miércoles, 27 de febrero de 2013

Maltratadores al patíbulo!


La ha vuelto a liar Toni Cantó con sus declaraciones sobre los maltratadores. Este hombre me recuerda cada vez más a un personaje de Badajoz, conocido en su círculo por el sobrenombre de “el diplomático” que, tras enterarse de que un amigo suyo había enviudado, le espetó en el primer encuentro: “Hombre fulano, qué tal te va la vida de rodríguez?”.
Yo creo que tampoco es para tanto. Denuncias de malos tratos falsas? Claro que las hay, como declaraciones de impuestos falsas, expedientes de regulación de empleo falsos y partes del seguro falsos. Llevarse las manos a la cabeza porque alguien lo ponga de manifiesto es de una hipocresía tremenda. Lo que se trata es de determinar si, para un tipo específico de delitos, está justificada la supresión de las garantías judiciales del acusado.
El tema no es si los maltratadores son unos tipos asquerosos, cosa que nadie duda, sino de si lo son en mayor medida que los violadores, los pederastas o los asesinos de niños. Y lo cierto es que, en nuestro sistema judicial, si una mujer denuncia al marido por tener enterrados en el jardín una docena de cadáveres probablemente tenga que dormir con él, mientras que si lo denuncia por violencia doméstica se lo llevan al calabozo sin contemplaciones.
Yo estoy como el del chiste que, al ser preguntado por cómo hacía su mujer el amor, respondía: “No tengo ni idea chico, unos me dicen que bien… otros que mal”. Pues eso, ya no tengo claro si a los maltratadores hay que aplicarles el habeas corpus o electrodos en los testículos, pero lo que no me parece razonable es que los denunciados por acoso machista vayan al trullo sin apelación y los asesinos de Marta del Castillo anden partidos de risa. O todos moros, uy lo que he dicho, o todos cristianos.
Lo más curioso es que quienes crucifican a Toni Cantó (un concejal de IU aboga en twitter por empalarle, angelito) como reo de pretender aplicar las garantías judiciales ordinarias a todos los delitos, son los mismos que criticaban el internamiento en Guantánamo de los terroristas de Al Qaeda por no aplicarlas. Lo dicho, a los progres no hay quien los entienda.
Bueno, ya está bien de temas políticamente incorrectos. Las cuotas de mujeres en los consejos de administración de las empresas y las corridas de toros para la próxima semana.

domingo, 24 de febrero de 2013

El carajal inmobiliario.


Parecía que el mercado de la vivienda, enfermo durante una década desquiciada, comenzaba a normalizarse con un ajuste de precios del 33,7% desde el inicio de la crisis según TINSA. Al mismo tiempo los muertos vivientes como Reyal Urbis empezaban a caer, reflejando que en el mercado inmobiliario las empresas que cometen grandes errores desaparecen como en cualquier otro sector económico. Ya veremos lo que tarda en venirse abajo Vallehermoso y alguna otra.
Pero de repente el banco malo o SAREB, ese engendro con nombre de fiesta turca, se ha puesto a desarreglar lo poco que se iba arreglando, convirtiendo los restos de la burbuja inmobiliaria en un carajal de cuyos despojos algunos tratan todavía de sacar tajada. Los burócratas que lo gestionan, asesorados por un conglomerado de consultoras de postín que se van a forrar valorando los activos, han tenido la feliz ocurrencia de sustituir al mercado, subiendo el precio de algunas de las viviendas traspasadas a su cartera a niveles del 2008.
“Y a nosotros qué no importa eso?” preguntarán algunos. Pues afecta a todos indirectamente, porque cuanto antes se sanee el sector inmobiliario será  mejor para la economía. Mientras no se sepa el valor real de las viviendas no será posible la recuperación del mundo del ladrillo. Y eso es malo para los que viven alrededor de él, desde fontaneros a tiendas de muebles.
Pero sobre todo afectará a los incautos que compren pisos sobrevalorados porque, no nos engañemos, si el stock inmobiliario se vende con sobreprecio para evitar tocar la cuenta de resultados del banco malo, será a costa del sudor de los pobres compradores. O sea, que presumimos de que el rescate bancario era de menos de la mitad de lo presupuestado, y al final el resto lo van a poner nuevamente los españolitos de a pie, esta vez los más ingenuos. Veremos cuántos desahucios tendremos que imputar al dichoso SAREB.
En qué acabará el asunto? Para saberlo no hay más que ver lo que ha sucedido en el resto de países con burbujas. Los precios se ajustarán, pese a quien pese, a la mitad respecto a los máximos previos al estallido. La única incertidumbre es cuánto alargarán el proceso los enredos de burócratas y banqueros y cuántas serán las víctimas. En la duda, yo no compraría ni una casita de chocolate hasta que se aclare este contubernio.

miércoles, 20 de febrero de 2013

El espectáculo goyesco!


