martes, 29 de abril de 2025

UN GOBIERNO CON POCAS LUCES.

 




Maestros de primaria, cajeras y, especialmente, concejales y alcaldes forman el núcleo duro de la élite designada por el iluminado doctor Sánchez para dirigir los destinos de España. A ellos se suma una infinidad de nombramientos a dedo que ha colonizado la cúpula de instituciones y empresas públicas, transformando el Estado en un cortijo que ni el mismísimo Jesulín de Ubrique habría soñado.

Como los ejércitos de antaño —las legiones romanas, los tercios de Flandes o las tropas de Napoleón—, que marchaban seguidos por cocineras, taberneros, prostitutas y carreteros, este nuevo ejército de chusqueros tampoco avanza solo. A su alrededor acampa un variopinto séquito de contratistas a comisión, asesores de todo pelaje, conductores todoterreno —capaces de transportar con la misma naturalidad a un ministro o un alijo de cocaína— y fulanas en nómina de empresas públicas.

Y del mismo modo que aquellos ejércitos dejaban tras de sí un reguero de miseria, la huella de las huestes de Sánchez va desmantelando un país donde lo público se tambalea. Solo parece funcionar la maquinaria recaudatoria, especialmente para beneficio de algunos, como el hermano del presidente. Como lamentaba Quevedo, al observar los muros de su patria “si un tiempo fuertes, ya desmoronados”, basta con mirar hoy la sanidad, la educación, la red viaria o la administración para constatar una decadencia que ayer alcanzó su culmen con el apagón nacional.

En una España incapaz siquiera de conservar una carretera nacional en condiciones mínimas de seguridad, mantener operativa la red eléctrica comienza a parecer una quimera. No se puede vaciar los ministerios de técnicos e ingenieros para llenarlos de paniaguados, incapaces de distinguir una línea de alta tensión de un tendedero... y pretender que no pase nada.

Cuando el Ministerio de Industria y Energía se convierte en el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, difícilmente puede esperarse un buen desenlace. La Transición Ecológica, al menos, parece haberse logrado: hemos retrocedido hasta la Edad de Piedra. En cuanto al Reto Demográfico, la inquietud es aún mayor. A este paso, uno teme que le apliquen la solución del viejo ganadero que, cuando le preguntaron cómo combatir una plaga de langostas que amenazaba cruzar el estrecho para devorar las dehesas del sur, respondió: “sencillo, basta con capar a los machos”.

Visto lo visto, quizá no baste con el kit europeo de emergencia de 72 horas. Tal vez los españoles debamos meter algunas latas más de fabada Litoral para sobrevivir los dos años que aún nos quedan con este grupo de iluminados, porque lo que se avecina son tiempos aún más oscuros. Esperemos que, al menos, esto sirva para encender una bombilla en el cerebro de sus votantes.

martes, 22 de abril de 2025

LA MUERTE LO SANTIFICÓ.

 



Mi padre utilizaba la frase que encabeza este post cuando entregaba la cuchara alguien que podía considerarse “discutible”. Y de lo que no cabe duda es de que la figura del Papa Francisco es discutida y discutible. Curiosamente, quienes parecen discutirla menos son aquellos del sector de los enemigos tradicionales de la Iglesia. Es casi unánime la tristeza (verdadera o impostada) que ha sembrado el óbito del pontífice entre comunistas, globalistas, islamistas, progresistas y un largo listado de “istas”, caracterizados tradicionalmente por su desapego —cuando no hostilidad manifiesta— hacia todo lo que oliera a incienso.

Por el contrario, y aunque dentro de una prudencia muy contenida, entre los propios católicos la figura de Francisco suscitaba división de opiniones. Yo no tengo muy claro si su pontificado ha sido premiado al terminar con más pitos o con más palmas.

Carezco de datos para poder enjuiciar en profundidad el papado de Francisco I, y además sería una osadía pretenderlo. Pero si lo comparo con otros papas cuyos pontificados he conocido, la diferencia que veo entre aquellos y este —y todos han sido discutidos— es la transparencia y la verdad que emanaban los anteriores, frente al velo que envolvía la figura del último. Porque hay cosas de este Papa que nunca he conseguido explicarme.

