lunes, 28 de mayo de 2012

Dejad caer a los bancos!


Ese parece ser el mensaje que se proyecta en la mente de muchos cuando oyen hablar de la inyección de 23.000 millones de euros para tapar el agujero en Bankia. No es de extrañar que la cifra levante ampollas cuando el público escucha que se están recortando las prestaciones en sanidad y educación para poner miles de millones de euros en los bolsillos de los banqueros, que se supone quemaran los billetes para encender puros en la sobremesa de sus comilonas. No cabe mayor inmoralidad del sistema, diremos pensando en desahuciados hipotecarios y parados.
Vamos a olvidar la demagogia porque, curiosamente, la misma historia se ha repetido con anterioridad en todos los países de nuestro entorno, lo que debiera hacernos pensar que algo se nos escapa. Efectivamente Islandia (Landsbanki y Glitnir), Gran Bretaña (Royal Bank of Scotland, Lloyds y Northern Rock), Holanda (ING o DBS), Francia (BNP Paribas), Bélgica (Dexia) y Alemania, sí, sí, Alemania (Commerzbank, Hypo Real Estate, WestLB o Aareal Bank) han pasado por la misma purga, rescatando a lo más granado de sus instituciones bancarias. Por cierto, estos bancos también pagaban a sus directivos fracasados sueldos de más de 500.000 euros. Y nosotros creíamos que nos íbamos a salvar porque el iluminado que dijo que estábamos en la Champions económica añadió que el sistema financiero español, con una burbuja inmobiliaria del tamaño del Everest, era el más sólido del mundo?
En el agujero negro de nuestras cajas hay basura a patadas: sueldos y pensiones millonarios a gestores incompetentes, sindicalistas de a 180.000, favores políticos, obras  faraónicas (desde aeropuertos de pueblo a puentes colgantes sobre arroyos) macroeventos de luces, champán y prostitutas de fin de fiesta, créditos a amiguetes que no podían devolverlos y ladrillos, muchos ladrillos. Pero también están los ahorros y las cartillas de los pequeños impositores garantizados por un Estado que, si quebraran las cajas, tendría que pagarlos. Con la diferencia de que si dejamos caer a la banca y se produce un pánico financiero, aniquilaríamos la confianza fiduciaria en este país, es decir, la posibilidad de tomar un café y pagar por él un euro, en lugar de tener que cambiarlo por lavar los platos del bar. No hay alternativa, o sostenemos nuestro sistema financiero o pasamos del euro a la caverna.
Casi nada es tan sencillo como creemos, y menos una crisis económica y financiera mundial. El problema de estos tiempos es que hasta un cocinero vasco, caracterizado por el uso del perejil como condimento y los chistes sobre almejas, opina públicamente sobre materias de las que entiende tanto como de física cuántica. Y lo que es peor, las redes sociales y hasta diversos periodistas y medios se hacen eco de sus simplezas, haciendo válido el dicho “los necios hacen la fiesta, y los listos la celebran”.
La cuestión es que nosotros estamos tomando ahora las medidas que otros tuvieron el valor de poner en práctica hace cuatro años. En fin, esperemos sirvan para sacarnos al fin del hoyo y que veamos pronto el fondo del cáliz que deberemos apurar hasta las heces sí o sí. Y sobre todo espero, como siempre sentado por si acaso, que se depuren responsabilidades porque lo que no podemos permitir, simplemente no es decente, es que los mayores responsables de este desaguisado se lleven a casa el producto de su rapiña dejando al resto que paguemos los platos rotos. En todo caso nos toca recomponer la vajilla con paciencia y esfuerzo.
 Ad astra per aspera.

