Últimamente circulan por Facebook
rimbombantes declaraciones de los usuarios prohibiendo a Facebook difundir,
copiar y no sé cuantas prohibiciones más, las imágenes, declaraciones y cuanto
se nos ocurra colgar en nuestro muro. En su apoyo se citan normas de lo más
variopinto. Unas no son de aplicación pues, pretender aplicar el Convenio
Internacional de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas
a las chorradas que escribe cada uno en su muro, es como exigir la celebración
de un funeral de estado si se le rompe la Barbie a tu hija. Y otras
directamente se han cogido a voleo.
Es cierto que, tanto el Código
Penal como la Ley de Protección de Datos, protegen nuestros derechos frente a
la Red, especialmente en relación con actuaciones ajenas inconsentidas, como la
publicación de imágenes nuestras por terceros, o directamente delictivas, como
la distribución de pornografía infantil.
Pero no olvidemos que la batalla
entre intimidad y tecnología está siendo ganada por esta última de forma
apabullante. Y poner puertas al campo es muy complicado, especialmente cuando
las compañías que manejan los principales “social media” tienen su sede en
California y se resisten a someterse a la legislación comunitaria. Porque el
secreto del éxito de las redes sociales está
en que todo lo que se suba a ellas se difunda al máximo. Si pretendieran
proteger la intimidad de sus usuarios, simplemente cerrarían.
Esto quiere decir que estamos
indefensos ante los Facebook, Twitter, Tuentis y Youtubes? Por supuesto que no,
pero siempre que tengamos en cuenta que el principal enemigo de nuestra
privacidad somos nosotros mismos. Así, para protegernos, recomiendo
fervientemente aplicar dos normas actualmente en vigor, recogidas en el
Convenio Internacional del Sentido Común.
La primera es que, si no quieres
que los 2.400 millones de internautas y tu abuela sepan que eres un juerguista,
abstente de subir los comentarios y fotos de tus juergas a Internet. La regla
es aplicable también para la ideología política, religión, patologías, orientación
sexual, manías, drogadicciones y vicios diversos. Las configuraciones de
privacidad son papel mojado, en cuanto que cualquiera de tus contactos puede propagar
tu información de forma viral.
La segunda es que si crees que en
algún momento de tu vida, incluso dentro de 30 años, puedes arrepentirte de lo
que vas a subir, simplemente no lo subas. Porque, en flagrante contradicción
con la Ley de la Gravedad, lo que sube a la Red no baja, aunque algunos
invoquen el “derecho al olvido” y milongas
jurídicas varias. En el momento en que haces click en el botón “enviar”, acabas
de perder el control para siempre de lo enviado. Por tanto, si no estás seguro
de que lo que haces, cuenta primero hasta cien.
Algunos esperarían cinco o seis referencias
a tratados internacionales y un par de agencias gubernativas ante las que hacer
valer sus derechos, y se sentirán decepcionados al escuchar que la mejor norma
para salvaguardar la intimidad es no exhibirla. Suelen ser los mismos que
prohíben formalmente a Facebook que divulgue una información que han colgado
encima de un comando llamado “compartir”, al que pueden darle tus cientos de contactos
para enviarla al resto del mundo. Muy lógico!
que razón tienes ! aquí cómo en casi todo lo que prima es el sentido común .
ResponderEliminarsi señó y que bien explicao !!!!!!!
ResponderEliminarMe alegro de que os haya gustado. Saludetes!
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