martes, 29 de noviembre de 2011

De Alatristes, teutones y Lazarillos.



Parece que se configura a toda prisa y de forma inexorable una europa de dos o tres velocidades. En la cabeza del pelotón figurarán los alumnos aventajados, y en el de cola los que no han hecho sus tareas y han gastado lo que no tenían. Algunos dirán que no es justo ni solidario. Pero cuando comparo Dinamarca con Grecia, me inclino a confiar más en el sentido de la justicia del Centro y Norte de Europa que en el Mediterráneo.

¿Y dónde debe estar España? A mí no me cabe ninguna duda de que en el vagón de cabeza ¿Cederemos nuestra soberanía para cerrar filas tras la rubia teutona? Habrá que hacerlo. No se puede decir que la solución de la crisis es más Europa sin explicar qué significa eso. Y el significado no es que Europa pague sino otro bien distinto, dejar la improvisación y el quijotismo y meterse de lleno en la ética del trabajo concienzudo y el rigor calvinista.

Puede resultar tentador mandar al carajo a los alemanes y volver al “que inventen ellos”, que en España se vive muy bien y no necesitamos a esos cabezas cuadradas. Ya les daremos otra paliza en la próxima Eurocopa. Pero eso no nos pone en la situación de Alatriste, cerrando filas y cubiertos de gloria frente a los luteranos, sino en la del Lazarillo o el Buscón, mendigando para sobrevivir mientras se robaban entre pícaros.

No se trata de renunciar a nuestras peculiaridades sino a los vicios que nos han puesto en el disparadero, con una deuda pública y privada insostenible y unos niveles de corrupción que, además de lastrar nuestras finanzas, son demoledores para la moral de los que cumplen. Tampoco debemos renunciar a tener entidad propia para convertirnos en el perrillo faldero de los germanos. Pero si queremos liderar tendremos que aspirar a lo máximo, liderar en el pelotón de cabeza. En el de cola no hay sitio para la gloria.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Predicar con el ejemplo



Los resultados electorales, especialmente en Cataluña y Castilla La Mancha donde han sufrido recortes sin anestesia, bien que motivados por la calamitosa situación de las arcas públicas, demuestran la capacidad de los españoles para enfrentarse a la grave situación que estamos viviendo. El pueblo español por mayoría abrumadora ha aceptado que la salida de la crisis pasa por apretarse el cinturón y trabajar más hasta resolver nuestros problemas.

Pero mientras los ciudadanos hacen de tripas corazón y aprietan los dientes, los que deben dirigir nuestros destinos se empeñan en hacerse indignos de su misión. No son sólo sucesos tan escandalosos como el uso de la tarjeta visa municipal en un prostíbulo por el alcalde de un ayuntamiento en quiebra. O las colocaciones de familiares en puestos de libre designación, vicio tal vez menor pero que, en estos tiempos en que el trabajo es un bien preciosos, se amplifica considerablemente. Tampoco que la corrupción se extienda a las más altas esferas del Estado, donde hemos tenido que ver a un miembro de la familia real desviar fondos públicos a sus sociedades particulares. Aunque se trate de un consorte y el título sea de la señora, no se puede creer que nadie haya informado al suegro de los manejos del yerno. Con razón podemos pensar que “si el prior juega a los naipes, ¿qué no harán los frailes?”.

Sinceramente a mí lo que me preocupa es la impunidad de los que lo hacen. La gota que colma el vaso es el indulto por parte de un gobierno en pleno proceso de liquidación a un banquero condenado en firme, conmutándole la pena de prisión menor por una multa de 6.000 euros (lo que se habrá reído el indultado). A nadie puede extrañar después que los ciudadanos piensen que la vara de medir de la justicia trata de forma distinta a los humildes y a los poderosos.