domingo, 27 de mayo de 2012

Rebelión en las aulas


La mayoría de los españoles se han dado cuenta a estas alturas de que estamos pasando una ligera crisis. Y digo la mayoría porque una buena parte del sector público docente y su clientela estudiantil, cuando los demás reman como pueden para salir de ésta, han decidido ponerse también a remar con fuerza pero en la dirección contraria. Y así se han movilizado contra un plan del gobierno supuestamente dirigido a destruir la educación pública, encabezados por los siempre presentes sindicatos y jaleados por la oposición.
El entusiasmo con el que los mayores responsables del fracaso de nuestro sistema educativo critican los recortes es digno de mejor causa. Según parece, tardar 10 días en  sustituir a los profesores de baja, tener más de 25 alumnos por clase, o hacer 25 horas lectivas son unas condiciones que producirán un deterioro irreversible del sistema educativo. Lo que no dicen es que el gasto público por alumno en relación al PIB es superior en España a la media de la UE (cifras oficiales) mientras que la evaluación de los resultados en aprendizaje nos sitúan a la cola.
¿No tendrán que ver en el desastre educativo cuestiones como que le den el título de enseñanza secundaria a quien ha cateado tres asignaturas? La educación actual tiene que ser “compensatoria, inclusiva y carente de elementos disruptivos en el diseño curricular”. Y claro, a alguien que tiene que asimilar tal atajo de estupideces pedirle que desasne a los muchachos es pedirle demasiado.
En cuanto a los estudiantes, al contrastar las inmensas posibilidades de formación gratuitas que tenemos hoy en día (se subvencionan máster y postgrados, cosa impensable no hace mucho) con las tasas de formación de los españoles, dan ganas de castigar de cara a la pared con las orejas de burro a todo el que achaque a la falta de medios el no haber acabado sus estudios. Pero si Elena Valenciano se atreve a criticar las subidas de tasas universitarias tras decir, al ser pillada mintiendo en su currículum, que abandonó dos carreras “porque se aburría”, sin tener la decencia de devolver el dineral pagado por todos los españoles para que se paseara por la facultad, qué vamos a pedir al aprendiz de guerrillero que amenazaba con incendiar la calle si no le encendían la calefacción del instituto. Tendremos que disculparle porque va a resultar que el chico es friolero.
El cuerpo docente y sus alumnos podrían hacer un pequeño esfuerzo de solidaridad, dejarse de pedir un dinero que no hay y suplir las carencias materiales poniendo vocación y empeño en sus tareas. Porque para educar sólo hace falta un buen profesor armado con una tiza y unos estudiantes con ganas de aprender. Ah, y vergüenza!

sábado, 19 de mayo de 2012

Apocalypse Now?



En los últimos tiempos proliferan como setas los profetas del Apocalipsis,  voceros del caos y la destrucción que coinciden, casi sin excepción, con los contrarios a la política de austeridad y estabilidad presupuestaria. Según ellos, los recortes nos llevan al abismo y lo que se necesita son políticas públicas de estímulo que creen empleo. Eso sí, ni las explican ni dicen quién las va  a pagar. La última política de estímulo que tuvimos fueron los planes-E del gran economista Zp, cuyo resultado fue unir al problema de deuda privada otro de deuda pública que ha hecho famosa nuestra prima de riesgo.
Entre los agoreros locales destacan ilustres como Rubalcaba y sus amigas Valenciano y Soraya Rodríguez, a los que les viene al pelo el dicho popular según el cual “una cosa es predicar y otra dar trigo”.  Porque éstos que ahora prometen soluciones milagrosas sin recortes ni dolor son los mismos que hasta hace dos días, cuando tuvieron que dar trigo, lo que hicieron fue ponerse los primeros en el reparto.
Entre los iluminados foráneos el más popular es Krugman, cuya condición de Nobel le hace pontificar como tocado por el Espíritu Santo. Alguien tendría que recordarle que, si para obtener el Nobel de química tienes que demostrar que tu teoría es buena, el de economía en cambio se lo dan lo mismo a un keynesiano que a un ovo-lacteo-vegetariano. Este Krugman, que ni se vio venir la crisis, es el que en 2002 recomendaba al presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, que generase una burbuja en el sector inmobiliario para acabar con la recesión del 2001. Un lince vamos!
Y como paradigma de lo injusto y errado de las políticas de ajuste siempre sale a colación Grecia, cuna de la civilización occidental, a quien Europa condena al caos y al abismo olvidando lo mucho que le debemos. Como si los griegos estuvieran gobernados todavía por Pericles y tuviéramos que aprender democracia de ellos, cuando en los últimos años se han caracterizado básicamente por su habilidad para  hacer trampas en las cuentas, la corrupción política y el golferío colectivo, viviendo muy por encima de sus posibilidades a costa del presupuesto comunitario.
Al final, a estos augures del cataclismo lo que les aterra es la posibilidad de que los partidarios de un ajuste doloroso puedan tener razón y, corregidos los desequilibrios, se pongan las bases de una recuperación que ponga en evidencia lo errado de sus teorías y, sobre todo, la necesidad de sus sueldos. No seré yo quien presuma de conocer la solución de nuestros problemas, porque no creo en remedios mágicos. Pero pienso que cuando se han cometido excesos hay que pagar la factura, y la solución no es gastar sino trabajar.
No me trago lo del Apocalipsis sino más bien que estamos ante las convulsiones previas a la recuperación. Si no reventamos hace tres años, con una deuda imposible colgando de los balances de los  bancos, no lo vamos a hacer ahora cuando dichos balances están casi saneados lo que puede hacer volver pronto el  crédito a nuestra economía. Pero de lo que estoy completamente seguro es de la inutilidad de prestar oídos a las interesadas quejas de los mismos que nos han traído a esta situación. Quejas que no hacen sino demostrar otro dicho según el cual “la rueda averiada del carro es la que más chirría.”
Ad astra per aspera.

