viernes, 30 de diciembre de 2011

Ah, pero se terminó la fiesta?



Algunos siguen con sus críticas a los recortes presupuestarios. Por eso quizá sea conveniente que empezáramos por ponernos de acuerdo en lo que es un recorte. Y como las palabras se prestan a equívocos, vayamos al diccionario de la RAE que define recortar como “cortar o cercenar lo que sobra de algo.” Aclarado esto, se acabó la controversia. No puede haber recortes en un presupuesto y una economía donde no sobra nada sino que falta todo.

Me sorprende que todavía haya que repetir a alguien que, desde hace meses, no es que falten fondos en el arca, sino que cada vez que hay que refinanciar lo que ya nos hemos gastado pasamos las de Caín. Según linces como Llamazares el problema es la baja imposición y el fraude fiscal. Como si las empresas y los españoles de a pie pudieran soportar mayores impuestos. Sería conveniente tener más políticos que alguna vez hubieran visto los toros desde el ruedo de aquellos que no viven del presupuesto, a ver si se les quitaban las ganas de engordarlo.

Menos mal que los ciudadanos tienen mayor madurez que muchos de sus representantes, y saben que todavía hay cuestiones que defender como los servicios públicos esenciales o las pensiones. Y que para salvaguardarlos tendremos que prescindir de muchas cosas a las que estábamos acostumbrados pero que, simplemente, no podíamos pagar. Pronto se les han olvidado a algunos los sobresaltos con la prima de riesgo cuando nos jugábamos casi a diario el seguir en juego o declararnos en bancarrota.

El modo de enfocar la crisis de la izquierda recuerda a las ruinas de las grandes fortunas antiguamente, que sobrevenía a menudo mientras la familia estaba en plena fiesta, momento en que los acreedores entraban en la casa para llevárselo todo, incluídas las copas con las que estaban brindando los señores, las sillas en que se sentaban y las libreas de los sirvientes.

Ya es hora de que todos, sin excepción, asumamos la situación de forma responsable y dejemos la nostalgia de los tiempos en que el vivíamos como ricos sin serlo, y recordemos las palabras de B. Franklin según el cual “el camino hacia la riqueza depende fundamentalmente de dos palabras: trabajo y ahorro”. Pongámonos a ello!

martes, 27 de diciembre de 2011

Feliz Navidad, con perdón!



Últimamente en Navidad hay que tener cuidado con lo que se dice, porque empiezan a ser unas fechas que no encajan dentro de lo políticamente correcto. Ya el tema del Niño Dios es espinoso. “¿Religión en un país laico? Qué disparate, y qué retroceso en las conquistas sociales”. Un Christmas no debe tener Reyes, estrellas ni, por supuesto, nacimiento. Así un nuevo jacobinismo pretende desterrar todo lo que huela a religión, tradición o familia, curiosamente todas las cosas que han alimentado el espíritu del pueblo español y, con variaciones, de la inmensa mayoría de las naciones del mundo desarrollado.

No quiero decir que la familia sea perfecta, aunque todos intentan formar una incluso después de romper la anterior, que todos los cristianos sean ejemplares, ni siquiera que lo sean más que el resto de los mortales, o que nuestras tradiciones y fiestas sean mejores que las del vecino. El problema es que después de tirar por tierra todo ese bagaje lo único que queda es El Corte Inglés.

Pero no hay miedo, porque los gurús que nos quieren salvar de tan primitivas tradiciones han preparado una nueva religión, basada en dogmas como la igualdad de género, la ecología y el respeto a la orientación sexual. Cuando habíamos conseguido separar la Iglesia del Estado, aparece un nuevo credo pregonado por apóstoles de la talla de los Wyoming, Leires, Zerolos y similares que se impone a todos los ámbitos de nuestra vida. Lo curioso es que estas nuevas ideas pretendidamente salvadoras son más antiguas que la polka y además no se oponen a nuestras tradiciones ni al espíritu navideño. Siempre ha habido mujeres que conciliaban el trabajo fuera de casa, y en igualdad con los hombres, con montar el portal en familia y preparar la cena de Nochebuena. Lo sé porque mi madre era una de ellas.

