lunes, 18 de julio de 2011

Hipotecando la sardina



Cualquier parecido entre la realidad y la historia que voy a contar se debe a que es rigurosamente cierta. Hoy, el director de una sucursal bancaria colgaba el móvil con un cabreo monumental. ¿Por qué? Pues muy simple, al llamar a un cliente para recordarle que tiene cuatro pagos de la hipoteca vencidos, lo primero que escuchó al otro lado de la línea fue: “Aquí estamos, en la playa, comiéndonos unas sardinitas.”

Esto, que está pasando en mucha mayor medida de lo que pensamos, no deja de ser una manifestación de lo que sucede a nivel global. Los distintos países, endeudados hasta las cejas aunque unos más que otros, no se atreven a contarle a la familia que no hay para playa ni para sardinas (¿recortes sociales? antes la muerte) y hacen la maletas camino de la costa pensando que el banco puede esperar. Lo curioso, o a lo mejor es por eso, es que los países con menor renta son los que más van a la playa y, encima, en lugar de sardinas piden gambas.

No tengo ni idea de cómo acabará la cosa, aunque últimamente los únicos titulares de la prensa que no producen escalofríos son los que hablan del Tour de Francia. Pero si seguimos comiendo sardinas con cargo a la hipoteca mientras le damos largas al banco puede que las hipotecas empiecen a oler demasiado a sardinas. Lo que ocurre es que, cuando pasa eso, muchas veces viene un gato y se las lleva. Y quizá no sea muy justo echarle la culpa de todo al gato.

4 comentarios:

  1. El afán de aparentar ¡siempre presente en el español! Si antaño era el hidalgo venido a menos el que vestía con decoro, aunque en su hogar se comiera berza, hoy es el currante sin curro quien, de ninguna manera, consiente quedarse sin vacaciones en la playa, por más que lo ahogue la hipoteca. ¡Todo un carácter!

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  2. Con la diferencia, Tio Chinto, de que el hidalgo no pedía después subvenciones para el traje ni que le condonaran la cuenta de la berza. Un saludo y bienvenido al blog.

    Juan Luis.

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  3. Si ya lo decia nuestra abuela:

    No tenemos para comer, pero compramos estampitas.

    Un beso

    Charo.

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  4. Sí, sí, sí, pero ¿quién le dice a la parienta que no hay para veranear?

    Y ¿quién le dice al puto niño del pendiente a lo Beckham que se ponga a estudiar?

    En definitiva ¿quién le pone el cascabel al gato?

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