Tengo muchas esperanzas en que el ejecutivo entrante sea capaz de liderarnos en el camino hacia la Tierra Prometida, aunque durante la travesía del desierto tengamos que realizar sacrificios. Pero los que deben señalar el camino habrán de tener en cuenta que el bastón de mando a empuñar no es otro que el del ejemplo. Que tengan presente la máxima de que dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera.

Confiemos en que la actuación del nuevo gobierno sea eficaz pero, sobre todo, que sea ejemplar. Y que así no tengamos que repetir como en Mío Cid “Dios que buen vasallo si hubiera buen señor”.

martes, 22 de noviembre de 2011

De Guillermos.



La historia de la Humanidad está llena de Guillermos del más variado pelaje. Así Guillermo el Conquistador, Guillermo de Orange también conocido como el Taciturno, Guillermo Tell, el terror de las manzanas, Guillermo el Travieso, y, más local, Guillermo Fernández Vara o Mr. Guille según algunos de sus partidarios. Este último pasará a la posteridad por haber heredado el feudo socialista de Extremadura y haberlo cedido, a continuación, pintado de azul gaviota.

Pero lo que más llama la atención es la forma en que ha reaccionado ante la pérdida. No se ha mesado los cabellos, ni ha llorado como mujer lo que no supo defender como hombre. ¡Qué va! Ha dicho que la culpa la tiene la crisis y se ha quedado tan fresco. Bueno, según parece, la crisis y su decisión de combatirla con medidas impopulares en lugar de optar por medidas electoralistas, a sabiendas del riesgo de perder las elecciones.

El problema de la teoría no es que se la crea, que allá él, sino sus implicaciones negativas para el pueblo extremeño. Así, según dicha tesis somos unos flojos, incapaces de afrontar la realidad y sus consecuencias. Eso nos diferencia, por ejemplo, de los castellano-manchegos o los catalanes, capaces de revalidar su confianza en los mismos que les han impuesto durísimos recortes tras las elecciones autonómicas. Pues bien, nosotros no debemos tener el valor y el espíritu de sacrificio de aquellos.

Alguien debería decirle de una vez al expresidente que la razón de que los extremeños le hayan vuelto la espalda no es otra que su política nefasta que, a pesar del aluvión de euros recibidos de Europa, ha colocado a Extremadura a la cola de España en todos los indicadores, al tiempo que dejaba en quiebra técnica las finanzas autonómicas.

Por no hablar de los escándalos que están saliendo a la luz en forma de cientos de miles de euros gastados en páginas web sin visitas, rehabilitación de residencias oficiales con fraccionamiento de pagos, desvío de fondos de empresas públicas a concejales amiguetes en pago de informes huecos, o surrealistas compras de perros a cuatro mil euros la unidad. Y todo ello en lo más agudo de la crisis. En lugar de insultar nuestra inteligencia, bien podría hacer un mínimo esfuerzo de autocrítica con el que seguro podrá encontrar las claves de su doble fracaso electoral.

Decía JFK que “la democracia es una forma superior de gobierno, porque se basa en el respeto del hombre como ser racional.” Nuestros gobernantes deberían aplicarse el cuento y respetar el raciocinio de los que le niegan la confianza, al menos en la misma medida en que lo respetan cuando la reciben.

lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Dimitir? Anda ya!


Sorprende la reacción de algunos líderes políticos ante la derrota. La asumen para que todo siga igual. Y cuando digo todo me refiero fundamentalmente a “ellos y sus circunstancias”, que diría Ortega. Recordemos que Rubalcaba se impuso como candidato de su partido amparándose en el aparato y sin pasar por el proceso de primarias que le pedía la aspirante Chacón, que no hacía otra cosa que seguir las prácticas de elección democrática de candidatos de la que presumía el PSOE.

Tras saltarse a la torera las primarias para cosechar una derrota aplastante, lo menos que debería hacer Rubalcaba es asumirla con mayúsculas poniendo de inmediato todos sus cargos, incluyendo el acta de diputado, a disposición de su partido.