La astracanada de los pasados premios Goya no es una cuestión de izquierdas y derechas, sino de educación. Lo de menos es que las vendedoras de hipotecas critiquen a los financieros que les contrataban, las tardohuérfanas denuncien la decadencia hospitalaria con un gobierno de retraso, o los residentes fiscales en el extranjero  protesten contra los recortes. Al fin y al cabo cada uno es libre de opinar por su cuenta y riesgo lo que le plazca. Eso sí, no vale quejarse luego si te despellejan por tu hipocresía.
Se trata de saber estar y saber dónde estás. Y una manifestación básica del saber estar es la cortesía con los huéspedes, que incluye no reírse de ellos. Los Premios Goya se jugaban en casa de los actores y la academia anfitriona no debió  mandar a una presentadora chistosa a mofarse del ministro invitado. En cuanto al saber dónde estás, yo jamás he visto a nadie en un acto institucional rajar contra la más alta institución del Estado, encarnada en nuestra monarquía. Pero parece que a los actores españoles (en USA es distinto) les va el hooliganismo y, con la excusa de que ”expresar las opiniones políticas es una necesidad”, no han dejado títere con cabeza. Pues menos mal que no les dio por satisfacer sus necesidades sexuales, porque aquello hubiera acabado en aquelarre.
Tampoco es malo, puestos a filosofar,  preguntarse quién eres y a dónde vas. Y si esta simpática cuadrilla piensan que son una industria harían bien en cuidar a su  clientela. Decía  Hitchcock: “Para mí, el cine son cuatrocientas butacas que llenar”. A éstos les basta con doscientas y se permiten el lujo de criticar públicamente las ideas políticas de los llamados a ocupar la otra mitad. “En el fondo Alfred Hitchcock no sabía nada de cine”, deben pensar.  Y siempre nos quedará la subvención.
Pero lo que más llama la atención es el tabú del IVA. Parece que quien no apueste por el IVA reducido es un enemigo público de la cultura y las artes escénicas. Nadie niega el derecho a la cultura, pero tampoco se niega el derecho a la libre circulación y por cada kilómetro recorrido en coche, pago IVA, impuesto de hidrocarburos e IVA sobre el impuesto de hidrocarburos (eso es para nota). Así que, puestos a elegir, en lugar de la excepción cultural, yo opto por la excepción gasolinera.
Decía Fellini “el negocio del cine es macabro, grotesco: es una mezcla de partido de fútbol y de burdel.” A lo que se ve, los protagonistas de la gala en lugar de grotesco entendieron goyesco, y cambiaron el fútbol y el burdel, que siempre tienen mucho éxito, por una lucha a garrotazos  a cuenta del estado de la nación, aunque reservando todos los garrotes para uno solo de los contendientes. Y claro, pretender que el respetable se ponga en pie para aplaudir un bodrio semejante es pedir demasiado.

sábado, 16 de febrero de 2013

Políticos al desnudo, o el juego de las pajitas (a ver quien saca la más corta)