Lo único que han conseguido es pervertir principios básicos como la tolerancia, educación y respeto a los demás, convirtiéndolos en un montaje artificioso y ridículo en base al cual unos indocumentados pretenden revisar la literatura de Mark Twain porque aparece la palabra “negro” o castigar con la excomunión civil a quien cuente un chiste de homosexuales, aunque el chistoso sea homosexual. En el colmo de la estupidez, los ecologistas han levantado una cruzada en twitter contra el consumo en estas fechas de “langostinos manchados de sangre”, porque pone en peligro un manglar en no sé donde.

No pretendo imponer a nadie mis creencias ni tradiciones, pero me niego a que me impongan la religión de lo políticamente correcto. No voy a pedir perdón por poner un Belén en mi casa, enviar una felicitación navideña con el nacimiento o cantar villancicos con mis hijos. Y mucho menos pienso cambiar el lenguaje de Cervantes por el de los analfabetos del todos/as y ciudadanos y ciudadanas. Y desde luego no pienso hacer un examen de conciencia cada vez que monte en mi coche o compre en Mercadona.

Recuperemos el sentido común, porque lo único que nos falta es sustituir nuestras tradiciones por las gilipolleces impuestas por unos indigentes intelectuales cuya intransigencia solo es comparable a su capacidad para vivir del presupuesto.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Después de la tormenta siempre, siempre vuelve a salir el sol.



Bueno, otro año llega la Navidad que esta vez será más austera para todos. Quien más quien menos se lo ha pensado antes de tirar la casa por la ventana, y ha elegido con más cuidado, no con menos cariño, los regalos o los vinos que han de acompañar nuestras comidas. Tampoco pasa nada. Recuerdo un programa de televisión hace ya tiempo en el que una familia en apuros económicos se sorprendía de la poca importancia que tenían ahora el BMW, el televisor de plasma, el jacuzzi y demás objetos que se habían convertido en el centro de sus vidas en los momentos de vacas gordas.

Cierto que “donde no hay harina todo es mohína” pero salvo casos dramáticos, que los hay, el hecho de que ya no seamos todos millonarios (sobre todo en créditos) no puede ser motivo de que nuestras vidas no valgan la pena. Porque si pensamos así, es que no la valían antes del crack.

Quizá sea el momento de dejar de mirar hacia afuera y empezar a mirar nuestro interior para sacar lo mejor que llevamos dentro, de ver la importancia de lo que somos y no de lo que tenemos. Y pensar que las posesiones inmateriales como el valor, el espíritu de sacrificio, la hombría de bien, el respeto a los demás, son lo que nos hace importantes. Tal vez sea tiempo para recuperar los valores que habíamos perdido entre tanto lujo innecesario.

Son también tiempos de solidaridad, pero no solo la de quienes pueden ayudar a los que están en peor situación sino la de todos, porque todos sin excepción debemos ser solidarios, dejando de quejarnos y arrimando el hombro para contribuir a la tarea de levantar España.

Y tenemos que dejar de mirar los problemas como algo que nos viene de fuera y nos supera. Estamos vivos, coleando, y rodeados de gente por la que dejarse el pellejo. No hay nada contra lo que no podamos luchar. Siempre se puede luchar. La Historia de la Humanidad está llena de gestas increíbles. De situaciones peores hemos salido y esta vez no va a ser una excepción. Juntos podemos darle la vuelta a la tortilla, porque nada está escrito y el éxito sólo depende de que pensemos que podemos conseguirlo.

Son, sobre todo, tiempos de esperanza, y de conquistar el futuro que está a la vuelta de la esquina. Feliz Navidad amigos!

jueves, 22 de diciembre de 2011

De capitanes y tormentas



Hace poco escribí sobre la travesía que nos esperaba en medio de una tormenta cada una de cuyas olas era el preludio de otra mayor. Peligro aguzado por navegar al mando de un capitán de segunda que, viendo la costa a sotavento, no sabía qué hacer ni cómo hacerlo, rodeado de una oficialidad de la misma categoría.

Lo cierto es que hoy la sensación que transmite el puente de mando no tiene nada que ver con la de ayer. Podrá gustar más o menos, pero se ve a una oficialidad curtida y con capacidad de llevar el barco a buen puerto.

Algunas pegas se le han puesto como, por ejemplo, que no hay paridad. Ni falta que hace, las que están es porque pueden llevar los galones de mando con solvencia, sin que ninguna norma ridícula sea la que les habilite a ocupar su puesto al frente del navío.