Pero parece que eso de dimitir no se estila. En este país el político que fracasa pide disculpas y se pone a gestionar su fracaso, en lugar de apartarse para tratar de facilitar el triunfo de otro. Algún día tendremos que seguir el ejemplo de los americanos, que han llenado Florida de campos de golf para enviar allí a todos los expresidentes, candidatos fracasados a presidentes y similares, evitando que sucumban a la tentación de permanecer en la sombra manejando los hilos de quienes deben tomar las riendas en su lugar.

España es diferente, al menos en política, y en lugar de seguir la máxima “renovarse o morir”, nuestros políticos prefieren “morir antes que permitir la renovación”.

Bogad!



Se cumplieron los pronósticos y los españoles hemos decidido. Con una embarcación a punto de zozobrar, la tripulación ha desoído las propuestas de los que, después de ponerlos al borde del abismo, prometían llevarlos a puerto sin esfuerzo. No hay atajos, y la madurez del pueblo español lo ha comprendido así. De la crisis no vamos a salir pidiendo a Europa que nos dé dos años de margen mientras nos financia más gasto público, ni poniendo impuestos a los banqueros para crear empleo. Eso son los cantos de sirena que pueden embrujar a la marinería pero que, como en la Odisea, conducen al barco irremediablemente a zozobrar en los acantilados.

Ya nos lo ha dicho Bruselas: “España debe ayudarse a sí misma”. Y no es un mal consejo. Dejemos de esperar socorro del exterior y veamos qué podemos hacer nosotros. De ésta saldremos con esfuerzo y sacrificio colectivo. No hay empresa que valga la pena y se consiga sin esfuerzo, y la tarea que nos queda por delante es ingente. Pero eso debe hacer que el esfuerzo sea más llevadero, porque, efectivamente, la meta vale la pena. Nos jugamos nuestro futuro, el personal de cada uno, el de nuestros hijos y el de nuestra Patria, y ese estímulo debe ser suficiente para que cada uno arrime el hombro y ponga la parte de esfuerzo que le corresponde. No es hora de pedir sino de dar, y la solidaridad debemos reservarla para aquellos que realmente lo necesitan.

Queda por ver cómo encajarán esto los perdedores. Lo cierto es que en democracia todos están legitimados para hacerse oír, y el ganar las elecciones no supone ni siquiera que el ganador tenga razón. Pero de lo que no cabe duda es que el gobierno salido de las urnas tiene toda la legitimidad para llevar a cabo su programa, sin hipotecas derivadas de la ideología o la opinión de los que han perdido. Estos tienen dos alternativas: colaborar en el esfuerzo colectivo o apartarse y dejar que gobierne el barco la nueva tripulación. Por el bien de España esperemos que cojan su sitio en la bancada y remen con todas sus fuerzas.

Hoy, más que nunca, "ad astra per áspera".

domingo, 20 de noviembre de 2011

Del puchero electoral



El tema del día son las elecciones, y por eso no me queda más remedio que hablar de cocina. No hablo de cocinar las encuestas del CIS, materia en que, según la leyenda negra, era un experto Alfonso Guerra. Tampoco de cocinar directamente las elecciones. Ese es una arte culinario que dominaba como nadie el Conde de Romanones pero que, por suerte, ha desaparecido de la escena patria, aunque quedan todavía fogones en Ultramar. Los famosos cocineros Castro, el chef Chávez y algunos más son grandes exponentes de la cocina electoral caribeña.

Hablando de Romanones, aventajado cacique decimonónico, se cuenta que en su circunscripción electoral un rival político se le estaba adelantando en el proceso de dar pucherazo, y andaba comprando los votos de los vecinos. Los paniaguados del conde le advertían de que el rival les llevaba ventaja y que había que actuar. Éste les decía que no tuvieran prisa y, a escasas fechas del día de votación, fue por los pueblos preguntando a los electores: “¿Cuánto os ha dado fulano por votarle?”. Los paisanos le contestaban que tres pesetas, a lo cual replicaba el conde: “Menudo sinvergüenza y tacaño. Anda, devuélveme las tres pesetas, toma un duro y me votas a mí.”

