sábado, 26 de marzo de 2011

Sobre políticas energéticas.


El debate sobre política energética está al rojo vivo tras Fukushima. Y se ha visto de todo: desde la Merkel metiendo la marcha atrás de un día para otro (le ha dado resultado en las elecciones regionales por cierto) a Zp que, excepcionalmente y sin que sirva de precedente, ha hecho lo razonable, manteniendo la calma y limitándose a pedir un estudio de seguridad de las centrales nucleares españolas. Curioso lo de China, cuyo desprecio absoluto por el medio ambiente y la salud de sus ciudadanos no le ha impedido replantearse su política energética. Lo más llamativo ha sido la salida de pata de banco del Comisario Europeo de Energía y su histeria apocalíptica.

Así, de un día para otro se ha producido un vuelco en la carrera. Y la nuclear, que empezaba a destacarse, se ha visto amenazada por las renovables que estaban seriamente tocadas por su repercusión en la factura de la luz (por cierto las facturas de este invierno están levantando ampollas). Hasta se vuelve a hablar del carbón, que ya estaba mal visto incluso por los Reyes Magos. Y todo con el petróleo por las nubes y el Medio Oriente en ebullición.

Yo creo que el tema de las políticas energéticas se abordará en serio cuando se despolitice y se base en una premisa básica: la tecnología y la ciencia no tienen ideología. Simplemente funcionan o no y son eficientes o no, al margen de quien las promueva. Ni al viento ni al uranio les importa el gobierno que decide utilizarlos. Esto parece una perogrullada, pero si escuchamos a los ecologistas, parece que no lo tienen demasiado claro.

El mix energético deberá basarse en la sostenibilidad medioambiental y en la sostenibilidad económica, que incluye la seguridad en las fuentes de abastecimiento. Lo que no es de recibo son los vaivenes en función de un titular de periódico, de unas elecciones a la vista o de una “mani” con doscientos ecologistas encadenados a algo, porque la política energética es la base del desarrollo y no se puede improvisar de un día para otro.

Además, cuando no se tienen en cuenta todos los factores con visión de futuro se acaba bombardeando al vecino mahometano en cuanto pone en peligro el suministro de combustible.

¿Y qué hacemos con la opinión pública y sus votos? Informarla. Los prejuicios se combaten con información honesta y transparente. Casi siempre que a la gente se le explican las ventajas e inconvenientes de cada opción (seguridad, contaminación y, muy importante, consecuencias en términos de desarrollo, empleo y factura de la luz) suele elegir lo más razonable.

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