martes, 5 de febrero de 2013

Yo la Mato.



Si el zoon politikon griego, animal político para entendernos, tiene uno de sus mayores exponentes contemporáneos en Pepiño Blanco, la zoon politikona (si vale miembros y miembras, esto también vale) lo tiene en Ana Mato. Este par de dos representan la dedicación a la política caiga quien caiga y “après moi le deluge”. Son fantásticos y si no existieran habría que inventarlos.
Su paralelismo es evidente. Cierto que Pepiño es más feote y tiene cara de garbanzo, pero a la Mato, a fuerza de rayos UVA, se le va a poner de alubia pinta. En cuanto al gusto por lo bueno, tal para cual. Pepiño, que vino de Lugo hecho un pailán (rústico en gallego) pasó al traje de corte impecable, el chalet en la zona norte de Madrid, los niños en el British Institute y, eso sí, otro chalet en la protegida Isla de Arousa, para curarse la morriña. En lo que respecta a “corrutelas”, en cambio, todavía tiene mucho que aprender porque el intercambio de sobres en gasolineras es un pelín sórdido.
Ana Mato partía con la desventaja de ser pija de antes, con lo cual sus logros tenían que ser menos evidentes. Pero la tía se ha puesto de límite el cielo, consiguiendo ser autora de la frase más repija de la política española, “el momento mejor del día es cuando veo como visten a mis niños”. Y aun lo hubiera sido de la mundial si María Antonieta no hubiera dicho los de los brioches. Luego consiguió que le brotaran coches en el garaje sin darle importancia (total un Jaguar, si al menos hubiera sido un Rolls). Pero el culmen es aparecer como receptora de obsequios en confeti y payasos para las fiestas de sus niños por importe de 11.000 y pico euros. A Amstrong le tiraron menos confeti cuando volvió de la luna. Debe ser dificilísimo entretener a sus retoños, pero por ella no va a quedar. Qué es eso de corromperse para mariscadas ordinariotas, como cualquier alcalde de pueblo chico. Lo suyo es la “corrutela” familiar.
Eso sí, los dos son inasequibles al desaliento. Le pedían cuentas a Pepiño llamándole “corruto y confeso” y miraba a los oponentes con cara de maestro ciruela, dando saltitos parar parecer más alto mientras les mentaba a la madre por lo bajo. La Mato tres cuartos de lo mismo. Dimitir ella? “Pues como que no, osea”. Dicen los entendidos que cuando el tonto coge la vereda, la vereda se acaba y el tonto sigue. Estos igual… cogieron la vereda política  cuando les salieron los dientes y les da tres leches que, por merecimientos propios, desemboque en un precipicio.
Lo que no entiendo es la manía de sus jefes de seguirles el rollo. Me lo explico de Zp, que era un tonto de intensidad elevada, pero yo a Mariano lo tenía por pusilánime, no por memo. Tampoco creo que sea por lealtad, así que va a ser como en los tebeos, que el jefecillo siempre lleva un animalito a su vera, desde un cuervo a un mono de feria.  Algo deben tener así que, si en mi próxima vida me reencarno en político, prometo buscar afanosamente un Pepiño y una Mato para que me rían las gracietas. Aunque, si tengo que elegir, yo la Mato.

1 comentario:

  1. El curriculum de Pepiño era espectacular.

    Pero no creas que el de la Mato le va a la zaga.

    Y los dos, desde siempre, en política.

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