sábado, 1 de diciembre de 2012

Dónde están las cajas, matarile…


Andan el gobierno y las instituciones europeas a vueltas con las cajas, arreglando o liquidando los restos de ese galimatías de fusiones frías y calientes, paridas por una ingeniería financiera fecunda en términos y operaciones que parecen destinados a confundir a todos. Ya nada queda de las entrañables Cajas de Ahorro y Monte de Piedad, cuyas sucursales eran las depositarias del primer dinero, en ocasiones una peseta o un duro, que los recién nacidos recibían de sus padrinos o abuelos. Su lugar ha sido ocupado por corporaciones con nombres pomposos como Bankia, Liberbank, Caja3 o Unnim, tras los que se oculta un enorme agujero financiero, y otro más profundo en el lugar donde las originales tenían el corazón.
Muchos nos preguntamos cómo ha sido posible que unas entidades centenarias, presentes en  las plazas de cada pueblo de España, hayan sido barridas del mapa en estos pocos años de desmadre. Toda clase de explicaciones se han dado, desde la crisis financiera al mal hacer de los supervisores bancarios. Mas el hecho de que el tsunami financiero haya arrasado las cajas, dejando en pie a los bancos, demuestra que el germen del desastre estaba en su interior, en forma de injerencia política, incompetencia, despilfarro y falta de ética, adornado todo ello con la corona de la vanidad.

Al perder las cajas su representatividad para convertirse en el instrumento financiero de los gobiernos autonómicos renunciaron a la defensa de los intereses de los ahorradores, poniéndose al dictado de unos políticos dispuestos a usarlas como instrumentos propios. Y surgieron nuevos gestores también politizados, desde funcionarios a médicos de familia (hasta un cura había en danza) que tenían en común el desconocimiento del negocio y la docilidad a quienes les habían nombrado. También la soberbia, que hizo creerse tiburones financieros a quienes no distinguían un bono de una opción de compra.
El resultado a la vista está: fallidos créditos multimillonarios a promotores, financiación de rascacielos vacíos o aeropuertos para paseantes, visas-oro, coches con chófer, y sueldos y dietas inconfesables. En un supremo alarde de inmoralidad los responsables del agujero, una vez que éste se reveló a los ojos de todos, quisieron cubrirse las espaldas con indemnizaciones millonarias y planes de pensiones escandalosos.

Las víctimas de tanto desatino, como siempre, fueron los más débiles. Así, los modestos impositores cuyos ahorros se fueron por la alcantarilla convertidos en productos como las acciones preferentes, que les vendieron  aquellos en quien confiaban, o los destinatarios de la obra social, tabla de salvación para la construcción de residencias de mayores o centros de discapacitados.
Seguramente los intereses políticos y económicos impedirán que se depuren las culpas, y quienes irresponsablemente jugaron y perdieron un dinero que no era suyo se irán de rositas. No podrán evitar, sin embargo, que les persiga el recuerdo de los ancianos a los que se despojó de sus ahorros de toda la vida, o la mirada de los niños privados de la atención que necesitaban. En cuanto al  resultado del proceso de reestructuración poco importa ya, porque el dinero público puede restituir a las cajas su solvencia pero nunca les podrá devolver el alma. Descansen en paz.

 
 

2 comentarios:

  1. Mi abuelo, que fue consejero de la Caja de Ahorros de La Coruña y Lugo en los tiempos de la oprobiosa, siempre decía: "Las Cajas han de manejarse con mucha seriedad, porque son el ahorro de los pobres".

    Si levantara la cabeza...

    ResponderEliminar
  2. ¿Que dónde están las Cajas? De momento Caja Badajoz está en Zaragoza. Muy coherente, si señor.

    ResponderEliminar