi siempre, optaremos por la solución más tonta: mirar el dedo y matar a la mensajera.