La primera es su negativa tajante a viajar a España en más de 12 años de mandato, durante los cuales visitó 60 países, algunos tan exóticos como Madagascar. Un pontífice argentino y jesuita no encontró ocasión para viajar al país que vio nacer a San Ignacio, fundador de su orden, con motivo de su quinto centenario. Tampoco para celebrar el de Santa Teresa de Jesús, figura universal e indiscutible de la Iglesia Católica. Ni siquiera honró con su presencia al apóstol Santiago en el Año Santo compostelano. No sería por la distancia, ni por la escasa relevancia de los temas, ni por barreras idiomáticas. En cualquier caso, el agravio de la cabeza de la Iglesia Católica hacia la nación que la hizo universal es muy difícil de explicar. Cuando se le preguntó por el tema, dejó aquella frase misteriosa de: “Iremos cuando haya paz”. Si la causa de su omisión es su carácter argentino (ellos son así), u otra más conspiranoica, que prefiero guardarme, nunca lo sabremos.

La segunda, y mucho más importante, es su papel durante la pandemia. El entreguismo de la Iglesia Católica a las directrices de mandatarios que tomaron decisiones en muchos casos contrarias a las leyes civiles, al sentido común y a la caridad cristiana, es digno de estudio. No olvidaré la imagen del sacerdote anciano que quiso celebrar misa en solitario desde la puerta de su parroquia —separada de la vía pública— con unos altavoces, siendo conminado a recoger cálices y biblias por un par de policías municipales sin autoridad ni criterio. Tampoco olvidaré que nadie en la jerarquía eclesiástica se rebeló ni opinó sobre esa ni otras restricciones totales —y sin fundamento— a la práctica de las creencias religiosas de los ciudadanos en un momento tan duro para ellos.

Miles de católicos murieron privados, en el instante más trascendental, del auxilio espiritual de los ministros de su Iglesia. De repente, los sacramentos, esencia de la religión católica, fueron encerrados en el trastero, a la espera de que individuos tan despreciables como Macron, Sánchez o similares dieran la señal para “desenvolverlos” y volverlos a sacar. Parece que la preocupación del Papa —y en general de la jerarquía eclesiástica— estuvo más ligada a cumplir estrictamente las restricciones impuestas por el poder civil y no ofender a la opinión pública, que a pastorear al rebaño de Cristo. Es cierto que no se conocía con certeza la peligrosidad del virus, pero creo que entre desafiar al emperador —asumiendo el riesgo de enfrentarse a los leones en la arena— y rendirse con armas y bagajes, suspendiendo incondicionalmente el ministerio sacerdotal, había términos medios.

No dice mucho de la valentía del Papa y sus ministros el hecho de que los dignatarios seglares fueran más audaces que ellos, desafiando sus propias prohibiciones para irse de francachela. Curiosamente, las exhortaciones más notables del Papa durante la pandemia fueron para inducir a los católicos a vacunarse, como si ponerse inyecciones fuera parte del Credo.

En fin, Dios me libre de juzgar al Papa en el momento de su muerte. Tendrá que dar explicaciones al de las llaves, como todos nosotros. Solo puedo decir que siempre he sido partidario de los líderes que lo dan todo por su equipo, sin importarles demasiado lo que opinen los hinchas rivales, frente a aquellos que son más aplaudidos cuando juegan fuera de casa.

lunes, 14 de abril de 2025

LOS MANGANTES DE TERUEL




Cuenta la leyenda que, en la ciudad de Teruel, en el siglo XIII, el joven Diego de Marcilla murió de amor tras regresar de buscar fortuna, con la esperanza de hacerse digno de su amada, Isabel de Segura. Su desgracia fue llegar justo después de que ella se hubiera casado con otro.  Y su muerte llevó consigo la de Isabel.

La versión contemporánea de los amantes de Teruel es mucho más alegre, sin muertes ni tragedias. Aquí, los afortunados no son enamorados desdichados, sino ministros y sus acompañantes que, mientras mantenían encerrada a la ciudadanía, se encerraban ellos también... pero rodeados de una corte de prostitutas.

Aquí nadie niega un beso. Como dijo el ministro Ábalos, lo que hacía falta durante la pandemia eran besos y mucho contacto físico. Y dicho y hecho: para que hubiera donde tocar, decidió que no le bastaban una ni dos. Hasta quince prostitutas se trajo de Valencia, porque —igual que el padre de Isabel de Segura rechazó a Diego de Marcilla por falta de numerario— Ábalos despreció a las furcias locales por falta de belleza. En Teruel no quieren pobres... ni putas feas.

Aquí no hay bodas, ni falta que hace. Donde se ponga una buena conga de ministros, Koldos, delegadas del Gobierno y meretrices desfilando en paños menores por los pasillos de un parador, que se quite la tarta nupcial con sus dos figuritas. Además, ¿quién quiere fumarse un puro con vitola conmemorativa, pudiendo esnifar trufa blanca en las posaderas de una pilingui?

