viernes, 14 de junio de 2013

El fin de la crisis en Extremadura.



En 1981, Ronald Reagan acabó con la huelga salvaje de controladores aéreos por  el expeditivo método de despedir a todos los huelguistas que desobedecieron el requerimiento de incorporarse a sus puestos. Con 12.000 cartas de despido en correos, el Secretario de Estado de Transportes pronunció la frase: “Por lo que a nosotros respecta la huelga ha terminado, ahora se trata de reconstruir el sistema”. Pues bien, dos años después de despedir a los socialistas, y con un descontrol absoluto de la economía extremeña, podríamos decir sin temor a equivocarnos: “Por lo que a Extremadura respecta, la crisis ha terminado, ahora se trata de reconstruir el sistema productivo.”
Porque la crisis extremeña tiene algunas notas diferenciales, consecuencia de casi 30 años de régimen socialista que han producido un erial económico, sostenido únicamente por el aluvión de fondos europeos. El resultado ha sido una economía subsidiada, con un empresariado que solo tenía de tal el nombre, una clase trabajadora en la que los mejor formados son funcionarios y una estructura poblacional tan dispersa que, no solo impide formar centros de producción competitivos, sino que ni siquiera permite una demanda interna consistente. Un factor clave es que casi el 40% de la población vive en pueblos de menos de 2.500 habitantes, además muy separados entre sí. Esta situación, mantenida conscientemente por el poder político durante años, ha sido enormemente útil para mantener viveros de voto cautivo, pero catastrófica para el desarrollo.
Periódicamente saltan a la palestra noticias sobre tal o cual pueblo que languidece por falta de habitantes, con su alcalde o los políticos locales quejándose amargamente de la muerte del “ruralismo”. Yo no veo el problema de que se cierren pueblos. Lo sería si el cierre fuera forzoso, pero mantener a la población en entornos rurales, insostenibles económicamente, a base de subvenciones, me parece la mejor forma de perpetuar las desigualdades. Los pueblos pequeños tenían todo el sentido en una sociedad agraria y sin comunicaciones, donde la mano de obra agrícola tenía que estar cerca del campo. Recuerdo no hace tantos años ver a los agricultores ir a las labores agrícolas en carros tirados por mulas. Hoy se puede mantener la producción agrícola a distancia porque, guste o no, el desarrollo nos lleva a sociedades urbanas.
El espejismo de la sostenibilidad de los pueblos extremeños se ha mantenido mientras duró el espejismo del ladrillo, que absorbía a su fuerza laboral pagando unos salarios desproporcionados a su cualificación (eran miles los que trabajaban fuera y volvían los jueves o los viernes, según el convenio) Pinchada la burbuja, los jóvenes de a 3.000 € poniendo ladrillos vagan hoy por las calles de los pueblos sin oficio ni beneficio. Porque los núcleos rurales, en una economía basada en el conocimiento, están en desventaja absoluta por mucho ADSL que les pongas, al carecer de un entorno rico en conocimiento e intercambio. En ellos, Internet solo sirve para los videojuegos en modo “on line”. Un botón de muestra aterrador es el dato, de esos ignorados por la prensa, referido a una población de 3.500 habitantes que conozco bien: este año va a presentar a selectividad UN SOLO ALUMNO!
Me parece absolutamente legítima la postura de quienes defienden a toda costa los pueblos, siempre que lo hagan desde un pueblo. Porque estoy aburrido de oir encendidas defensas de la vida rural a gente que ha emigrado a la ciudad y solo vuelven al pueblo a dar una vuelta los fines de semana o en las fiestas locales. Estoy convencido de que Extremadura se incorporará al desarrollo cuando se incorpore al mundo urbano. Para eso hacen falta proyectos comunes, como el puerto seco si finalmente se lleva a cabo, superar los localismos, tiempo y ganas. Como decía una vieja canción: “Habrá que componer de nuevo, el horno y el granero, y aprender de nuevo a andar”. Pongámonos a ello sin miedo, ya que históricamente hemos hecho cosas más difíciles.

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