domingo, 26 de junio de 2011

La tarjeta.



"Sic transit gloria mundi" decían los romanos. Y es verdad que las glorias mundanas son efímeras. Lo habrán comprobado en sus carnes los cargos políticos que, tras las pasadas elecciones, han visto de golpe y porrazo cómo su status se venía por los suelos. Ahora toca recoger los despachos, devolver los móviles y las tarjetas de crédito corporativas, despedirse de los subordinados y ver cómo los flashes de las cámaras se olvidan de ellos y enfocan otras caras. Y el amargor de la despedida dependerá mucho de la forma en que disfrutaron de la gloria.

Guardo en la memoria la fecha en que, en la Administración, conseguí el primer puesto que no requería utilizar la tarjeta de control horario… ¡al fin había llegado el momento del triunfo! Recordé la frase que encabeza este post y, en lugar de tirarla, la guardé en mi cartera en el sitio que había estado durante años. Contemplar aquella tarjeta todos los días me ayudó mucho en el desempeño de mi trabajo y en tomar las decisiones que estimé correctas. Tanto es así que, cuando tuve que enfrentarme a la elección entre seguir dictados que no podía compartir o volver al mundo de los que fichaban, me costó poco (aunque siempre duele) tomar la opción que creí acertada y asumir sus consecuencias. Luego vino la excedencia, la empresa y demás cosas que no vienen al caso.

No pretendo dar lecciones a nadie, pero confío en que los recién llegados a la gloria conserven sus tarjetas de fichar. Les garantizo que tenerla presente les será útil en la toma de decisiones. Pero, además, contribuirá a que encaren con serenidad el día en que la gloria les abandone y hará que, en ese momento, a su alrededor se prodiguen las lágrimas en mayor medida que las sonrisas.

miércoles, 22 de junio de 2011

La balsa de la Medusa


Escribir en estos días de motivación, proyectos o lo que sea, con la que está cayendo en todos los aspectos, queda como fuera de tono. Es difícil hablar de empresa o de negocios cuando lo que se precisa es una profunda regeneración política y moral, sin la cual es difícil que se materialice el bienestar económico.

Son momentos de cambio, pero de un cambio que promete ser amargo y duro. Y no tanto por los esfuerzos pendientes de hacer, como por la resistencia de los que no se resignan a ceder el timón. Impresiona la forma en que el mismo gobierno que nos está llevando a la ruina, se aferra a cualquier cosa para mantenerse en la palestra un segundo más. Ver a ZP pactar con quien sea, y a costa de lo que sea, con tal de llegar al final de una legislatura que ya está agotada es simplemente alucinante. Rubalcaba, tratando de utilizar en su beneficio a los indignados, que pasan de él y de todos nosotros, es patético. Y oír en Extremadura apelaciones a la Guerra Civil a fin de impedir que gobierne el partido más votado es lamentable.

En 1916 Shackleton hizo un viaje de 1.500 km por el Atlántico Sur en un bote de poco más de 6 metros de longitud para salvar a sus compañeros del Endurance. Increíblemente lo consiguieron, guiados por un pequeño sextante, a pesar de luchar contra olas gigantescas y los hielos polares.

Un siglo antes, la Medusa, una fragata francesa, naufragó a sólo 60 km de la costa africana. Parte de la tripulación tuvo que buscar su salvación en una balsa construída a toda prisa. Desquiciados, sedientos y hambrientos, sólo 15 de los casi 150 náufragos sobrevivieron para ser rescatados. Los demás fueron asesinados o arrojados por la borda por sus propios camaradas, muertos por inanición, o se arrojaron ellos mismos al mar en su desesperación, en un episodio que los llenó de vergüenza, a ellos y a su país.

El gobierno y su partido, con honrosas excepciones que también se han manifestado estos días, cada vez más son un reflejo de la balsa de la Medusa. Espero, por nuestro bien, que se hundan pronto y no nos lleven con ellos al abismo.

Los demás tendremos que hacer un viaje en medio de la tormenta sin líderes de la talla de Shackleton. Pero seguro que la travesía no será tan difícil como aquella, y que entre todos lograremos llevar el bote a puerto.

“Ad astra per aspera”.

domingo, 19 de junio de 2011

Memento mori.


Parece que el tema del día es el tsunami extremeño y sus consecuencias para la región. No seré yo quien hable de la necesidad de consenso entre las fuerzas políticas, de colaboración entre los distintos partidos para salir de la crisis y todo eso. Siempre he pensado que los grandes pactos entre todas las formaciones políticas son una burla para la soberanía popular expresada en las urnas. La esencia de la democracia es la posibilidad de elegir entre opciones distintas y la alternancia en el ejercicio del poder. Y parece claro que treinta años de lo mismo son demasiados. Los extremeños han optado por el cambio y seguro que lo han hecho por buenas razones.