Anécdotas aparte, en España el proceso electoral está fuera del peligro de ollas podridas, como consecuencia de una madurez democrática que garantiza nuestro derecho a la elección de los gobernantes legítimos y que, por lo mismo, nos impone la obligación de acatar el veredicto de las urnas. Esperemos que sean conscientes de esa obligación los que pretenden sustituir la máxima, no digo que única, expresión democrática por una supuesta legitimidad nacida de las calles o las redes sociales.

Bueno, como este tema me está dando hambre, voy a ver si desayuno antes de ir a votar.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Pronóstico no reservado



A dos días de la verbena electoral no me resisto a dar mi pronóstico, dado que es gratis y todos son ventajas. Si aciertas quedas como un gurú, y si te equivocas nadie se acuerda y tampoco importa un pimiento.

Pues dicho lo anterior, consultado mi oráculo de Don Benito, y vistas las encuestas, apuesto a que el resultado se va a parecer mucho más a un 2-1 que a otra cosa. O sea que Rajoy se lleva casi 200 escaños y Rubalcaba muy poquito más que 100. No es solo que lo digan los sondeos del Financial Times, es que se da una conjunción planetaria, en forma de hastío la situación y paro, que va a provocar una inmensa marea azul.

¿Y en Extremadura? Mi apuesta es por un 7-3 a favor del PP lo que supondrá la defenestración de Fernández Vara, que acompañará a Rubalcaba al limbo político.

En fin, las cartas están echadas y esperemos que a partir del lunes se abra un futuro esperanzador para España y que los que salgan de la urnas estén a la altura de la tarea pendiente.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Esto lo arreglamos entre casi todos.



El domingo pasado, la prensa extremeña se hacía eco de la denuncia de un emprendedor sobre el calvario burocrático sufrido durante dos años para poner en marcha un nuevo proyecto. A cuenta de la denuncia se atizaba de lo lindo al sector funcionarial, imputándole un absentismo generalizado (del 80% según la “víctima”) y buena parte de la culpa de los males patrios. No seré yo quien ponga la mano en el fuego por el funcionariado extremeño o nacional, porque he visto casos de desidia y golfería rayanos en el delito. Pero voy a romper una lanza por los miles de funcionarios, mucho más del 20%, que realizan su trabajo de forma aceptable, cuando no por encima de lo que se les podría pedir. Y lo hacen sin temor al castigo ni la promesa de una recompensa, que no hay, con el único aliciente de cumplir con su deber.

No creo en la teoría de que la culpa de nuestras desdichas la tienen los funcionarios. Es una tentación irresistible mirar a los otros cuando hay que buscar responsabilidades, pero señalar a un colectivo concreto no resolverá nuestros problemas aunque tranquilice nuestras conciencias. Sin intención de ser exhaustivo, me vienen a la cabeza otros responsables de que las cosas no funcionen tan bien como debieran.

Por supuesto nuestro gobierno, culpable de mentir a la ciudadanía desde el comienzo de la crisis e incapaz de adoptar medidas eficaces. Pero junto a él muchos de nuestros políticos, desde los que se limitan a aparecer por el Congreso los días de votación a los alcaldes sinvergüenzas y trincones de pueblos de unos pocos centenares de habitantes. Qué decir de los sindicatos, desde sus máximos responsables, que preparan huelgas generales en resorts de lujo, a los sindicalistas de base a los que nadie recuerda haber visto trabajar. Y de los empleados improductivos que dedican más tiempo al facebook y a las diversas formas de escaqueo que a desempeñar su trabajo. Tampoco se quedan atrás muchos directivos, más ocupados en apropiarse de los méritos ajenos y hacer la rosca a sus superiores que en aportar valor a sus empresas o a la sociedad. Ni algunos empresarios, pendientes del tráfico de influencias y la subvención, y no de competir en igualdad de condiciones. O los parados especialistas en Play Station, que se toman dos años sabáticos a costa del seguro de desempleo en lugar de formarse o buscar trabajo. O de los jóvenes que aun no han accedido al mercado laboral porque prefieren vivir de sus padres antes que aceptar un empleo que les obligue a trabajar los viernes por la tarde. Salvo los autónomos, pobres, que en cuanto dejan de echar horas se arruinan y dejan de serlo, en principio nadie está libre de sospecha.