martes, 15 de mayo de 2012

Los hombres no lloran (Y las mujeres tampoco)


Con perplejidad asistí hace unos días al espectáculo de los jugadores del Athletic  llorando como Magdalenas tras recibir en la final de la Europa League un repaso del equipo colchonero, justo vencedor. En mi niñez cuando perdíamos un partido se felicitaba al campeón, con la cabeza alta si se había peleado bien o gacha en caso contrario, pero llorar era lo último. Ahora lo correcto es exteriorizar las emociones a toda costa. Y así los personajes que nos presentan los medios de comunicación sueltan el lagrimón a las primeras de cambio. Tanto da que estén en una isla, en un concurso de baile o en una entrevista; de lo que se trata es de llorar, sea por añoranza del abuelo, porque han nominado a su ligue del día anterior o porque les ha picado un mosquito.
No seré yo quien diga que llorar es cosa de féminas. Cierto que me admira el coraje con que grandes hombres y mujeres sobrellevaron dramas que les desgarraban por dentro tratando de evitar que aquellos a quienes debían dar ánimo desfallecieran al verlos flaquear (siempre he preferido a Guzmán el Bueno antes que a Boabdil). Pero los tiempos han cambiado y, sobre todo a medida que cumples años, sientes que cada vez más hay motivos para enternecerse y que justifican lágrimas… de alegría, de tristeza o de emoción.
Decía Concepción Arenal que “el llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras”. Por eso mismo conviene reservarlo para éstas, dándole su verdadero sentido. De lo contrario  corremos el riesgo de pasar de la grandeza a la histeria y de ahí al ridículo. Y acabar tratando del mismo modo la pérdida del padre que el pinchazo de la bicicleta, como en el chiste. Terminaremos elogiando a quien llore porque el camarero le ha traído el filete demasiado hecho.
Curiosamente muchos de quienes enaltecen el lloriqueo por chorradas se ríen de las cuestiones que siempre han hecho llorar a los hombres de emoción, como la familia, la bandera o la religión; o de rabia como la injusticia. Va a ser que el llanto fácil no es más que el camuflaje emocional de una sociedad sobrada de frivolidad y falta de auténticos valores.
Tampoco defiendo la vuelta al hombre de las cavernas pero seguro que hay un término medio. Y francamente, los leones de San Mames se portaron como cachorritos. Con ese temple me figuro que el Barsa les meterá otros tres en la final de la Copa. Aunque siempre pueden llamar a sus madres si la cosa se pone fea!

"La serenidad en medio de la desgracia no es sólo resignación; es también actividad y encierra un triunfo positivo". (Thomas Mann)

sábado, 12 de mayo de 2012

Menos más menos es menos (matemáticas bankiarias)