Confieso que cuando empezaron en el PP a hablar de enseñar las declaraciones de la renta me pareció una tomadura de pelo porque, salvo en Lepe donde hay habilitada una casilla especial, en ellas no suele consignarse el dinero negro. Pero vistos los efectos del striptease, me estoy convirtiendo en un nudista acérrimo. No porque lo considere la panacea, puesto que el dinero negro va a seguir en los colchones, pero al menos sabremos lo que hay en blanco.
La prueba de la efectividad de la medida es el efecto producido por las desnudeces de Rajoy. Primero Elena Valenciano dijo que era una trampa y que no enseñarían nada hasta que no se aprobara un modelo homologado, olvidando el modelo 100 del IRPF. Ella, más que de nudismo, es de top-less. Luego Rubalcaba criticó  los elevados emolumentos de la declaración de Mariano pero sin enseñarla él, con la excusa de que está pidiendo los números a Hacienda (otro que nos toma por tontos)  Dice que la suya es muy corta, pero me pega que ese ataque de pudor es más por exceso que por defecto de tamaño.
El último en salir a tapar desnudeces ha sido Toxo, declarando que lo de enseñar es un ejercicio de hipocresía y cinismo. Visto como vive ese defensor de la clase obrera, intuyo que el día que la enseñe va a dejar en evidencia al actor Nacho Vidal. Estos sindicalistas están muy bien dotados, y si no que le pregunten a Ricardo Martínez, el terror de la patronal madrileña, que se levantaba  180.000 euros como representante sindical en Caja Madrid.
Los políticos, a los que les llena la boca hablando de transparencia, eran bien transparentes para mostrarnos las bondades de sus programas, aunque mucho menos para enseñar quién se beneficiaba en realidad de ellos y en qué medida, ocultando desde los sueldos de los asesores al importe de los contratos adjudicados a las empresas amigas. Pues ya va siendo hora de que sepamos todo, todo. Además esto no es nuevo ya que la frase “luz y taquígrafos” viene de Don Antonio Maura. Y puede servir para que controlemos, por las contradicciones entre lo declarado y los signos externos de riqueza ,quién se lo está llevando.
“Y la intimidad? Es que los políticos no tienen derecho a la intimidad?”, dirán algunos. Seguramente son los mismos que no ponen ningún reparo a la idea de publicar en los boletines los nombres de los deudores de Hacienda. Pues si se publican las relaciones de morosos no sé por qué se van a tapar los ingresos de quienes viven con cargo al presupuesto. Más aún con el nefasto espectáculo que están dando unos y otros en materia de corrupción, mientras piden esfuerzos a la ciudadanía. Y quien quiera intimidad lo tiene muy fácil… que se vaya a un reservado privado, porque a nadie se obliga a ser político.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La casa o la vida.



Con una periodicidad (y un morbo) preocupantes nos muestra la prensa casos de suicidios atribuidos a la ola de desahucios consecuencia de la burbuja inmobiliaria. No seré yo quien entre a juzgar el drama personal de quien decide poner fin a su vida, cualquiera que sea el  motivo. Otra cosa bien distinta es la de aquellos que utilizan esas muertes en beneficio de sus argumentos, cuando no de sus intereses.
El problema no es que la propiedad de una vivienda sea un derecho fundamental, que no lo es puesto que nuestra Constitución, con buen criterio, no equipara el derecho a la vivienda con el derecho a la vida o la libertad, que están en otro capítulo, ni habla de propiedad sino de disfrute. El problema es que la consideración de la propiedad inmobiliaria dentro de la categoría de derecho fundamental, como pretenden algunos, supondría rebajar el rango de los demás derechos al de la posesión de un puñado de ladrillos. En el fondo es tanto como considerar que la vida no vale nada, especialmente la de los desheredados sin vivienda en propiedad.
Y sinceramente no creo que sea así. La vida de los chabolistas de Brasil o la de los aborígenes africanos tiene el mismo valor que la de los propietarios de apartamentos en Manhattan. Sin salir de casa, seguramente que la existencia de los residentes en La Moraleja es tan digna como la de los de Villaverde Bajo. O no?
De verdad nuestra sociedad está tan vacía que ha adoptado como su nuevo dios al becerro de oro inmobiliario? Porque un pueblo que justifica el suicidio por la pérdida de una propiedad, implícitamente está poniendo el fundamento de la vida humana en el éxito económico. Lo siguiente es darle la razón a los Soros, Warren Buffet y demás especuladores, que no hacen sino llevar la adoración al becerro a sus límites más extremos.
Sería sanísimo para la sociedad española quemar de una puñetera vez a este falso dios del ladrillo y poner su fe en cosas mucho más importantes como la familia, por ejemplo, o incluso el “skate board”. Porque nadie con una familia por la que luchar puede abandonar la pelea por la pérdida de las escrituras del piso. Y ya no digo nada si el desahuciado no tiene compromisos familiares, pues entonces puede permitirse el lujo de reírse del banco, escupir en el salón y marcharse con el monopatín a California.

domingo, 10 de febrero de 2013

La izquierda que nos merecemos?