En fin, ya está bien de hacer amigos. Lo que quiero decir es que es bueno que dejemos de mirar al extranjero como causa de nuestros males y como hipotética tabla de salvación. Pero puestos a interiorizar las causas reales de la crisis nacional, empecemos por hacer examen de conciencia partiendo de nosotros mismos, y seguro que encontramos muchas posibilidades de mejora. España está llena de gente con capacidad y ganas, y en cuanto nos libremos de algunas inercias y algunos caraduras conseguiremos la recuperación de nuestra economía y nuestra moral. Es hora de que miremos con simpatía al que se deja la piel en su trabajo y dejemos de justificar a los que, funcionarios o no, viven a costa del trabajo ajeno. Porque en momentos como los que estamos viviendo, los que no son parte de la solución son parte del problema.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Democracia vs mercado



La última moda consiste en afirmar que los mercados atentan contra la democracia. Y qué ejemplo más paradigmático que la Democracia griega, la primera de todas en el tiempo, herida de muerte por unos mercados, que son capaces de derribar líderes elegidos por el pueblo, para imponerle reformas económicas.

Es curiosa esta teoría, porque le da la vuelta a todo lo que conocíamos hasta ahora. Mercado y democracia han ido siempre unidos porque van naturalmente unidos. El mercado puede existir, aunque sea de forma imperfecta, sin democracia (China es un ejemplo) pero la democracia no puede existir sin mercado. Sin mercados hasta las necesidades básicas de la pirámide de Maslow, como comer y beber, no dependen de nuestras decisiones libres de oferta y demanda sino que vendrán dictadas por otros. Y, cuando se nos priva de la libertad económica, es una ilusión pensar que podemos mantener la libertad política de elegir los gobernantes y la forma en que deben ejercer el poder.

¿Entonces qué ha pasado? ¿Por qué determinados gobiernos están sujetos a la voluntad de otros que detentan el poder económico? La razón es sencilla, la libertad de elección conlleva responsabilidades y consecuencias. En un mundo globalizado todos dependemos de los demás, pero las relaciones de dependencia están muy determinadas por el modo en que se ha ejercido la libertad. Al igual que una persona es libre para endeudarse si quiere adquirir lo que no tiene, cuando se endeuda por encima de sus posibilidades empieza a renunciar a parcelas de libertad. No nos engañemos, la libertad hay que ganársela, y se pierde cuando se cambia por el bienestar con cargo al esfuerzo ajeno. No en vano siempre se ha dicho que el que paga manda. Y con los países pasa lo mismo. Pueden elegir gastar lo que tienen o gastar más, pero si eligen la segunda opción deberán acudir a los mercados financieros y atenerse a sus reglas.

En el ejemplo inicial, si hemos de creer a algunos, los pobres griegos han caído en manos de una exigente Merkel que les impone sacrificios injustos para no dejarlos caer en el abismo. Luego, cuando se hurga en la herida griega, aparecen agentes infecciosos muy peculiares. Así, los fraudes en las pensiones que cobraban miles de “pensionistas” fallecidos, los sueldos de 60.000 euros de los conductores del metro helenos, las compras de tanques americanos Abrams por importes milmillonarios, o el desorbitado número de Porsche Cayenne de Larisa, capital de Tesalía. Y todo ello pagado, naturalmente, con el dinero ahorrado por los demás europeos.