Aquí, para participar, no hace falta fortuna. Los gastos corren a cuenta del contribuyente. INECO, Tragsatec y demás empresas públicas te contabilizan lo mismo quinientas horas de masajes que el mobiliario destrozado en la pelea de almohadas de la suite del parador. Eso sí: los primeros van a la partida de “otros aprovisionamientos” y los segundos al “inmovilizado material”. Que las cuentas públicas son cosa seria.

Aquí no hay tristeza, barrida por el despendole, el alcohol, los polvos de toda índole, la juerga y la desvergüenza. ¿Cómo estar triste en una fiesta a la que el mismo Lobo de Wall Street habría calificado de matrícula de honor? Y, encima, con cargo al IRPF de los contribuyentes españoles. ¡Está tó pagao!

Aquí tampoco hay un Pedro de Segura aguafiestas poniendo condiciones a los novios. La encargada de poner condiciones durante la pandemia en Teruel, la Delegada del Gobierno, estaba allí en plena fiesta. Aunque, según parece, no se enteró de nada. ¡Cómo debió de pasárselo para no recordar lo ocurrido en un parador cerrado de sesenta habitaciones, con la cuarta parte ocupadas por mujeres de la vida alegre!

Lo que cualquiera diría que hay, en esta versión moderna de los amantes de Teruel, es un guion de otro Segura, Santiago. Porque un episodio tan casposo, cutre, machista, rancio y corrupto solo está al alcance del protagonista de Torrente.

 


miércoles, 9 de abril de 2025

Kit contra los aranceles.



Al grito de “¡que vienen los aranceles!”, anda medio mundo como pollo sin cabeza, dudando entre cortarse los propios o dejárselos largos. Al contrario que todas las opinatrices que pueblan las tertulias patrias, yo no tengo claro el fin último de los aranceles del pelirrojo, ni tampoco sus consecuencias. Hombre, lo que no suena muy equitativo es que se quejen de los aranceles americanos a la importación los mismos que le ponen a USA aranceles a la exportación.

La idea que me parece más acertada es que los aranceles de Trump son el reflejo de su opción de abrazar el soberanismo, frente a un globalismo que solo favorece a su gran competidor por la hegemonía mundial: China.

Una China que lleva años jugando en el comercio internacional con dos barajas, y que no duda en reírse de las normas de propiedad intelectual e industrial, de los convenios de protección medioambiental, y de actuar como un depredador en todos los países donde ejerce su influencia… y en todos los mares donde pescan sus barcos.

Por no hablar de sus métodos diplomáticos, consistentes en corromper a los dirigentes del resto del mundo. La Unión Europea es el mejor ejemplo, donde lo mismo aparecen miles de euros en la habitación del hotel de una vicepresidenta del Parlamento, que hay que tapar a toda prisa la investigación sobre los sobornos de Huawei, para no encarcelar a una docena de eurodiputados.

Si la opción de Trump va a producir resultados beneficiosos para la economía a medio plazo o va a provocar una recesión mundial, solo Dios lo sabe. Bueno, también Gonzalo Miró y Esther Palomera, que igual te diseccionan la alineación del Atleti que la balanza comercial de Myammar.

Pero lo cierto es que se han agitado los cimientos de todo lo que estaba podrido en el concierto internacional. Así, vemos cómo los chinos han contraatacado vendiendo sus bonos americanos, señal de que el golpe no está mal dado. En la Unión Europea, el caos es absoluto. Y mientras la lista de la clase, Meloni, ha decidido saltarse el turno para ir a negociar directamente con Trump, Von der Leyen ya está pidiendo árnica y ofreciendo aranceles cero para los productos industriales americanos.

Sorprende la rapidez con que cambian las prioridades en la UE. Una semana te llaman a la guerra nuclear contra Rusia y a la siguiente a la guerra arancelaria contra Estados Unidos… para acabar pidiendo papas. El espíritu bélico europeo ya no es lo que era. Aunque no es de extrañar, si lo encarnan Macron, un tipo tan despistado para elegir pareja que se casó con la madre de E.T., y la comandante Palpatine, la lince que manifestó el otro día que Europa refleja los valores del Talmud.

En cualquier caso, yo no estaría demasiado preocupado. Porque, gracias a las instrucciones de Úrsula, todos debemos tener ya el kit anti-crisis: con sus dos rollos de papel higiénico, su navaja suiza y su bote de aceitunas gazpachas. Y un kit que te permite sobrevivir a un conflicto nuclear no debería tener ningún problema para enfrentarse a unos aranceles de chichinabo.