sábado, 19 de enero de 2013

Robar es pecado!



Andamos los españoles conmocionados por las revelaciones del caso Bárcenas mientras el PP, como en el chiste del gitano con el cochino al hombro, al escuchar el alto de la guardia civil pretende sacudirse los millones pegados a la espalda de su tesorero gritando: “qué haces aquí bishooo?”. Rubalcaba tampoco hace mucho ruido porque, en la financiación ilegal de los partidos, quien no coge las uvas de dos en dos es porque las coge de tres en tres.
El problema es que hemos tragado con todo mientras nos iba bien, haciendo la vista gorda tanto sobre el patrimonio injustificable del rey como sobre el fraude a la Seguridad Social del parado que trabaja en negro. Así, en las tres comunidades más salpicadas por los escándalos siguen gobernando los mismos que los han protagonizado, PSOE en Andalucía, PP en Valencia y CIU en Cataluña. Cómo nos vamos a sorprender ahora de que los políticos encuentren legítimo coger sobres de dinero suizo, digo sucio.
Recuerdo de pequeño que el “no robarás” lo teníamos muy marcado desde el colegio, donde el ladrón recibía el trato de un apestado y, si era pillado “in fraganti”, se le invitaba a hacer la maleta y no volver. A medida que crecí escuchaba, cuando alguien cobraba lo que no se merecía, “eso es lo mismo que robar”. Pero pasados los años se puso de moda la palabra “pelotazo” y quien lo daba se convirtió en un triunfador, admirado por todos. Y poco a poco nos hemos ido convirtiendo en un país de chorizos, sentados sobre una inmensa bolsa de inmundicia donde lo mejor es no mirar hacia abajo paro no verla.
Es el fruto de haber sustituido la verdadera ética, basada en principios sencillos como no robar, no engañar o no birlarle la mujer al vecino, por una más “light”, fundada en otros muy complicados de enunciar pero mucho más fáciles de observar como “velar por la sostenibilidad del planeta”, “respetar la diversidad de género” o “tener en cuenta la multiculturalidad”. La ventaja era que, mientras para cumplir con la primera hace falta decencia y vencer tentaciones continuas, para esta última solo hace falta echar la basura en un cubo con una bolsa amarilla y no decir las palabras “maricón” o “sudaca”.
Y ahora caemos en la cuenta de que la ausencia de un código moral anclado en los valores vigentes durante siglos no solo afecta a nuestra conciencia sino, también, a nuestro bolsillo. Probablemente este último escándalo quede en agua de borrajas y escampe en cuanto la  recuperación económica se haga evidente. O puede que sea la gota de agua que desborda el vaso y, como en Italia hace años, una ola venga a llevarse por delante el sistema de partidos de nuestra democracia. Ojalá fuera así y una regeneración moral de gobernantes y gobernados permitiera que esta podredumbre sea sustituida por algo merecedor del respeto de la gente honrada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario