viernes, 8 de julio de 2011

Menos mal que nos queda Portugal


Las agencias de rating están acaparando las simpatías del respetable con sus oportunas calificaciones cada vez que algún país europeo trata de refinanciar su deuda. A mí también me parecen unos pedorros la gente de Moddy´s, Standard & Poor´s o Fitch. Pero no caigamos en el error de dejar de ver el bosque tapados por los árboles. La calificación de la deuda portuguesa como bono basura no puede sorprender a nadie que conozca Portugal. Ya no se trata de que lleven diez años de estancamiento, que su economía esté sovietizada con un sector público sobredimensionado e ineficaz, o que sus niveles de deuda y déficit sean imposibles.

Yo prefiero fijarme en los detalles para juzgar el conjunto, y los detalles que se observan en el país hermano no son muy alentadores. Que un trámite burocrático ordinario pueda hacerte perder dos mañanas en una oficina viendo cómo los funcionarios te ignoran salvo que hagas una “contribución especial” es malo para los negocios. El nivel de absentismo injustificado de los empleados recién contratados por una industria de nueva creación en Portugal que conozco es aterrador. La forma en que nos atendieron la última vez que fui a la Pousada de Elvas me suscitó serias dudas sobre el reembolso de los bonos lusos. Y, quizá lo más importante, el espíritu que manifiestan los portugueses cuando se les pregunta por la situación no es precisamente el que llevó a Colón al descubrimiento de las Américas.

En fin, seguiré yendo a comer al Cristo (la única empresa portuguesa en la que invertiría mis escasos ahorros) y bebiendo vino alentejano. Y si es preciso cantaré con los amigos portugueses eso tan bonito de “Oh rama que linda rama. Oh rama da oliveira. O meu par é o mais lindo. Que anda aqui na roda inteira”.

Pero de comprar deuda portuguesa hemos hablado bastante.

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