domingo, 20 de noviembre de 2011

Del puchero electoral



El tema del día son las elecciones, y por eso no me queda más remedio que hablar de cocina. No hablo de cocinar las encuestas del CIS, materia en que, según la leyenda negra, era un experto Alfonso Guerra. Tampoco de cocinar directamente las elecciones. Ese es una arte culinario que dominaba como nadie el Conde de Romanones pero que, por suerte, ha desaparecido de la escena patria, aunque quedan todavía fogones en Ultramar. Los famosos cocineros Castro, el chef Chávez y algunos más son grandes exponentes de la cocina electoral caribeña.

Hablando de Romanones, aventajado cacique decimonónico, se cuenta que en su circunscripción electoral un rival político se le estaba adelantando en el proceso de dar pucherazo, y andaba comprando los votos de los vecinos. Los paniaguados del conde le advertían de que el rival les llevaba ventaja y que había que actuar. Éste les decía que no tuvieran prisa y, a escasas fechas del día de votación, fue por los pueblos preguntando a los electores: “¿Cuánto os ha dado fulano por votarle?”. Los paisanos le contestaban que tres pesetas, a lo cual replicaba el conde: “Menudo sinvergüenza y tacaño. Anda, devuélveme las tres pesetas, toma un duro y me votas a mí.”

Anécdotas aparte, en España el proceso electoral está fuera del peligro de ollas podridas, como consecuencia de una madurez democrática que garantiza nuestro derecho a la elección de los gobernantes legítimos y que, por lo mismo, nos impone la obligación de acatar el veredicto de las urnas. Esperemos que sean conscientes de esa obligación los que pretenden sustituir la máxima, no digo que única, expresión democrática por una supuesta legitimidad nacida de las calles o las redes sociales.

Bueno, como este tema me está dando hambre, voy a ver si desayuno antes de ir a votar.

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