domingo, 9 de diciembre de 2012

La ley del embudo o las redadas del chaleco fosforito.


La detención del ex-presidente de la CEOE Díaz Ferrán, acusado de alzamiento de bienes y blanqueo de dinero, ha copado los titulares esta semana, como hace pocas lo hacía  Gao Ping, cabecilla de la mafia china responsable de un masivo fraude contra la hacienda española. En ambos casos hemos asistido a operaciones con un despliegue de medios, jueces, inspectores fiscales y policías con chaleco fosforito, proporcional a la importancia de lo desfalcado, además de órdenes de ingreso en prisión y fianzas record.
Hasta aquí todo bien, bueno regular pues al chino le han tenido que soltar dado que el juez instructor no sabe contar los plazos del habeas corpus (qué listos son los chinos). Pero lo cierto es que yo me quedo chasqueado cuando veo que estas redadas no son moneda común, o al menos no lo son para todos. Porque a la cúpula de CIU le han descubierto comisiones y cuentas en Lientchestein y andan tomando dry martinis por la zona alta de Barcelona. Por no hablar del alcalde de Lugo, tan campante tras ser imputado por soborno en la adjudicación de servicios, al igual que el de Sabadell. O los casos más antiguos de Jaume Matas, condenado por corrupción a seis años, que sigue sin encerrar porque la fiscalía no lo ve necesario, o los responsables de los falsos EREs andaluces, que andan gobernando la comunidad sureña. Y qué decir del ilustre diputado Pepiño Blanco, el único español que, en lugar de pagar por repostar, cobra en las gasolineras.
Esto es la demostración palpable de la aplicación de la ley del embudo en cuanto  las golfadas contra los españoles de a pie se perpetran por quienes tienen responsabilidades públicas o no. Sinceramente, a mí un empresario sin escrúpulos o un chino defraudador no me producen alarma social. Al menos no en la misma medida que descubrir que un alto porcentaje de los que toman las decisiones relevantes en este país son unos chorizos, además de unos inútiles. Me preocupa sobremanera pensar que cualquier contrato de las administraciones públicas es una oportunidad de negocio para políticos sin conciencia.
La regeneración del país necesita una buena dosis de detenciones a bombo y platillo realizadas por policías con los chalecos fosforito puestos. Pero para variar podían entregarnos esposado a un pez gordo que nos hiciera pensar que la Constitución, esa que conmemoramos esta semana, rige para todos, especialmente en lo de la igualdad ante la ley. Por ejemplo, nos gustaría ver a Urdangarín con el pijama de rayas. A mí particularmente me repugna más que Ferrán, que al menos no ha utilizado fundaciones de discapacitados como tapadera para ocultar lo robado a los españoles.
Decía Abraham Lincoln que “todos los hombres nacen iguales pero es la última vez que lo son”. El problema añadido es que ostentar un cargo público acentúa las desigualdades.

1 comentario:

  1. Jejeje, pues acaban de pillar a un diputado del PP, una especie de fantasmón hortera, en un lío de chantajes, sobornos, etc.

    ¡Esto es una kermesse! ¡Llamad a Berlusconi, que es un experto!

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