sábado, 4 de mayo de 2013

El ministro de los billetes de 500 euros.




El ministro Guindos apoyaba el lunes pasado la supresión de los billetes de 500 euros aduciendo, entre otras cosas, que “en su vida ha visto ninguno”, lo que ha dado lugar al estupor y la incredulidad del público en general. Pues, contra lo que piensan los demás, yo le creo. Y lo digo de verdad, porque el ministro se mueve en un nivel en el que no necesita dinero en efectivo. Seguramente en su club nadie es tan ordinario como para esgrimir un billete, pudiendo apuntar los gastos en su cuenta. Y fuera de él, la Visa oro, la empresa o la corte de pelotas que siempre acompaña a quien detenta el poder, hacen igualmente innecesaria la vulgaridad de echar mano a la cartera.
Lo que me preocupa es que quien tiene en sus manos las riendas de la economía del país, si le deja “Recaudator” Montoro, demuestre públicamente tal desconocimiento de sus gentes. Es imperdonable esa demostración pública de que en la vida ha hablado con un barman, un tendero o su peluquero, porque si lo hubiera hecho sabría que esa estupidez no se puede decir aunque sea verdad. Es posible que, como dijo la idiota de la delegada del gobierno en Cataluña, sea estupendo que los pijos gasten dinero, pero un ministro no puede ser tan pijo para aislarse del resto de los mortales si quiere que estos vuelvan a votarle.
Cierto escritor hablaba del aislamiento como “un mal que reflejaba la limitación y la codicia de una clase”. La clase política española, por desgracia, padece este mal en grado sumo, como determinadas dinastías reales padecían la demencia o la hemofilia. Y esa limitación y codicia explican mucho del actual distanciamiento entre ellos y el pueblo soberano.
En descargo del ministro hay que decir que tiene ilustres precedentes. Cuentan que María Antonieta, cuando le dijeron que el pueblo pedía pan, contestó, seguramente sin maldad, que comieran brioches. Vale que ella no supiera que, si los sans-culottes no sustituían el pan por dulces, no era por capricho. Pero el desconocimiento no impidió que su cabeza rodara separada del cuerpo. Mucho me temo que los miembros del gobierno se empeñan en acercar peligrosamente sus cabezas a la cuchilla que ha de separarlas del cuerpo electoral. Más les valdría hacer el esfuerzo de bajar al nivel de la calle, escucharla y cambiar tanto su forma de gobernar como su forma de comunicar. Porque, si se empeñan en seguir dentro de la burbuja, seguramente acabarán con sus testas en un cesto.
“No hay peor ciego que quien no quiere ver” –Dicho popular-

2 comentarios:

  1. El gobierno de ZP estaba cuajado de pijiprogres. El de Mariano de pijos a secas.
    De donde coño hemos sacado a tanto idiota?
    Y lo peor de todo es que son unos malditos inútiles.

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  2. Otro punto de vista.
    ¿Cómo es posible que los ministros digan y hagan tantas estupideces?
    A lo mejor la explicación es bien sencilla: nuestros ministros son unas medianías.
    Y, una vez ungidos, siguen siendo las mismas medianías.
    Ejemplos:
    1.- Las ministras de un gobierno socialista, algunas bastante talluditas, lo primero que hacen es posar como modelos para una revista.
    2.- Un ministro nos recomienda darnos duchas frías.
    3.- ... para qué seguir.

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