Falta el cargo de contramaestre de cultura, pero no son tiempos para guiños a los culturetas de la zeja. Si quieren cubrirse el riñón, aspiración legítima, no tienen más enfocar su arte al público, y mirar al patio de butacas buscando el aplauso de éste, en lugar de estar pendientes del palco de las autoridades y la subvención. Y la omisión es una muestra de que el mando tiene puesta su atención en lo que realmente importa, el rumbo, los vientos y las olas. Resulta demoledor ver, en medio del peligro y con el barco desarbolado y a punto de irse a pique, a un gobierno preocupado de paridades, memorias históricas y demás ocurrencias que, para la inmensa mayoría de los españoles, son intrascendentes cuando la preocupación es pagar la hipoteca o llegar a fin de mes.

Es el gabinete de más edad de la Historia. Bien, la experiencia es un grado y los experimentos en algunas circunstancias, es mejor hacerlos con gaseosa. La edad y experiencia de los actuales no hace sino poner de manifiesto la insustancialidad de los Pepiños, Bibianas, Pajines y demás grumetillos sin ningún bagaje que explicara el porqué de su designación.

Pero no olvidemos que ningún navío llega a su destino si la tripulación no hace su trabajo. No hay excusas para que ahora nos no pongamos el mono y ocupemos cada uno nuestro puesto a bordo. No es el momento de acurrucarse en la sentina esperando a que amaine el temporal sino de subir a cubierta y desafiarlo. Si tenemos motivos para confiar en un gobierno que reúne las condiciones de capacidad y legitimidad, es el momento de que cada uno cumpla con su propio deber.

“Ad astra per aspera”

sábado, 17 de diciembre de 2011

¿Corona o Coronita?



Nunca he escrito en el blog sobre la monarquía así que voy a aprovechar, no sea que se acabe y pierda la ocasión. No soy monárquico, republicano ni juancarlista, expresión que recuerda mucho a las adhesiones inquebrantables del régimen de D. Francisco, aunque acepto sin problemas la Monarquía parlamentaria que, al privar a la Institución de poder efectivo, se hace tolerable para todos.

Hasta hoy. Porque en el momento en que el Rey deja de cumplir la misión que le asigna nuestra Carta Magna, como “Jefe del Estado y símbolo de su unidad y permanencia”, tenemos que empezar a cuestionarnos su conveniencia. Un símbolo debe representar unos valores y metas que nos identifiquen y de los que enorgullecernos, especialmente ante otros países. Y el Rey está bastante mayor lo que hace que, en tiempos en que la imagen es tan importante, no resista la comparación con otros símbolos nacionales como Rafa Nadal, por ejemplo.

Pero el problema es que no resiste la comparación ética. Cuando un monarca se convierte en el cabeza de una familia que empieza a parecerse más de la cuenta a los inquilinos de la finca Ambiciones, resulta difícil considerarlo ejemplo de autoridad y majestad. Lo del yerno, que nadie con sentido común puede pensar que el Rey desconociera, ha conseguido escandalizar incluso a los de moral más flexible. Alguno dirá que me salto a la torera la presunción de inocencia, mas no hago sino seguir el criterio de la propia Casa Real, que ya ha echado al foso de los leones al “presunto” calificando su conducta como “poco ejemplar”.

No se trata de cuestionarnos el coste de la monarquía o de la república. Para pagar unos palacetes y las vacaciones en Mallorca siempre algo habrá en la caja. El problema es si podemos tener como símbolo de nuestra patria a un monarca achacoso, renqueante, lleno de bollos y, lo que es peor, cuya moral está bajo sospecha pública. Las amistades peligrosas, los reales líos de faldas y el borboneo en general se podían tapar en tiempos en que no había Internet. Pero es posible que a la Casa Real, en su afán populista, le haya pasado como a los cuadros cuando se les mira demasiado de cerca, que la proximidad pone de manifiesto sus trazos más borrosos.

A lo mejor es el momento de pasar la página de Don Juan Carlos y empezar a leer la del Príncipe, antes de que la figura de éste empiece a adquirir los tintes patéticos de otro “joven heredero” como es Carlos de Inglaterra. Porque como al pueblo español, de sentimientos monárquicos bastante vacilantes, se le hinchen las narices puede que decida cerrar por completo el libro de la monarquía y probar suerte con otra cosa.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Leña y más leña del árbol caído.


