martes, 23 de octubre de 2012

De políticos perdedores (esa especie a extinguir)


Sobre las autonómicas ya se ha dicho casi todo, por lo que no voy a ser yo el que aburra con eso de si Galicia refrenda o no la política de Rajoy, la deriva nacionalista y palabros semejantes. Me centraré en el análisis de los políticos perdedores, aunque en las elecciones de eso casi no hay, que orbitan en una elipse distinta a sus votantes terrícolas.
Me explico, en una competición normal, quien llega el último suele darse cuenta de que ha perdido al ver la espalda de los que han ganado cuando levantan los brazos al llegar a la meta. En política, por el contrario, quien pierde no se da por enterado aunque le doble un contrincante cojo. Escuchar las declaraciones de los perdedores en unas elecciones te hace dudar si viven en un universo paralelo.
Lo más divertido es la preocupación de todo perdedor por la abstención. “Ojo con la abstención”, te dicen,  porque aquí si ha perdido alguien es la democracia. Da igual que la democracia haya perdido un 0,43% de votos y la candidatura derrotada un 28%. Siempre pierde primero la democracia. La pobre!
Luego, en un ejercicio impagable de altruismo, declaran solemnemente que asumen el resultado. Acabáramos! Lo voy a asumir yo si les parece.
Otro argumento insoslayable es el relativo a la capacidad de comprensión de los votantes, que no han entendido el mensaje, lo que obliga al sufrido candidato a seguir en el cargo trabajando para que cale. Me recuerda mucho al chiste del teléfono:
“- Buenas, es el 910 XXX XXX?
- No, aquí no es.
- Oiga, yo he marcado bien.
- Perdón, entonces será que he descolgado yo mal.”
Escuchando a los políticos derrotados cualquiera diría que han marcado bien y los votantes hemos descolgado mal, equivocándonos al rechazar su llamada.  Solo les falta decir como Alfonso Guerra en el año 79, cuando UCD ganó las segundas elecciones: “el pueblo se ha equivocado.”
Si el fracaso es tan apabullante que los hijos del candidato se niegan abochornados a ir al cole, entonces se produce una repentina conversión al marxismo. Efectivamente, en ese caso procede una “profunda reflexión”. Es un error pensar en cambiar las personas, cosa que no solucionaría el problema, cuando lo conveniente y necesario es una renovación de ideas, en aplicación estricta de la teoría de Groucho Marx: “estos son mis principios, y si no le gustan tengo otros”.
“Hombre, pueden dimitir”, objetará algún insensato, desconocedor de que la palabra dimisión fue eliminada del diccionario RAE en la penúltima actualización. Cierto que era un vocablo en desuso, porque ya en época de Franco se decía “en el camino del Pardo, y muy cerca de la ermita, hay un letrero que dice maricón el que dimita”. Pues eso, aquí de dimisión hemos hablado bastante. Si tiene que dimitir alguien que dimitan los votantes, que no cobran nómina y no se juegan el pan de sus hijos. En política una vez más rigen reglas distintas que en la empresa privada, y no es aplicable la frase de Henry Ford “los que renuncian son más numerosos que los que fracasan”. Yo empiezo a echar de menos el sistema musulmán, caracterizado por las palabras de aquel jeque que, cuando le mostraron el sistema parlamentario inglés, exclamaba maravillado: “Cómo hacen ustedes al cambiar de gobierno para cortar 600 cabezas?”.

3 comentarios:

  1. Al final no pierde la Democracia, perdemos los votantes que antes nos daba por detrás uno y después nos dará por detrás otro... El hecho real será, al final, que los porculizables sómos nosotros y no ellos porque lo que se dice haber democracia, en España no hay sino mamocracia, a gran escala.

    Un saludazo.

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  2. Chollocracia dirían los gallegos. En fin, como escuché hace tiempo, España no se divide en norte y sur o izquierda y derecha, sino entre los que trabajan y los que viven del cuento. Y la clase política se ha subido a este segundo grupo con entusiasmo.
    Un cordial saludo.

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  3. La definición más acertada es la de "cleptocracia".

    Si el porcentaje de españolitos de a pié chorizos se acercase mínimamente al de politicos españoles chorizos, esto sería una orgía de colesterol.

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