Defender la gestión de los últimos cuatro años en Extremadura es casi tanto como decir que los votantes se han equivocado. No se trata de hacer leña del árbol caído, pero tampoco de ponerse en ridículo defendiendo lo indefendible. Cuando alguien que detenta todos los resortes del poder para aplicar su programa, se lleva un batacazo del calibre del que se ha dado Vara es seguro que no ha hecho las cosas bien. Lo chocante era ver a nuestros dirigentes sacar pecho y presumir de gestión mientras la casa se caía a trozos. Y al final la soberbia, consecuencia de la adulación y la autocomplacencia, les ha llevado a la ruina, al enajenarles el apoyo tanto de sus votantes como de sus aliados naturales.

Lo único que está claro es que hay que hacer cosas distintas de las que se han hecho hasta ahora, y por personas distintas de las que las han hecho. Le deseo la mayor de las suertes a Monago, y no tanto por él como por Extremadura. Pero, sobre todo, me voy a permitir darle un consejo por si le llega: que haga oídos sordos a los aduladores, que proliferarán como setas, y no pierda de vista la realidad. Los romanos nos dejaron como prueba de su sabiduría la imagen del esclavo que acompañaba al general en su triunfo, sosteniendo la corona de laurel, mientras le recordaba que era un mortal y no un dios.

Pues eso… Memento mori.

jueves, 16 de junio de 2011

No se sube al cielo sin atravesar los nubarrones.


Recuerdo que, hace unos cuantos años, de vez en cuando te cruzabas por la calle con algún niño con los ojos rasgados. No eran chinitos adoptados, eran niños con Síndrome de Down. Esa estampa es hoy en día bastante insólita gracias al progreso de la ciencia moderna. ¿Se cura el Down? Qué va. Por desgracia, la diferencia entre enfermedad y síndrome es que éste último no tiene remedio.

El avance ha consistido en que el Down se puede detectar antes del nacimiento, lo que abre la posibilidad de eliminar el problema de raíz. Parece que con estos adelantos hemos conseguido mejorar la especie y aumentar nuestra felicidad. ¿O no? Una sociedad cuyos miembros (da igual su religión, ideología o filiación política… todos lo hacen) no se plantean ninguna objeción a la hora de quitarse de en medio sus problemas, sea como sea, se convierte en una sociedad frágil. Es posible que la ciencia sea un instrumento eficaz para evitar cargas y sufrimiento. Pero, por sí solos, ninguno de los descubrimientos científicos puede proporcionar la felicidad. Curiosamente, cuando más medios tenemos para hacer frente a las situaciones difíciles, menor es nuestra voluntad para afrontarlas, lo que agiganta los obstáculos.

En los campos de exterminio nazis el mayor índice de supervivencia lo tenían los prisioneros con un hijo discapacitado o enfermo. Su razón para vivir era tan poderosa que lo lograban. Sólo las cosas que se consiguen con esfuerzo merecen la pena. Y un niño con necesidades especiales exige mayores esfuerzos, pero devuelve alegrías y satisfacciones excepcionales. Renunciar a ellos no nos hace más felices ni mejores, nos hace más vulnerables.

Cuando, ante las adversidades, pensemos en tomar el camino más fácil, no estará de más recordar que “la medida de la dificultad es la medida de la capacidad.”

martes, 14 de junio de 2011

Sangre, sudor y lágrimas… o no


“Lucharemos en las playas y en las montañas, lucharemos en los campos y las calles. Jamás nos rendiremos”. Afortunadamente no tenemos los nazis a las puertas. Sobre todo, porque cualquier parecido entre los gobernantes que tenemos el infortunio de padecer y el liderazgo de Winston Churchill es pura coincidencia.

Pero los retos que nos esperan son una prueba realmente épica. Y no hay fórmulas mágicas. Los que piensan que con subir los impuestos a los ricos se solucionarán nuestros problemas no tienen ni idea de cómo funciona el mundo. Tendremos que apretarnos el cinturón en forma de renuncia, de recortes y de esfuerzo colectivo.

La cuestión es que no veo que ninguno de nuestros políticos esté por la labor de insinuar siquiera que la solución pasa necesariamente por la sangre, el sudor y las lágrimas. Ya sé que no son una buena receta para ganar elecciones. Es más fácil decir que no hay crisis y hablar de brotes verdes. Pero negar la realidad nunca ha sido la mejor forma de afrontarla.

Sinceramente, ya no tengo claro si los político no están a la altura de las circunstancias o es el pueblo español quien no sería capaz de asumir los desafíos que tenemos por delante mirándolos de frente y a los ojos. Pero la sangre y las lágrimas ya están aquí, en forma de cinco millones de parados. No queda más que apretar los dientes y sudar si queremos conseguir salir airosos de la prueba. Además, por el mismo precio, siempre se puede ir al campo de batalla cantando.

Como dirían los americanos “God bless España”.

domingo, 12 de junio de 2011

¡Democracia irreal ya!



Los indignados han descubierto que democracia significa gobierno del pueblo (im-presionante) y se presentan como el pueblo. Todavía no se atreven a completar el silogismo, pero no es difícil deducirlo: lo que quieren es mandar. ¡Acabáramos!

Alguien tendría que decirle a los representantes de ese movimiento, que cada vez se parece más a la casa de Gran Hermano, aunque con tics delictivos, que la democracia directa de Grecia era posible en una polis con menos de 30.000 ciudadanos con derecho a voto, y 150.000 esclavos que les hacían las labores.

