Al grito de “¡que vienen los aranceles!”, anda medio mundo como pollo sin cabeza, dudando entre cortarse los propios o dejárselos largos. Al contrario que todas las opinatrices que pueblan las tertulias patrias, yo no tengo claro el fin último de los aranceles del pelirrojo, ni tampoco sus consecuencias. Hombre, lo que no suena muy equitativo es que se quejen de los aranceles americanos a la importación los mismos que le ponen a USA aranceles a la exportación.
La idea que me parece más acertada es que los aranceles de
Trump son el reflejo de su opción de abrazar el soberanismo, frente a un
globalismo que solo favorece a su gran competidor por la hegemonía mundial:
China.
Una China que lleva años jugando en el comercio internacional
con dos barajas, y que no duda en reírse de las normas de propiedad intelectual
e industrial, de los convenios de protección medioambiental, y de actuar como
un depredador en todos los países donde ejerce su influencia… y en todos los
mares donde pescan sus barcos.
Por no hablar de sus métodos diplomáticos, consistentes en corromper
a los dirigentes del resto del mundo. La Unión Europea es el mejor ejemplo,
donde lo mismo aparecen miles de euros en la habitación del hotel de una vicepresidenta
del Parlamento, que hay que tapar a toda prisa la investigación sobre los
sobornos de Huawei, para no encarcelar a una docena de eurodiputados.
Si la opción de Trump va a producir resultados beneficiosos
para la economía a medio plazo o va a provocar una recesión mundial, solo Dios lo sabe.
Bueno, también Gonzalo Miró y Esther Palomera, que igual te diseccionan la alineación
del Atleti que la balanza comercial de Myammar.
Pero lo cierto es que se han agitado los cimientos de todo lo
que estaba podrido en el concierto internacional. Así, vemos cómo los chinos
han contraatacado vendiendo sus bonos americanos, señal de que el golpe no está
mal dado. En la Unión Europea, el caos es absoluto. Y mientras la lista de la
clase, Meloni, ha decidido saltarse el turno para ir a negociar directamente
con Trump, Von der Leyen ya está pidiendo árnica y ofreciendo aranceles cero
para los productos industriales americanos.
Sorprende la rapidez con que cambian las prioridades en la UE. Una semana te llaman a la guerra nuclear contra Rusia y a la siguiente a la guerra arancelaria contra Estados Unidos… para acabar pidiendo papas. El espíritu bélico europeo ya no es lo que era. Aunque no es de extrañar, si lo encarnan Macron, un tipo tan despistado para elegir pareja que se casó con la madre de E.T., y la comandante Palpatine, la lince que manifestó el otro día que Europa refleja los valores del Talmud.
En cualquier caso, yo no estaría demasiado preocupado. Porque, gracias a las instrucciones de Úrsula, todos debemos tener ya el kit anti-crisis: con sus dos rollos de papel higiénico, su navaja suiza y su bote de aceitunas gazpachas. Y un kit que te permite sobrevivir a un conflicto nuclear no debería tener ningún problema para enfrentarse a unos aranceles de chichinabo.
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