Leo esta semana que 160.000
personas, principalmente jóvenes, han renunciado ya a buscar empleo. Tal vez la
noticia no es muy precisa o yo no me he enterado bien. Porque si quiere decir que
esas personas han renunciado a trabajar por el resto de su vida, es tanto como admitir
que han renunciado a un elemento fundamental para su dignidad. Quizá signifique solamente que van a esperar
a que otros arreglen la situación y se van a subir al carro cuando escampe. En
cualquier caso me sorprende, casi más que el hecho, la comprensión del
articulista que parece considerar una actitud normal la de quien renuncia a ser
útil a sí mismo y a sus semejantes.
Nadie dijo que la vida fuera
fácil, pero siempre merece la pena. Puedo comprender el desánimo de quien lo
intenta y no lo consigue, pero no me pidan que compadezca a quien se rinde mientras
los demás pelean. El estar desempleado no se elige pero estar parado sí. Nunca
hubo tantas opciones para formarse, participar en proyectos solidarios o, qué remedio,
emigrar en busca de una oportunidad.
La otra cara de la moneda la
tenemos en Antonio, ese niño andaluz paralítico cerebral, convertido en Súper Antonio
por su lucha para superarse, integrado en un mundo donde juega en inferioridad de
condiciones pero al que tiene mucho que aportar, tanto que es una referencia
para sus compañeros.
Es posible que en estos tiempos "light"
la épica haya pasado de moda. Ya no se estila invocar el espíritu legionario
para arengar a los pueblos. Pero sin recurrir al ardor guerrero, no dejan de ser
épicos detalles como aquel en que la profesora de Súper Antonio cuenta cómo entra
en su silla de ruedas al aula entre las aclamaciones de sus compañeros.
Son tiempos de lucha, y todos estamos llamados a ella. Unos lucharán y otros no. Solo espero que cuando salgamos del hoyo y se repartan los premios, éstos se concedan a los Súper Antonios de toda clase y no a los que se acurrucaron en espera de tiempos mejores, que vendrán sin dudarlo de la mano de aquellos que no bajaron los brazos.
Son tiempos de lucha, y todos estamos llamados a ella. Unos lucharán y otros no. Solo espero que cuando salgamos del hoyo y se repartan los premios, éstos se concedan a los Súper Antonios de toda clase y no a los que se acurrucaron en espera de tiempos mejores, que vendrán sin dudarlo de la mano de aquellos que no bajaron los brazos.
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