El tema Bankia es la crónica de una muerte anunciada. Hace meses escribía en este mismo blog que “los marrones inmobiliarios no se crean ni se destruyen, solamente se endosan”.  Pero alguien se empeñó en saltarse ese principio por medio de otro de rango superior  según el cual “si juntas siete marrones el resultado es un jardín con flores”. Y así pretendieron crear una entidad solvente juntando los agujeros negros de Caja Madrid, Bancaja y el resto de cajas quebradas que se agruparon en ese mamotreto. El resultado, como no podía ser de otra forma, ha sido un enorme marrón.
Pensar que cerrando unas oficinas e integrando los sistemas informáticos de las cajas de Bankia se arreglaría un problema de activos tóxicos por importe superior a 12.000 millones de euros (dos billones de las antiguas pesetas) es como querer pagar las letras del coche nuevo dejando de comprar el periódico. Pero, en lugar de utilizar el sentido común, los gestores del sistema bancario utilizaron el criterio de que “el tamaño es lo que importa” sin darse cuenta de que eso, al menos en banca, es una necedad.
Lo que hace falta no es tamaño sino trabajo riguroso y constante. Buena prueba es un pequeño banco extremeño, Banca Pueyo, que no se dejó seducir por los cantos de sirena del ladrillazo y, como la aldea gala de Asterix, resiste siempre al invasor siendo un ejemplo de solvencia. Su secreto? El conocimiento y la atención personalizada a sus clientes y no prestar dinero a quien no lo puede devolver, basándose en el elemental principio de que eso hace un flaco favor al prestatario y a los prestamistas, que no son otros que los impositores de la entidad.
Volviendo a Bankia, podría tener sentido la operación si se tratara de juntar los problemas de sus componentes, poner en la calle a todos los gestores y políticos (depurando si es necesario sus responsabilidades penales) y proceder a intervenirlo de golpe, evitando intervenciones sucesivas que a la postre podrían acabar de sembrar el terror en nuestro sistema financiero.
Pero crear un muerto de ese calibre para endosárselo a pequeños accionistas (el BBVA salió corriendo en cuanto le mostraron el anzuelo) mediante una Oferta Pública de Venta es lo más parecido a una estafa que se despacha. Eso sí, estafa avalada por el Banco de España que ha validado los balances tramposos de las entidades fusionadas, y de la CNMV que ha aprobado el folleto con la OPV. Un regalo más de Zp, aquel que decía que teníamos el sistema financiero más solvente del mundo,  al que le deseo tanta gloria lleve como paz ha dejado.
Veremos como acaba esto, porque como me decía un abogado de un prestigioso bufete “es un buen embrollo y ahora hay algunas cosas que reclamar.”Al final la conclusión es que no hay atajos y el cáliz de la deuda pública y privada se va a apurar hasta las heces. Lo único que espero, sentado eso sí, es que cada palo aguante su vela y las pérdidas se imputen a los responsables de la quiebra financiera del país y no a los que pasaban por allí. Y confiemos en que se empiece a ver el fondo del vaso.
“Ad astra per aspera”.

sábado, 5 de mayo de 2012

La piel de la serpiente.



Pensaba dedicar el post a los conocidos líderes bananeros Kirchner y Evo Morales, pero escribir sobre una rata y un camello me parece una pérdida de tiempo y prefiero hacerlo sobre serpientes, animales que como todo el mundo sabe, de vez en cuando cambian de piel. Hablando de pieles, la de la economía española en los años del boom tenía dos componentes muy destacados: una capa de ladrillo y cemento que llegó a representar el 20 % del PIB y una capa de sector público derrochador cuyo peso en el PIB estaba en torno al 45%.

Hemos visto que tanto la construcción como el sector público se han pegado el batacazo en una medida mucho mayor de la que lo ha hecho la economía española, disminuyendo su peso específico dentro la misma. La caída de todo lo que hemos conocido en los años de bonanza, unido a la brutal crisis financiera, debería tener como consecuencia un país en la más absoluta de las miserias.

Pues a pesar del desastroso 2009, nuestra economía solo se contrajo un 2% en conjunto desde sus máximos en 2007, y en 2011 creció ligeramente. Esto significa que poco a poco está cambiando de piel, aunque el coste haya sido alto especialmente en parados, muchos de los cuales se podrían haber evitado si nuestros gobernantes no hubieran dedicado tantos recursos a la tarea imposible de tratar de apuntalar lo viejo. Hay otros elementos que corroboran que algo se está moviendo, como el aumento en el número de autónomos en los tres últimos meses, que seguramente no han montado agencias inmobiliarias ni empresas para contratar con las administraciones.

Cosa distinta son las ganas cambiar de piel de cada uno de nosotros. Oímos que los activos de las principales empresas del mundo son inmateriales (Apple, Google, Microsoft, IBM, etc.) pero seguimos queriendo agarrarnos a empresas industriales con máquinas grandes y chimeneas echando humo. El pequeño comercio languidece mientras echa pestes de los chinos, pero los comerciantes se preocupan de arreglar los escaparates y pasar horas en el mostrador en lugar de trabajar la venta “on line”, que lleva creciendo durante el último decenio al ritmo de dos dígitos anuales. Y leemos que los funcionarios verán reducidos sus privilegios y retribuciones, pero en cuanto la administración saca una plaza de conserje las colas de aspirantes dan la vuelta a la manzana.

Sobre la crisis se han dado múltiples definiciones, más o menos afortunadas. Me quedo con la que dice que” es el momento en que muere lo viejo y lo nuevo no acaba de nacer”. Ahora hay indicios claros de que algo nuevo está naciendo, lo que significa que podemos estar ante el principio del fin de la crisis. De nosotros depende formar parte de la economía y el mundo nacientes o, por el contrario, agarrarnos a las células muertas de la vieja piel.