La detención del ex-presidente de
la CEOE Díaz Ferrán, acusado de alzamiento de bienes y blanqueo de dinero, ha copado
los titulares esta semana, como hace pocas lo hacía Gao Ping, cabecilla de la mafia china
responsable de un masivo fraude contra la hacienda española. En ambos casos
hemos asistido a operaciones con un despliegue de medios, jueces, inspectores
fiscales y policías con chaleco fosforito, proporcional a la importancia de lo
desfalcado, además de órdenes de ingreso en prisión y fianzas record.
Hasta aquí todo bien, bueno regular
pues al chino le han tenido que soltar dado que el juez instructor no sabe
contar los plazos del habeas corpus (qué listos son los chinos). Pero lo cierto
es que yo me quedo chasqueado cuando veo que estas redadas no son moneda común,
o al menos no lo son para todos. Porque a la cúpula de CIU le han descubierto
comisiones y cuentas en Lientchestein y andan tomando dry martinis por la zona
alta de Barcelona. Por no hablar del alcalde de Lugo, tan campante tras ser imputado
por soborno en la adjudicación de servicios, al igual que el de Sabadell. O los
casos más antiguos de Jaume Matas, condenado por corrupción a seis años, que
sigue sin encerrar porque la fiscalía no lo ve necesario, o los responsables de
los falsos EREs andaluces, que andan gobernando la comunidad sureña. Y qué decir del ilustre diputado Pepiño Blanco, el único español que, en lugar de pagar por repostar, cobra en las gasolineras.
Esto es la demostración palpable
de la aplicación de la ley del embudo en cuanto las golfadas contra los españoles de a pie se perpetran
por quienes tienen responsabilidades públicas o no. Sinceramente, a mí un
empresario sin escrúpulos o un chino defraudador no me producen alarma social.
Al menos no en la misma medida que descubrir que un alto porcentaje de los que toman
las decisiones relevantes en este país son unos chorizos, además de unos
inútiles. Me preocupa sobremanera pensar que cualquier contrato de las
administraciones públicas es una oportunidad de negocio para políticos sin conciencia.
La regeneración del país necesita
una buena dosis de detenciones a bombo y platillo realizadas por policías con
los chalecos fosforito puestos. Pero para variar podían entregarnos esposado a
un pez gordo que nos hiciera pensar que la Constitución, esa que conmemoramos
esta semana, rige para todos, especialmente en lo de la igualdad ante la ley.
Por ejemplo, nos gustaría ver a Urdangarín con el pijama de rayas. A mí
particularmente me repugna más que Ferrán, que al menos no ha utilizado fundaciones
de discapacitados como tapadera para ocultar lo robado a los españoles.
Decía Abraham Lincoln que “todos
los hombres nacen iguales pero es la última vez que lo son”. El problema añadido
es que ostentar un cargo público acentúa las desigualdades.
Jejeje, pues acaban de pillar a un diputado del PP, una especie de fantasmón hortera, en un lío de chantajes, sobornos, etc.
ResponderEliminar¡Esto es una kermesse! ¡Llamad a Berlusconi, que es un experto!