jueves, 22 de diciembre de 2011

De capitanes y tormentas



Hace poco escribí sobre la travesía que nos esperaba en medio de una tormenta cada una de cuyas olas era el preludio de otra mayor. Peligro aguzado por navegar al mando de un capitán de segunda que, viendo la costa a sotavento, no sabía qué hacer ni cómo hacerlo, rodeado de una oficialidad de la misma categoría.

Lo cierto es que hoy la sensación que transmite el puente de mando no tiene nada que ver con la de ayer. Podrá gustar más o menos, pero se ve a una oficialidad curtida y con capacidad de llevar el barco a buen puerto.

Algunas pegas se le han puesto como, por ejemplo, que no hay paridad. Ni falta que hace, las que están es porque pueden llevar los galones de mando con solvencia, sin que ninguna norma ridícula sea la que les habilite a ocupar su puesto al frente del navío.

Falta el cargo de contramaestre de cultura, pero no son tiempos para guiños a los culturetas de la zeja. Si quieren cubrirse el riñón, aspiración legítima, no tienen más enfocar su arte al público, y mirar al patio de butacas buscando el aplauso de éste, en lugar de estar pendientes del palco de las autoridades y la subvención. Y la omisión es una muestra de que el mando tiene puesta su atención en lo que realmente importa, el rumbo, los vientos y las olas. Resulta demoledor ver, en medio del peligro y con el barco desarbolado y a punto de irse a pique, a un gobierno preocupado de paridades, memorias históricas y demás ocurrencias que, para la inmensa mayoría de los españoles, son intrascendentes cuando la preocupación es pagar la hipoteca o llegar a fin de mes.

Es el gabinete de más edad de la Historia. Bien, la experiencia es un grado y los experimentos en algunas circunstancias, es mejor hacerlos con gaseosa. La edad y experiencia de los actuales no hace sino poner de manifiesto la insustancialidad de los Pepiños, Bibianas, Pajines y demás grumetillos sin ningún bagaje que explicara el porqué de su designación.

Pero no olvidemos que ningún navío llega a su destino si la tripulación no hace su trabajo. No hay excusas para que ahora nos no pongamos el mono y ocupemos cada uno nuestro puesto a bordo. No es el momento de acurrucarse en la sentina esperando a que amaine el temporal sino de subir a cubierta y desafiarlo. Si tenemos motivos para confiar en un gobierno que reúne las condiciones de capacidad y legitimidad, es el momento de que cada uno cumpla con su propio deber.

“Ad astra per aspera”

1 comentario:

  1. Estoy convencido de que el nuevo gobierno sabe, por lo menos, distinguir entre babor y estribor.

    Y, para hacerse a la mar, ese siempre es un buen comienzo.

    P.S. Al ver caerse por la banda de babor a ZP, Pepiño, Pajín, etc., yo tendría la tentación de equivocarme y gritar "hombre al agua por la banda de estribor".

    Quienes, como yo, hicieron la mili en la Marina, lo comprenderán.

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