Dicen que no hay que hacer leña del árbol caído, pero yo no estoy muy seguro. Probablemente el mejor destino final de algunos árboles sea servir de astillas o incluso de serrín. En cualquier caso tengo la certeza de que el árbol caído por decrepitud no debe ser utilizado para hacer plantones y repoblar.

Esto viene a cuenta de los disparates que se escuchan en estos días por la despedida del peor presidente de nuestra democracia, que me hacen frotarme los ojos con incredulidad. Según el propio interesado y ciertos corifeos (pocos le quedan) jaleados por algunos periodistas papanatas, Zp ha caído como consecuencia de su patriotismo, que le hizo tomar decisiones contrarias a sus ideales para librarnos del precipicio, aunque fuera a costa de sacrificarse frente al electorado. Imagino que los cinco millones de parados que ha dejado tras de sí se estarán preguntando por qué no se sacrificó cuatro o incluso ocho años antes, lo que les hubiera ahorrado a ellos mucho sacrificios a su vez. Nos hubiéramos evitado, por ejemplo, su negación de la crisis, o sus peregrinas soluciones como los Planes-E, que sirvieron para levantar todas las aceras del país a costa de agujerear más nuestras finanzas.

Pero es que a la desolación económica se une el desprestigio de la marca España, que ha pasado de lucir orgullosa por el mundo a ser objeto de un desprecio sólo mitigado por los triunfos de nuestros deportista de los que, por cierto, también trató de apropiarse adjuntando a presidencia las competencias en deporte. Eso sí, de autocrítica y asunción de responsabilidades ni rastro. Si alguien tiene la culpa de nuestros males son Lehman Brothers y los griegos.

Lo último que he tenido que leer en redes sociales es la sugerencia de que se le proponga para el Nobel de la Paz. Imagino que será una iniciativa que gustará mucho a los portavoces de ETA, que gracias a él están en parlamento. Visto lo visto, pronto alguien le propondrá para el Nobel de Economía.

Y no se trata de dar lanzadas a moro muerto, aunque eso les gustaría a los millones de desempleados y de empresarios a los que este insensato Flautista de Hamelín ha llevado a la ruina al son de su flauta. Por arruinar, ha arruinado hasta al partido que le llevó al poder.

No es el momento de mirar al pasado. Afrontemos el presente y contemplemos el futuro con esperanza. Pero si volvemos la vista atrás no caigamos en la frivolidad de convertir nuestra Historia una mentira encuadernada. Analicémosla sin rencor pero con sentido crítico, y aprendamos de ella. Porque los pueblos que olvidan su Historia están condenados a repetirla. En cuanto a ZP, solo queda decir con alivio que en buena hora se vaya, y que lleve tanta gloria como alegría y bienestar deja.

sábado, 10 de diciembre de 2011

De cambio climático, paraguas, volcanes y escépticos.




Ahora que nadie habla del calentamiento global, porque con la que está cayendo el personal anda suficientemente caliente, tengo que confesar que yo no creo en el cambio climático. “Ya están estos liberales irresponsables, que no tienen ni pizca de conciencia ecológica” dirán algunos, confundiendo el tocino con la velocidad. Porque mezclar ciencia e ideología es una tontería de libro. Mientras no se demuestre lo contrario, la gravedad funciona igual para liberales y para comunistas. Y eso lo tienen mucho más claro los primeros que los segundos pues, no en vano, era en la antigua URSS donde distinguían entre ciencia revolucionaria y contrarrevolucionaria. Pero, al margen de de que algunos pretendan hacer del clima una ideología propia, lo cierto es que a todos nos gustan los jardines verdes, los ríos con patos y los campos llenos de cerditos y bellotas.

Entrando en harina, yo no tengo muy claro que el clima esté cambiando. Vamos a ver, cambiar sí que cambia, porque unos días “chove en O Grove” y otros “orballa en Baralla” que dirían en Galicia. Pero no me acabo de creer que el grosor de la capa de nieve en Laponia dependa del tráfico de Móstoles. Resulta que por las Canarias sale un volcán que pone verde medio océano, a otro volcán islandés de nombre impronunciable le da por echar humo y paraliza el tráfico aéreo de toda Europa durante un mes, y hace nada unas tormentas solares han estado a punto de achicharrar el sistema de satélites mundial. Pero a los climatólogos les importa un pimiento, lo que nos va a matar a todos es que gastamos mucho en aire acondicionado.