Entonces ¿hay que abandonar a su suerte a los que se equivocaron individual o colectivamente? Sinceramente no lo sé, pero de lo que estoy seguro es de que no se puede hacer recaer sobre las espaldas de los que han sido prudentes y acertaron, los errores de los que no lo han sido y erraron. Estos últimos podrán salir de su situación echando mano de su propio coraje y esfuerzo, o apelando a la solidaridad de los demás. Pero que no apelen a la Justicia porque, como señalaba el griego Aristóteles, no es justo que los que han hecho sacrificios y esfuerzos diferentes reciban recompensas iguales.

lunes, 7 de noviembre de 2011

“Mujeres, alcohol y pistolas" (banda sonora de Ennio Morricone)



Un estudio de la Universidad de Granada concluye que “aunque resulte inconcebible, un 28% de los universitarios españoles sigue recurriendo a conductas sexualmente coercitivas, como la de invitar a unas copas, para conseguir mantener relaciones sexuales con sus compañeras”. Los autores sospechan que “los comportamientos coercitivos vinculados con el alcohol tendrían mucho que ver no sólo con la situación, sino también con la ideología de género especialmente de los chicos, en concreto con su mayor o menor adhesión a lo que en la literatura especializada se conoce como mitos sobre la violación”.

Pues ya saben ustedes, si a alguno se le ocurre después de una cena romántica invitar a una copa a la chica, puede que, en lugar de responderle “¿en tu casa o en la mía?”, lo lleve al cuartelillo por ejercer sobre ella una conducta sexual coercitiva.

Yo no sé si estas ocurrencias son fruto de alguna reprimida o de un necio con problemas con las mujeres. Si le dijeran a Mae West, después de preguntarle a Cary Grant “llevas pistola o te alegras de verme”, que éste podría invitarla a una copa para debilitar su voluntad en el marco de un mito sobre la violación, seguramente la diva se partiría de risa y preguntaría que quién iba a violar a quién.

Pues 80 años después, los tipos más tontos de la Galaxia han decidido echar sobre sus hombros la pesada carga de proteger la virtud de las mujeres, aunque ahora la virtud se llame “voluntad contra conductas sexuales coercitivas”. Por cierto, son los mismos tarados que, en un ejercicio de coherencia, consideran que un maromo de 17 años puede dejar embarazada a una niña de 13 y llevársela de la mano a abortar sin que sus padres se enteren de la jugada.

Yo ya no entiendo nada. Ahora resulta que los que presumían de la liberación sexual femenina estiman que una fémina no puede tomarse un pelotazo de whisky antes de revolcarse con un noviete. Sólo les falta incapacitarlas y recluirlas, como especies protegidas, en el Zoo de la Casa de Campo. Lo único que me consuela es pensar que somos muchos los que empezamos a estar hartos de esta hornada de Pajines, Bibianas, profesores de Granada y demás mojigatos que te condenan al ostracismo por encender un pitillo, a galeras por comerte una hamburguesa XXL, o al mismo infierno si se te escapa una mirada al escote de una maciza.

Definitivamente, en España no cabe un tonto más.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Del 20-N: Hundimiento y esperanza.



El lunes se celebra el debate entre Rajoy y Rubalcaba, aperitivo para el amargo banquete electoral del día 20. Amargo porque el botín electoral es el menos apetecible que se ha servido en nuestra historia democrática. En cualquier caso, alguien tiene que lidiar el toro, y las encuestas coinciden unánimemente en que el diestro será Rajoy, porque la distancia que le separa de Rubalcaba es insalvable y solo puede aumentar.

Pero no hacen falta encuestas. Sólo algunos periodistas y analistas de esos que viven en la nube y se miran al ombligo mutuamente, pueden pensar que todavía queda partido, o que algún imprevisto o el voto indeciso del que habla José Blanco, el único en este país a quien pagan por repostar, pueden dar “chance” al PSOE.