Todo el mundo habla estos días de los problemas de la derecha española, que seguro no es la mejor del mundo. Pero a la vista de lo que dicen unos y otros, de lo que no me cabe ninguna duda es de que tenemos la peor izquierda posible. Cualquier parecido entre el PSOE y los partidos laborista británico, o los socialdemócratas alemán y de los países nórdicos es mera coincidencia.
Lo malo no es que tengan un proyecto agotado gestionado por auténticos muertos vivientes. Si lo mejor que pueden  ofrecer es un líder como Rubalcaba, viejo, feo, balbuceante  y con un pasado que se mueve en el entorno delimitado por las palabras GAL-SINTEL-ZP-Faisán, asistido por una indocumentada del calibre de Elena Valenciano, no quiero ni pensar que puede ser lo peor.
Tampoco que los que ponen el grito en el cielo por las cifras de paro tengan los records históricos en generación de parados. Buena muestra de ello está en el único centro de poder relevante que conservan, Andalucía, el mejor ejemplo de cómo convertir una comunidad con todos los ingredientes para el éxito (riqueza agrícola, clima, comunicaciones, mar, grandes núcleos urbanos, fama mundial… hasta nieve) en la campeona nacional del desempleo.
Ni siquiera que quienes instigan a la toma de las calles con la coartada de la corrupción sean los que la inventaron en nuestra historia democrática. No está de más recordar el despachito de Juan Guerra, otra vez Andalucía; al gran Roldán, capaz de estafar a los huérfanos de la Guardia Civil; o el expolio de los fondos reservados, repartidos en los despachos del Ministerio de Interior en fajos de billetes, como los gansters de Chicago tras un golpe. No solo fueron los precursores, sino los que la han llevado a su mayor refinamiento, pues malversar casi mil millones de euros de los fondos de empleo en la autonomía con mayor paro de España hace palidecer al resto de corruptos nacionales, que pasan a la categoría de meros aprendices.
Menos aún que los que se empeñan en dar patentes de legitimidad democrática hayan vuelto a alentar al acoso del adversario político mediante maniobras de agitación vía sms, practicando nuevamente el  noble deporte del asalto a las sedes del partido rival. Por cierto, es una práctica que tienen el privilegio de compartir en exclusiva con  ejemplares de  un talante democrático como son los cachorros de ETA.
Lo que me fastidia es que todo lo anterior solo puede significar que nuestra izquierda es esquizofrénica, mala noticia, o, más probable, que tiene muy claro que la recuperación económica de este país si no gobiernan ellos redunda directamente en su perjuicio político, y harán todo lo que esté en su mano para impedirla. Por ello, cuando oigo hablar a periodistas y tertulianos de un gran pacto de Estado para salir de la crisis me da la risa, porque no concibo la forma de lograr un acuerdo entre los unos, que no tienen muy claro cómo ir para adelante, y los otros, que tienen claro que lo que les interesa es que esto vaya para atrás.
A la vista de las encuestas del CIS, que muestran el descrédito de un partido incapaz de remontar lo más mínimo a pesar del enorme desgaste del gobierno, parece que no soy el único que  ve estas cosas. Por eso tengo la esperanza de que el hundimiento del PSOE dé lugar a una izquierda capaz de acceder al gobierno en el futuro sin la tentación de pensar que es la única legitimada para regir los destinos de España y que todo le está permitido. Porque tal vez no consigamos tener una izquierda a la altura de la de los países del entorno, pero lo que no podemos  permitirnos es el lujo de soportar ésta.

martes, 5 de febrero de 2013

Yo la Mato.



Si el zoon politikon griego, animal político para entendernos, tiene uno de sus mayores exponentes contemporáneos en Pepiño Blanco, la zoon politikona (si vale miembros y miembras, esto también vale) lo tiene en Ana Mato. Este par de dos representan la dedicación a la política caiga quien caiga y “après moi le deluge”. Son fantásticos y si no existieran habría que inventarlos.
Su paralelismo es evidente. Cierto que Pepiño es más feote y tiene cara de garbanzo, pero a la Mato, a fuerza de rayos UVA, se le va a poner de alubia pinta. En cuanto al gusto por lo bueno, tal para cual. Pepiño, que vino de Lugo hecho un pailán (rústico en gallego) pasó al traje de corte impecable, el chalet en la zona norte de Madrid, los niños en el British Institute y, eso sí, otro chalet en la protegida Isla de Arousa, para curarse la morriña. En lo que respecta a “corrutelas”, en cambio, todavía tiene mucho que aprender porque el intercambio de sobres en gasolineras es un pelín sórdido.
Ana Mato partía con la desventaja de ser pija de antes, con lo cual sus logros tenían que ser menos evidentes. Pero la tía se ha puesto de límite el cielo, consiguiendo ser autora de la frase más repija de la política española, “el momento mejor del día es cuando veo como visten a mis niños”. Y aun lo hubiera sido de la mundial si María Antonieta no hubiera dicho los de los brioches. Luego consiguió que le brotaran coches en el garaje sin darle importancia (total un Jaguar, si al menos hubiera sido un Rolls). Pero el culmen es aparecer como receptora de obsequios en confeti y payasos para las fiestas de sus niños por importe de 11.000 y pico euros. A Amstrong le tiraron menos confeti cuando volvió de la luna. Debe ser dificilísimo entretener a sus retoños, pero por ella no va a quedar. Qué es eso de corromperse para mariscadas ordinariotas, como cualquier alcalde de pueblo chico. Lo suyo es la “corrutela” familiar.
Eso sí, los dos son inasequibles al desaliento. Le pedían cuentas a Pepiño llamándole “corruto y confeso” y miraba a los oponentes con cara de maestro ciruela, dando saltitos parar parecer más alto mientras les mentaba a la madre por lo bajo. La Mato tres cuartos de lo mismo. Dimitir ella? “Pues como que no, osea”. Dicen los entendidos que cuando el tonto coge la vereda, la vereda se acaba y el tonto sigue. Estos igual… cogieron la vereda política  cuando les salieron los dientes y les da tres leches que, por merecimientos propios, desemboque en un precipicio.
Lo que no entiendo es la manía de sus jefes de seguirles el rollo. Me lo explico de Zp, que era un tonto de intensidad elevada, pero yo a Mariano lo tenía por pusilánime, no por memo. Tampoco creo que sea por lealtad, así que va a ser como en los tebeos, que el jefecillo siempre lleva un animalito a su vera, desde un cuervo a un mono de feria.  Algo deben tener así que, si en mi próxima vida me reencarno en político, prometo buscar afanosamente un Pepiño y una Mato para que me rían las gracietas. Aunque, si tengo que elegir, yo la Mato.

