martes, 30 de septiembre de 2014

El antropólogo parlamentario.


 
Hace unos días saltaba a la prensa regional la creación de una plaza de antropólogo en la administración autonómica extremeña. La noticia no tendría más trascendencia (los antropólogos también tienen que comer) si no fuera porque el organismo que la ha creado es… el Parlamento Autonómico. Preguntado el Presidente de la Asamblea por el tema, justificó la creación de la plaza con el argumento de que era necesaria  “para conocimiento de nuestros antepasados”. Yo tenía entendido que la función de la Asamblea era el control del gobierno y la aprobación de leyes, pero parece que el Estatuto de Autonomía y yo estábamos equivocados.
La creación de antropólogos parlamentarios no es más que un síntoma de la descomposición de nuestro Estado de las Autonomías, que ha pasado de convertirse en un medio de acercar la administración al ciudadano, a ser un medio de arrimar el ascua a la sardina de los políticos. Y así vemos a los catalanes robando envueltos en la Senyera, a los andaluces prejubilando a sus compadres a cuenta de falsos ERE´s, o a los valencianos montando aeropuertos para paseantes. Todo con cargo a nuestra cartera, que parece que se puede estirar hasta límites que no sospechábamos.
Aunque a lo mejor es necesario que contratemos antropólogos en nuestros parlamentos. Pero en lugar de estudiar a nuestros antepasados, que les da igual porque las leyes no son retroactivas, podrían estudiar a los parlamentarios, a ver si desentrañan el misterio del funcionamiento de sus cerebros. Y, ya puestos, podrían crear plazas de criminalistas o detectives, pues tal vez sean necesarios a la vista de los resultados.
Al final, esto de las autonomías se ha convertido en un engendro que ha perdido de vista su misión (ya ni les importa) y lo único de lo que se preocupan es de engordar a costa de lo que sea. Y lo preocupante es que tengan tan perdido el norte que ni siquiera se molesten en disimularlo, evitando contratar antropólogos o bailarinas (todo se andará). Yo ya he perdido toda esperanza de que sirvan para algo útil, porque con sus hechos se empeñan en demostrar que ningún camino es bueno para quien no sabe a dónde va.