Yo me conformo con votar cada cuatro años. No tengo tiempo para decidir a golpe de twitter lo que conviene a España en cada momento, porque cosas como la política fiscal o la reforma laboral no se pueden meter en 140 caracteres. Tampoco estoy dispuesto a participar en referéndums, o referenda, todos los fines de semana, porque, la idea de leerme cada proyecto de ley para formarme opinión, me aburre infinito (los indignados, a tenor de la pobreza de su manifiesto, no se han molestado ni en hojear la Constitución).

Y, sobre todo, prefiero decidir quién me representa y dejarlo que trabaje, para dedicarme a cosas como mantener a mi familia y tomarme una cerveza en los ratos libres. Vale que quiero listas abiertas, políticos honrados, eliminación de privilegios y seriedad en el gasto. Pero para eso no necesito que me representen cuatro gatos, que nunca han concurrido a un proceso democrático, y que, lo único que han demostrado, es que tienen muchísimo más tiempo libre que yo.

sábado, 4 de junio de 2011

¡La que se puede liar!


Puede que me equivoque, pero me pega que nos queda una mitad de año calentita. El sector privado está aguantando el chaparrón como puede (y los que pueden, porque el reguero de cadáveres da vértigo) y las empresas que están vivas o las que están surgiendo son distintas de las de hace tres años: más austeras, más competitivas y más duras.

Pero ¿qué pasa con el sector público? Decía el PP antes de las elecciones que 500 municipios de menos de 10.000 habitantes (son casi el 7% de los 8.114 que hay en España) no podrán pagar la luz ni las nóminas, y que se avecina una catarata de impagos. La cuestión no es que lo diga el PP, que dicho sea de paso tiene también ayuntamientos con más agujeros que un queso de Gruyère, sino que sea verdad. Los impagos a los proveedores municipales son moneda corriente, aunque éstos últimos están dejando de servirles en justa correspondencia, pero es que ya hablamos de impagos a la plantilla, lo que son palabras mayores. Y en las arcas autonómicas parece que, a expensas de lo que digan las auditorías que se anuncian, hay más trampas que en un película de chinos.

Además, se barrunta un nuevo aluvión de desempleados cuando se liquiden (que se liquidarán en mayor o menor medida) las empresas del aparatoso sector público empresarial, mantenidas a la sombra de los presupuestos, y que no durarían en el mercado ni tres días.

Extremadura es especialmente sensible al previsible tsunami que se nos viene encima, dado el peso que tiene la cosa pública. Vamos, que tendremos que apurar el cáliz hasta las heces. Yo pienso que sobreviviremos, porque no queda otra, y que será el último susto gordo de los que llevamos en estos últimos años. Confío en que la iniciativa privada sea capaz de poner al país en marcha, pero habrá que apretar nuevamente los dientes y el cinturón. ¡Qué no decaigan los ánimos!

Piratas del Caribe IV (Y lo que te rondaré)


Se publicaba hace unos días que los principales bancos españoles, BBVA, Caja Madrid y Banco de Santander han vuelto a ofrecer créditos hipotecarios en los mismos términos en que lo hacían antes de la crisis, con el objetivo de descargar su cartera de pisos: 100% del valor de tasación y 40 cortos añitos de plazo.

El negocio es perfecto. Tengo un activo tóxico y sobrevalorado en mis balances y, para quitármelo de en medio, lo vendo sin cumplir la Ley de Regulación del Mercado Hipotecario (tasación independiente y préstamo no superior al 80% del valor de tasación) Además, aprovecho que los compradores tendrán que comprar mis pisos en lugar de los de la competencia, porque para esos no voy a conceder financiación. El dinero prestado vuelve a entrar a través de mi agencia inmobiliaria y yo me he librado del activo por un valor superior al real.

¿Qué pasa si el comprador no puede pagarlo pasado un tiempo, cosa probable dado que una financiación del 100% a 40 años es una carga insoportable? No hay problema, yo ya he cobrado las comisiones y gastos de apertura más parte del principal (poco) y los intereses del período en que pudo pagar. Ahora voy y subasto el inmueble ¿Qué nadie lo compra? Me lo adjudico por el 50% del valor de tasación y tan ricamente. He ganado dinero mientras el pardillo pagó, he tenido un tiempo el activo fuera de mi balance y ahora lo vuelvo a tener, pero acompañado de una deuda personal del ejecutado por un importe del 50% restante más intereses y costas.

Ante esto, que es público y notorio, nuestras autoridades no hacen nada ¿Para qué? Total, una familia en la ruina más o menos no tiene mucha importancia. Además, como le estamos colocando a los bancos la deuda pública, tampoco conviene apretarles demasiado.

Yo no sé si será solución suficiente cambiar las leyes y establecer mecanismos como la dación en pago, o va a ser necesario meter en prisión a algún banquero para que el sector se entere de que tener una posición de privilegio, por operar en un mercado intervenido, no les da bula para sanear sus balances a costa de lo que sea. Seguiremos informando.