El crack de la bolsa china se ha
contagiado al resto de bolsas mundiales, que ven como sus valores pierden las
ganancias acumuladas en el año. Ante eso, muchos se preguntan si el hundimiento
de la economía china puede arrastrar a la economía mundial. Algunos incluso
dicen que esto no es sino la manifestación de una crisis sistémica a nivel
global.Dejemos los catastrofismos a un lado, porque los acontecimientos de
estos días eran previsibles. Tan previsibles que algunos lo predijimos mucho
tiempo atrás.
Hace ya cuatro años (http://ajustandolasvelas.blogspot.com.es/2011/10/tocara-la-china.html) cuando China era el centro de todas las
miradas de admiración, advertíamos de su próximo declive, basándonos en la
existencia de unos parámetros económicos inaceptables en cualquier país
desarrollado:enorme desigualdad económica, gobierno dictatorial y
gerontocrático; ausencia absoluta de derechos laborales, censura en Internet y
una enorme burbuja inmobiliaria.
Y hace dos, (http://ajustandolasvelas.blogspot.com.es/2013/11/la-caida-del-imperio-amarillo.html) predijimos que,
como apuntaban algunos analistas a quienes los árboles no les impidieron ver el
bosque, China iba a ser protagonista de una caída sonada y de consecuencias imprevisibles.
Por las mismas razones que
entonces, podemos afirmar, sin demasiado temor a equivocarnos, que la caída del
gigante amarillo no va a suponer la caída de Occidente. Y no son otras que el que
la economía china es radicalmente distinta a las occidentales. China no deja de
ser una sociedad con una economía industrial propia del siglo XX, basada en una
mano de obra barata y poco cualificada, incapaz de competir en los sectores punteros
del siglo XXI, que requieren un uso intensivo del conocimiento. Uso que además
es poco compatible con la falta de libertad de China y su estado hiperintervencionista,
que sigue restringiendo a sus ciudadanos el acceso a Internet.
Además, China, a pesar de
permanecer anclada en la sociedad industrial cuando el mundo camina con paso
firme por la Sociedad de la Información, ni siquiera es estrictamente una
potencia industrial. Claro que produce una ingente cantidad de cosas, pero son
de poco valor, producidas por encargo u obsoletas, cuando no burdas copias. Basta
con ver los automóviles chinos para darse cuenta del estado de su producción
industrial.
Es cierto que en una economía
global el mundo está conectado. Pero si nadie se sorprendía hace unos años
cuando lo países emergentes vivían momentos de esplendor mientras las economías
desarrolladas pasaban la mayor crisis desde 1929, no debe sorprendernos que hoy
las economías occidentales estén en pleno proceso de crecimiento mientras China
y los emergentes son presa de un declive originado por sus problemas
estructurales. Problemas que persistirán porque, por mucho que se empeñe el
gobierno chino en adoptar medidas intervencionistas en forma de devaluación y
similares, esas medidas no podrán tapar la realidad: China es un gigante con
pies de barro.
Por ello, aunque no es una buena
noticia que el gigante chino se desplome sobre sus débiles pies, tampoco debemos
tomarlo muy a pecho. No se trata de alegrarse del mal ajeno, pero en este caso
puede tener incluso consecuencias positivas, en forma de bajada de materias
primas, consecuencias que debemos aprovechar para ser más competitivos.
Seguramente tendremos un período
de turbulencia bursátil, pero no va a ser comparable al de las bolsas
orientales, que se han desplomado un 50%, mientras que las occidentales no
llegan al 10%. Así que dejemos de preocuparnos por los estornudos ajenos y
sigamos a lo nuestro, porque las cotizaciones bursátiles reflejan, sobre todo,
el esfuerzo de quienes trabajan en las empresas cotizadas.