A mí eso de medir la temperatura terrestre y no tener en cuenta lo que sucede con el sol me parece como si, al entrar en la casa del vecino y notarla más calentita que la nuestra, pensáramos que debe ser que está orientada al sur, en lugar de preguntarnos si tiene encendida la calefacción.

Y para más señas, a los científicos del cambio les sale un “Climagate” cada dos años y se descubre que andan mandándose e-mails donde se cuentan unos a otros como apañar los datos para que les cuadren o la forma de esconder el calentamiento de la Edad Media, porque en esa época no había emisiones de CO2. “¡Anda ya!, como van a hacer eso si a ellos les da igual que nos calentemos o nos enfriemos”. Hombre, igual, igual no les da, porque los presupuestos que destinan al Panel Internacional del Cambio Climático y demás iniciativas similares entre la ONU, los organismos internacionales y los gobiernos dan vértigo. Que le pregunten a Al Gore, que se embolsaba un millonada por cada charla que daba a cuenta del clima mientras quemaba combustible como un poseso yendo de un sitio a otro en su jet privado. “No puede ser, los científicos son todos honrados”. Pues sí, como los políticos, los banqueros y los hombres de negocios.

En fin, que yo este año no estoy para preocuparme por el cambio climático porque no pienso vender abrigos ni paraguas. Eso sí, seguiremos manteniendo la calefacción a 21 grados y tirando las botellas al contenedor verde, porque una cosa es ser un escéptico y otra cosa es contaminar de más o ser un irresponsable.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Presupuestos y modestia.




Los presupuestos de Extremadura para 2012 serán modestos o no serán. Serán modestos porque no hay un euro. No nos engañemos, los gobiernos de Zp y Vara han dejado las finanzas públicas como un solar, y de donde no hay no se puede sacar. Pero además deberán ser fruto de la modestia del Gobierno que debe presentarlos a la Asamblea. Es sorprendente que un gobierno en minoría, y cuya estabilidad depende de un partido que ideológicamente se sitúa en las antípodas, pretenda dar un “presupuestazo” sin contar con nadie y luego se extrañe de que le salga la criada respondona.

No conozco a Monago y por tanto no tengo datos para enjuiciar sus razones pero, desde la barrera, esta jugada no parece especialmente brillante. Si es fruto de la bisoñez, es un momento estupendo para rectificar y contar con IU antes de presentar un texto presupuestario nuevo. Si es fruto de la soberbia, la oposición del resto de los grupos le hará caer del caballo. Y esperemos que vea la luz como San Pablo, porque si se empeña en “sostenella y no enmendalla” los efectos de la caída serán más dolorosos.

La talla de un líder se demuestra en la adversidad. Con vientos de popa todos saben llevar el timón. Pero lo que no funcionará es plantarse en el todo o nada. Porque el todo no se lo darán, y la nada no debiera depender de él, sino del mandato que le han dado sus votantes, que son conscientes de que la gobernabilidad de Extremadura depende de IU y que consensuar con ellos no sólo es el mal menor, es el único camino. Tendrá que pagar peajes porque la vida está llena de peajes, y la política más.

Pero volviendo a la modestia, ésta es una virtud que tiene muchas ventajas. Quita vendas de ojos y oídos, permitiendo percibir la realidad tal y como es, y no como creemos que es. Y además te hace grato a los ojos de los demás (qué bíblico me ha quedado esto) allanando los obstáculos y las resistencias que pudieran oponer.

Convendría a nuestro presidente en esta tesitura hacer suya la frase del extremeño Donoso Cortés según el cual “nada sienta tan bien en la frente del vencedor como una corona de modestia”.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

¿Exhibicionistas? Sí, gracias.



En 1988 el Tribunal Constitucional, en el caso Paquirri, dictó sentencia defendiendo el derecho a la intimidad del torero y su familia por la publicación del video con las imágenes de la muerte del diestro. Defendía el Tribunal la intimidad como la necesidad de un ámbito personal acotado a la acción de los demás sin el cual no es posible mantener un mínimo de calidad de vida.

En los tiempos que corren no estoy seguro de que la sentencia hubiera sido la misma, o de que ni siquiera hubiera habido sentencia. Y ello porque Internet en general, y las redes sociales en particular, han despertado la bestia exhibicionista que todos llevamos dentro, haciendo saltar por los aires los límites de nuestra intimidad. Si Paquirri hubiera muerto hoy, probablemente las imágenes de la cornada estarían en su perfil de Facebook, y quizá Paquirrín hubiera twitteado la operación en directo.

