martes, 20 de noviembre de 2012

De morosos y paganos.


Las frases sobre la necesidad de cumplir lo que se debe inundan nuestro refranero: “quien paga manda”, “el que paga descansa”, “las excusas de mal pagador” o “lo prometido es deuda” no son sino ejemplos que ilustran un principio fundamental del derecho romano, base del derecho privado y público: el “pacta sunt servanda” o, lo que es lo mismo, los pactos deben ser cumplidos. Este principio ha sobrevivido a siglos de bonanza y de carestía, a guerras y revoluciones, pues se basa en un elemento esencial en las relaciones humanas: la confianza en que quien empeña su palabra la cumplirá.
En los últimos tiempos estamos viendo como algunos pretenden sustituirlo por otros más progresistas y humanitarios como el “no debemos, no pagamos”, referido a la deuda pública, o “piso expropiado, deuda condonada” en el supuesto de las hipotecas.  A la ex-ministra Trujillo la han crucificado por atreverse a decir en Twitter “El que tenga deudas que las pague. Que no se hubiera endeudado.” Esta frase, que hubiera suscrito hasta hace cuatro días cualquier persona seria, se ha puesto en cuarentena por una serie de personajes que prefieren seguir la consigna marxista del genial Groucho: “Pagar la cuenta? Qué costumbre más absurda”.

Pues bien, cuando se dispara contra principios de tanta trascendencia como el cumplimiento de las obligaciones hay que mirar detenidamente lo que se hace, porque al final podemos acabar dándonos un tiro en la pierna. Está muy bien eso de que no se paguen los pisos, pero entonces habremos de concluir que, si el promotor no puede cobrar el producto de su empresa, tampoco estará obligado a pagar el jornal al albañil. “Qué dice usted insensato?”, responderán algunos, “no hablamos de constructores sino de bancos”. Ah, vale, entonces la que no cobrará será  la cajera del banco prestamista, porque no habrá dinero en la caja, salvo que le paguemos con el dinero del rescate que tendremos que poner los demás vía impuestos. Porque aunque dijera otra ex-ministra que “el dinero público no es de nadie”, yo estoy seguro de que sí, igual que el privado, y cuando se le da a uno se le quita a otro.
 
Desconfío instintivamente del buenismo santurrón de esos salvadores de la humanidad que hablan de socializar todo y perdonar las deudas, porque suelen coincidir con quienes tienen muchas deudas que pagar y ninguna que cobrar. Los que hablan del sufrimiento de quien ve vencer sus deudas sin poder hacerles frente deberían ponerse en el pellejo del que no puede pagar las suyas porque a su vez es incapaz de cobrar lo que le deben. Es cierto que la crisis ha dado lugar a situaciones dramáticas, pero esta no es la primera crisis de la Humanidad ni será la última, y a ver si por evitar los suicidios de los deudores vamos a conseguir que se suiciden los acreedores, que también tienen familia.
 
En la abundancia o en la crisis un hombre vale lo que vale su palabra y, el que la empeña en devolver lo que ha pedido a otro, tiene que afrontar las consecuencias en caso de incumplimiento, pues en eso consiste ser una persona de honor. Nadie impide, en caso de insolvencia, dar facilidades y aplazar o incluso condonar total o parcialmente la deuda, pero eso es un privilegio del acreedor, no un derecho que el deudor pueda exigir airadamente, pues como bien dice otra frase de nuestros acervo “los hombres primero pagan, después se ofenden”.

1 comentario:

  1. Pues yo voy a ver si asalto un supermercado, que me hace ilu.

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