domingo, 22 de enero de 2012

El efecto llamada



Antes era partidario del sistema autonómico, no por el hecho singular o las nacionalidades históricas, porque no acabo de ver la singularidad de un trozo de terreno separado del de al lado por doscientos metros. Simplemente pensaba que la proximidad del poder al ciudadano podía ser una garantía de conocimiento de los problemas y de acierto en la gestión.

Tras ver los resultados del experimento autonómico, cada vez me gusta menos como caza la perrita. No hace falta ir a Cataluña, donde los mossos d’esquadra protestan hablando en español. Sin ir más lejos, el otro día se reunieron en Madrid los consejeros de educación de las comunidades del PP para coordinar las oposiciones del profesorado a fin de evitar el “efecto llamada”, haciéndolas coincidir e impidiendo que el opositor de la Rioja opte a una plaza en Castilla La Mancha. Brillante idea! Así, la comunidad riojana se asegurará tener profesores de la tierra, aunque sean mediocres, perdiendo la posibilidad de tener un profesorado excelente pero con acento andaluz o catalán, y viceversa.

Hasta hace relativamente poco los españoles, salvo los adinerados, no viajaban por falta de medios de modo que muchos no salían de la tierra que les vio nacer. La “mili” era la única forma en que al españolito se le quitaba el pelo de la dehesa. Por cierto, todos los quintos recordaban después al amigo mallorquín o mañico que habían conocido en el campamento en Cerro Muriano o Canarias y que, haciendo guardias o pelando patatas codo con codo, de modo inconsciente les había revelado que participaban en un proyecto común.

Ahora que cualquiera viaja a Taiwan y que los amigos virtuales son de veintidós países distintos, nuestros políticos se han empeñado en encerrarnos en aldeas. Si te pones malo en Badajoz, lo adecuado es que te cure un medico extremeño, en un hospital construido por una empresa extremeña y con una venda extremeña. Luego se les llena la boca pidiendo que los empresarios se internacionalicen.

No sé si las autonomías dan muchos beneficios a sus ciudadanos, sobre todo por lo que cuestan. Lo único claro es que se los dan a los múltiples presidentillos, consejerillos, parlamentarillos y, en general, politiquillos enchufados a la cosa pública autonómica. Así se empeñan en mantenerlas, agarrándose aunque sea a la singularidad de una butifarra.

Los españoles no están dispuestos a renunciar a lo suyo, los gallegos a la muñeira y el pulpo a feira, y los alicantinos al arroz a banda y las fiestas de moros y cristianos. Pero parecen cada vez más dispuestos a renunciar a sus políticos autonómicos, incluso haciendo el “sacrificio” de cedérselos a sus vecinos. Es inevitable, cuando nos empeñamos en hacernos pequeños los resultados no pueden ser grandes.

2 comentarios:

  1. Jajaj, yo hice el CRI en Cerro Muriano y tuve un amigo mallorquin que por cierto al principio no hablaba ni papa de español, que tiempos. Pues sí, yo estoy dispuesto a ceder mis políticos regionales a Marruecos o a Siberia a ver si se les refrescan las ideas y pierden el pelo pesebrero.
    Saluditos.

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  2. Llega uno a pensar que el sistema autonómico, al menos lo recogido en los enrevesados artículos 148 y 149 de la Constitución, fue un disparate.

    Incluso, llega uno a pensar que ni siquiera fueron fruto de la buena voluntad de los "padres de la patria" (menudos padres, casi prefiero ser huerfanito), sino de la ofuscación y del dolo.

    Y esto, me temo, es sólo el principio: acabaremos en el ¡viva Cartagena!

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