Lo cierto es que los tiempos cambian cada vez más deprisa y no es posible sustraerse a las nuevas tecnologías. La proyección pública es necesaria porque no se pueden separar los beneficios de la Sociedad de la Información de sus desventajas. Si queremos contactar con amigos entrañables a los que no veíamos desde hace mil años o, en el ámbito profesional, vender nuestros servicios o nuestra persona, deberemos enseñar la patita y mostrar quienes somos.

El problema es que muchos se empeñan en enseñar al mundo su faceta más impresentable y luego se sorprenden de los efectos que produce. El que cuelga las fotos de sus juergas salvajes no puede extrañarse si, a continuación, rechazan su demanda de empleo como conductor de mercancías peligrosas.

“¡Alto ahí!”, dirán algunos. Hay que separar la vida personal de la profesional, y yo no he autorizado a ningún departamento de selección a que mire mi Facebook. Es posible, y alguna legislación lo prohíbe expresamente, pero poner puertas al campo es complicado y pensar que quien debe contratarte va a respetar tu intimidad en mayor medida de lo que tú mismo lo haces es pensar demasiado.

Por tanto, para no llevarnos sorpresas desagradables, tengamos presente que si queremos que algo no se sepa es mejor no contarlo (esto fue siempre así) pero que si se lo contamos a alguien se lo acabamos de contar a los cientos de millones de usuarios de Facebook, Tuenti y Twitter, y que lo que sube a la Red ya no baja.

Dejemos pues el exhibicionismo compulsivo y apliquémonos la máxima de que “la intimidad bien entendida empieza por uno mismo”. Y termino porque me voy a contar mi vida en Facebook.

sábado, 3 de diciembre de 2011

El banco malo


Economistas, periodistas, políticos y, sobre todo, banqueros, vuelven periódicamente sobre la idea del banco malo, que supondrá el saneamiento definitivo del sistema financiero y la vuelta del crédito a las empresas y los particulares. Eso sí, todos ellos salvo los banqueros, señalan la objeción de que su creación supone socializar pérdidas. No podía ser de otra forma siguiendo el principio inmutable según el cual “los marrones inmobiliarios no se crean ni se destruyen, solamente se endosan”.

Lo cierto es que nadie explica claramente que la creación del banco malo no es otra cosa que una especie de dación en pago gigantesca por la cual los bancos se sacuden de golpe toda su basura inmobiliaria, que pasa a ser adquirida por los españolitos sin que nadie les pregunte si quieren comprarla. ¿Qué me dice? ¿Esto es así? Vamos a verlo.

El sector financiero tiene actualmente en sus balances activos tóxicos por valor de 176.000 millones de euros (casi 30 billones, con b, de las antiguas pesetas) que incluyen los créditos de dudoso cobro y los inmuebles que se han quedado bancos y cajas. De esa cantidad, la cobertura con provisiones alcanza en torno al 33%. El problema es que los bancos saben que la bajada real de precio de la vivienda respecto de sus máximos está cercana al 50% y la del suelo sin edificar es mucho mayor, pudiendo llegar al 80%. Es decir, que todavía les quedan por provisionar casi 10 billones de pesetas.

Pues bien, en lugar de seguir provisionando con cargo a sus beneficios han decidido que lo mejor es que provisionemos los demás. Ellos transfieren a un banco malo todos sus activos inmobiliarios tóxicos y el Estado, es decir nosotros, se los compramos al precio neto en balance, es decir 20 billones. Luego tratamos de venderlos y a ver cuánto nos dan (deberán ser unos 10 billones) Los otros 10 billones los pagamos con nuestros impuestos y Santas Pascuas.

Mientras, el tipo al que el banco le financió uno de los pisos tóxicos en 2007 por 50 millones de pesetas y no pudo pagarlo fue embargado, el banco se quedó con el inmueble y el incauto debe además el 50% de la deuda hipotecaria, es decir 25 millones, de la que deberá responder con sus bienes presentes y futuros. Como puede verse, todo es muy justo y equitativo.

Pero a cambio, eso sí, los bancos nos prestarán el dinero que les hemos regalado a un módico interés (las comisión de las tarjetas acaba de subir “solo” al 3%). No sé por qué pero me da la impresión de que este banco no es tan malo como lo pintan, al menos para los banqueros.