miércoles, 27 de julio de 2011

¿Nos vamos de vacaciones?



El curso ha sido duro para todas las empresas. No es fácil navegar en medio de la tormenta perfecta. Muchas se han quedado en el camino desde el verano pasado, y en demasiados casos por circunstancias ajenas a ellas.
Frases hemos tenido para todos los gustos. En el “hit parade” podemos destacar algunas:

- “Crisis significa oportunidad en chino”. Una de las más guays, últimamente casi nadie se atreve a decirla, no sea que le peguen.
- “Lo que toca es trabajar más para ganar lo mismo”. O “ menos”, según opiniones.
- “Aquí no paga ni Dios”. Muy común, se dice cabreado.
- “La culpa es de los bancos”. Igualmente con cabreo.
- “Puf, cómo está la cosa…” Se puede repetir varias veces en la misma conversación sin temor de ser pesado.
- “Lo importante es resistir”. También la decía Rocky, mientras Apolo le partía los morros.
- “El que aguante lo va a tener fácil cuando se acabe la crisis”. Versión de la anterior.
- “Ya se empieza a ver la luz” Ésta la repiten periódicamente los optimistas.
- “La verás tú, so cachondo”. Réplica inmediata.
- “Yo la crisis ya la pasé cuando monté mi empresa”. Propia de los más “sobraos”.
- “¡¡¡Socorrooooo!!!”. Previa al concurso de acreedores.

Lo cierto es que aquí estamos, un verano más, al pie del cañón. Y cuando miras a tu alrededor ves que, aunque la tropa está diezmada, quedan muchos en pié. Más flacos, llenos de mataduras, e incluso algunos que, como el torero “Desperdicios”, dicen que no es nada lo del ojo aunque lo lleven en la mano. Pero todos más curtidos y avezados; mejores y más sabios después de atravesar el ojo del huracán.

También es cierto que hay cosas que han cambiado para siempre, y algunas para bien. Nuevas formas de colaboración, nuevas ideas y menos tonterías. Otras tendrán que cambiar aunque no nos guste. Se acabaron las certidumbres y comienzan los tiempos de la aventura permanente.

Lo que nos espera a la vuelta de la esquina no lo sabe nadie. Unos dicen que, si esto no ha reventado, ya no revienta, y que ha pasado lo peor. Otros no se fían un pelo de que no venga una ola más alta. Como el que no se consuela es porque no quiere, pensemos que en la crisis del 29, que fue bastante más triste que ésta, la gente seguía yendo a los cafés. Y los argentinos quiebran trimestralmente y por ahí andan tan contentos, exportando psicólogos y delanteros-centro.

Yo soy optimista por razones genéticas y porque no parece muy útil ser pesimista (Churchill dixit). Así que, en lugar de cortarnos las venas, mejor nos las dejamos largas y olvidamos “la cosa” en la playa, en la montaña o donde se pueda. Vamos a coger fuerzas para septiembre en que habrá que volver a remangarse y, entre todos, sacar adelante España.

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