lunes, 20 de febrero de 2012

A tomar cervezas y a vivir!


Con esta refrescante declaración de intenciones cerraba la protesta sindical del 19-F el secretario de organización de CC.OO. No me pilló de sorpresa, porque mi caída del guindo sindical se produjo a principios de la década pasada, en el transcurso de unas oposiciones en las que formaba parte de un tribunal.

Las pruebas llevaban tiempo sin convocarse y la expectación era grande, congregándose en el primer examen miles de personas representando lo más florido del mundo opositor. Interinos, opositores de nuevo cuño, familiares y amigos, personal de las facultades, miembros de los tribunales y sindicatos estaban convocados en el campus universitario cacereño. Pero la convocatoria se fijó un domingo a las 8 de la mañana lo que ¡ay! fue demasiado para los sindicatos, que solo pudieron movilizar a un representante de CC.OO., farmacéutico jubilado por más señas, y que en aquella época tenía casi 80 años.

Aquel buen hombre, que se paseaba de aula en aula con una chapa sindical en un afan desmedido de ser visto por todos los opositores porque decía en su ingenuidad “verme les da tranquilidad”, fue el único justo que evitó que, como sucediera en Sodoma y Gomorra, Dios enviara una tormenta de fuego para arrasar las centrales sindicales extremeñas, castigándolas por su pecado de pereza y desvergüenza.

Y desde entonces hasta hoy he visto a los sindicalistas con esa actitud, madrugando sólo para ir de pesca y despilfarrando su crédito moral como nuevos ricos, sin ser conscientes de que donde se saca y no se mete al final irremediablemente se ve el fondo. Y agotado su capital ético (no así el etílico por lo que se ve) en tiempos en que nada escapa a la lupa de Internet, se ven ahora sorprendidos porque sus proclamas caen en el vacío y sus manifestaciones son contestadas en las redes sociales con la mofa del respetable.

Instituciones mejores y más antiguas han caído víctimas de los cambios que se producen a una velocidad cada vez mayor. La clave de la supervivencia en estos tiempos es añadir valor y los sindicatos sólo lo hacen para sus propios miembros, que participan en el festín de lo público sin haber hecho ningún mérito para entrar ni tampoco para permanecer, amparados en el chantaje de la movilización callejera contra cualquiera que ponga en peligro sus intereses.

El problema es que han perdido también su principal activo, la capacidad de producir miedo, y eso les llevará inexorablemente a la ruina. Pocos, al margen de ellos, lo sentirán. Pero mientras tanto: “Camarerooo… traiga más cerveza!”

2 comentarios:

  1. Pues una vez más, viene a colación la conferencia de Arcadi Espada cuando tacha de hasta inmoral la comparación de la actual crisis que vivimos con la gran depresión del 29, o la primavera árabe con la primavera valenciana. Y es que hemos perdido la perspectiva: si después de arengar a la multitud, uno los encamina hacia el bar de al lado, no le critico el gusto, no puede moralmente compararse con otros países que, con suerte, lo que se comprarían sería el pan.

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  2. Primavera valenciana? Mucho cachondo es lo que hay, Concha. Los estudiantes valencianos están de parranda con la policía, que es más entretenido que la Play.

    Yo también practiqué ese deporte hace 20 años aprovechando la excusa de que querían homologar algo de las ingenierías con los peritajes o una cosa parecida. Y allí estaba yo, que era de derecho y tres leches me daba lo que homologaran gritando "esos de marrón de que escuela son?", cortando el tráfico y tocando los huevos a los maderos.

    Pero nunca nos consideramos víctimas de la tortura ni gilipolleces parecidas. Me gustaría ver las notas y la asistencia a clase de los que protestan por los recortes en educación. Primavera valenciana? Ya les vale!

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