domingo, 3 de marzo de 2013

Pepe Grillo I de España



Andan los analistas políticos dándole vueltas el éxito electoral del payaso italiano Pepe Grillo, que unido al de Berlusconi, payaso no oficial, han convertido la política italiana en un vodevil. La cuestión que se plantean, para marcar distancias a continuación, es si se puede reproducir un resultado parecido en nuestro país.
Pues yo no lo veo descabellado. Al fin y al cabo lo que tenemos no difiere mucho de un circo. Un partido de gobierno en manos de un golfo bronceado que se permite denunciarlo por despido improcedente, una oposición desaparecida entre su pasado y un futuro incierto con escisiones motivadas por su propia incoherencia y, a la cabeza, una familia real salpicada por todo tipo de escándalos.
Sin menospreciarlas, nunca he creído en las mareas de indignados, porque la fuerza que las mueve es el interés de quienes se rebelan. Pero ahora se percibe en la calle la sorda indignación de los que solo piden decencia y ejemplo, y han perdido la fe en aquellos en quienes pusieron su confianza.
Lo cierto es que no parece que exista un proyecto político que merezca la pena defender frente a los aventureros que pudieran surgir en el horizonte. Quienes deberían estar más interesados en mantener el status quo no se preocupan demasiado por las fuerzas que amenazan su futuro, y quieren seguir bailando mientras las bases sobre las que se asienta la pista de baile se resquebrajan sin visos de solución.
Podrían echar un vistazo a la historia para darse cuenta de que ningún régimen ha podido sostenerse durante mucho tiempo sin el apoyo o, al menos, la aquiescencia de una base social. Si no lo consiguieron regímenes absolutistas como el francés o la Rusia zarista, cuya legitimidad se sustentaba directamente en Dios, no es probable que lo consiga un régimen de partidos agotado, sustentado por algo tan cambiante como el veredicto de las urnas. Son esos mismos partidos los que están abonando generosamente el suelo en el que han de brotar, sin duda, los Pepes Grillos españoles

 

3 comentarios:

  1. Pequeño matiz:El nombre correcto es Beppe Grillo. Por otro lado coincido en el enfoque y además añadiría a ese caldo de cultivo un sistema sindical obsoleto y totalmente sesgado y una clase empresarial cuando menos dudosa en sus élites después de comprobar la miseria de su exdirigente elegido por todos ellos.
    AGP

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  2. Cierto lo del nombre, pero me he permitido la licencia de castellanizarlo. Coincido totalmente con lo que dices AGP. al final son demasiadas piedras en la mochila de los que tienen que hacer el camino, y no puede sorprender a nadie que los peregrinos decidan tirarla por un barranco y coger otra o ninguna.
    Un abrazo.

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  3. Para ser exactos, "Beppe" es nuestro Pepe o Pepito.

    Por su parte, Beppe Grillo es el "Pepito Grillo" del Pinocho de Disney.

    Pepito Grillo procede a su vez del Grillo hablador del Pinocho de Collodi.

    Finalmente, el Grillo hablador era la conciencia.

    Pero Beppe Grillo no es la conciencia de nadie, y mucho menos de la sociedad. No es más que un payaso o, como dicen un mi pueblo, "un payazo".

    Y los italianos que le han votado se merecen que les gobierne ese maldito payazo.

    ¡Lo que nos faltaba a los españoles era que siguiesemos por ese camino!

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