La realidad está a la vista de todos, cinco millones de parados, cientos de miles de empresarios que han cerrado sus negocios, funcionarios a los que se les ha machacado en el prestigio y en el bolsillo, dejándolos sin pagas extras y culpabilizándolos de la situación, instituciones casi en bancarrota y un gobierno que se debate entre la incompetencia absoluta y la corrupción. Por no hablar de los fracasos en las diversas políticas sectoriales: territorial (con el escándalo de Bildu en las instituciones), educativa, energética… y no sigo porque me deprimo.

¿De verdad alguien piensa que queda margen para la incertidumbre? ¿De verdad alguien cree que este infausto gobierno no ha tenido nada que ver en el desastre? ¿De verdad queda quien considera que se le puede echar la culpa de todo esto al neoliberalismo, a Aznar y al coco? ¿De verdad se puede advertir en Rubalcaba, al que me suena haber visto antes en alguna parte, al salvador que tiene la solución a nuestros problemas?

Si hay algo que me da esperanza es que el pueblo español va a demostrar su madurez castigando sin contemplaciones a los que nos han llevado a esta situación. Esto al menos nos diferencia de los países, en Hispanoamérica tenemos ejemplos notorios, que se empeñan en reelegir a los políticos que les hunden en la miseria, en una incomprensible espiral suicida. Y por eso creo que tenemos futuro, y que la marca España volverá a brillar con fuerza.

Quedan tiempos duros por delante y todos tendremos que arrimar el hombro. Nunca se habrá entregado el poder a un partido en una situación tan difícil. Pero ninguna empresa grande se consigue sin esfuerzo. Esperemos que quienes tienen que liderarnos en ese trayecto estén a la altura de las circunstancias.

Ad astra per aspera.

martes, 1 de noviembre de 2011

Esto lo arreglamos entre todos (cambiando el chip)


Algunos esperan que se arregle la crisis y que todo vuelva a estar “en orden”, es decir, como antes aunque sea con menos dinero. Otros, que ven que estamos ante un cambio de era, creen que la crisis es el peaje de una transición que terminará “cuando todo haya cambiado”. Así, caen en el mismo error, al pensar que se trata de pasar de un modelo estático a uno nuevo y diferente pero igualmente estático.

Lo que no acabamos de comprender es que, si crisis significa cambio en griego, hemos llegado a un punto en que la crisis es el nuevo estado natural de la Humanidad porque estamos en una fase de cambio continuo. La globalización hace que el efecto mariposa tenga sentido y, en un mundo donde el movimiento de uno afecta a todos, la existencia de 7.000 millones de saltimbanquis garantiza la agitación constante.

A muchos esta situación les molesta. Los sindicatos, por ejemplo, no admiten que los trabajadores de China o de la India pongan en peligro el modelo en el que se habían instalado y en el que viven muy cómodamente. Pero no se trata de que la idea de un mundo global nos guste o no, sino de que éste es real y, en consecuencia, el escenario en el que tenemos que actuar no lo delimitamos nosotros.

Eso supone que la añoranza del pasado es cada vez más inútil. No volverá ni falta que hace. La cuestión es afrontar el futuro y, por tanto, desaprender lo que conocíamos para aprender cosas nuevas constantemente. No podemos pensar que, en un mundo en continua ebullición, aprobar unas oposiciones o aprender un oficio o profesión, nos garantizará un status vitalicio.

Esperemos que la nostalgia por los tiempos perdidos se supere pronto y que, liberados de ella, una nueva actitud nos permita afrontar los que vienen, que serán mejores si nos lo proponemos puesto que siempre ha sido así. Es la hora de dejar de escuchar a los que se lamentan, porque hay una gran diferencia entre quejarse y pedir ayuda.