domingo, 3 de febrero de 2013

Los otros y nosotros.


No sé si Rajoy y su plana mayor lo saben pero están muertos. Su problema  no es Bárcenas ni El País. En realidad ni siquiera el PP es el problema, pues si Rubalcaba y sus colegas piensan pescar en el río revuelto de la corrupción política están listos, porque también son parte de las aguas sucias. El problema es que estamos hartos de que nos tomen el pelo y traicionen muestra confianza una y otra vez aquellos en quienes la pusimos. El problema es que estamos cansados de sacrificarnos para que los que debían dar ejemplo se lo lleven en sobres, EREs o comisiones.
El problema es que se ha abierto una brecha infranqueable entre ellos, los políticos, y nosotros, los españoles indignados ante el lamentable espectáculo que se ofrece a nuestros ojos. Y al hablar de nosotros no me refiero a los que se manifiestan contra la corrupción de derechas perdiendo magníficas ocasiones para manifestarse contra la de izquierdas. Tampoco a los que hablaban de la corrupción del PSOE y ahora tratan de tapar la del PP al grito de “tú  más!”, como si la corrupción fuera cuestión de cantidad. Me refiero a todos los que tratamos de empujar el carro por este camino empinado que bordea el precipicio y vemos a los conductores, en lugar de en el pescante dirigiendo el tiro, entretenidos metiendo la mano en el bolsillo de los viajeros.
El cisma que se ha abierto entre los españoles de bien y su clase política es de tal dimensión que no hay forma de cerrarlo. No mientras sigan al frente los que ensuciaron sus manos con dinero ajeno, valiéndose de su condición de servidores públicos. Cómo van a pedirnos esfuerzos quienes no los hacen, o ejemplaridad los que actuaron al margen de la ley? No se imaginan el daño que han hecho al país y a ellos mismos, porque han cavado su fosa. Les hemos perdido el respeto y sin él, al final queda el desprecio y la patada.
Pero si es cierto que nuestra clase política es una calamidad, no lo es menos que “un optimista ve en cada calamidad una oportunidad”. Y puede que ésta sea la gran oportunidad de una sociedad civil que en España siempre estuvo a la sombra del poder sin ningún motivo, pues lo cierto es que la gran transformación de nuestra economía, como de tantas cosas, no la han hecho los políticos. No son ellos quienes han reformado nuestro modelo productivo en plena crisis, sustituyendo el ladrillo por las exportaciones. Tampoco quienes han conseguido invertir el saldo de la balanza de pagos, o los que han creado las empresas que constituyen la mejor bandera de España más allá de nuestra frontera.
A lo mejor es el momento para que una sociedad civil sin complejos asuma el protagonismo que se merece, mirando a los políticos desde arriba y  demostrando que hay vida al margen del poder. Quizá este momento de oscuridad política sea la oportunidad para que la sociedad civil ilumine la nación generando formas de participación ciudadana al margen de la política, reduciendo la intromisión del Estado en los ámbitos de decisión y libertad individual. Si algo así se produce, puede que la crisis institucional tenga un fruto inesperado.