Tras el 2012, en que los mayas no
acertaron de milagro, se abre un año con expectativas que nada tiene que ver con el anterior. Ya
casi nadie duda de que los brotes verdes están ahí. Desde Morgan Stanley,
apostando por España como el segundo país para invertir tras Suiza, a la prensa
internacional que habla del “nuevo milagro español”, incluidos los atravesados de los británicos, se empieza a mirar a España con otras expectativas.
No importa lo que digan los
Rubalcaba, Méndez, Toxo y otros, para los que la recuperación supondría confirmar
tanto su fracaso personal como el de sus suicidas propuestas. Tampoco lo que
opinen Krugman, Stiglitz y demás pájaros de mal agüero, predictores de a
cien mil el artículo, que no ven la recuperación como tampoco vieron la crisis
cuando la tenían delante de sus narices. El tiempo de todos ellos ha pasado
porque, tras escucharlos hablar continuamente de ruptura del euro, bancarrota,
rescate y desolación, vemos que sus pronósticos no se han cumplido y su crédito
se ha agotado.
Todavía hay cosas que estaban
condenadas y desaparecerán, pues la esencia de la crisis estriba en que lo
viejo sea sustituido por lo nuevo. Los sectores inmobiliario y financiero
así como el público, principales responsables del entuerto, tienen todavía que acabar
su purga y eso dejará algunos cadáveres en el camino. La ventaja es que los
muertos que decidan asumir los cambios podrán volver a
levantarse. Lo que parece claro es que en este año las cosas van a ir muy rápidas
y en consecuencia, parafraseando a un conocido político, quien no se mueva no
saldrá en la foto.
Pero la clave del año no es tanto
que en el extranjero piensen que España es capaz de salir del atolladero como que
lo pensemos nosotros. Lo decisivo es el cambio en la actitud de los
supervivientes al 2012, cambio que pude comprobar en la primera reunión con empresarios
de este año. No eran los que un año atrás miraban con temor el futuro, sino que
tenían otro brillo en la mirada. Como todos los que han pasado por el infierno,
se han despojado del miedo paralizador sustituído por el convencimiento de que ya
nada va a poder con ellos.
Si un país desahuciado por todos,
con una burbuja inmobiliaria equivalente a una bomba nuclear, unas cuentas
imposibles y atenazado por el miedo ha sido capaz de gestas como incrementar espectacularmente
sus exportaciones, devolver dinero a sus prestamistas y deshinchar la burbuja
sin ser rescatado (nadie más lo ha conseguido), qué no será capaz de hacer ahora
que desde fuera se le mira con confianza, sus números empiezan a ser asumibles y
sus empresarios, profesionales y trabajadores están recuperando la mirada del
tigre.
Así que mejor que cada uno se
ponga el puñal entre los dientes y vayamos a por todas porque este año para los
chinos es el de la serpiente, pero en España va a ser el año del tigre, y no tendrán
cabida los que opten por permanecer agazapados como gatos.
“Ad astra per aspera”
Yo, de momento, me he comprado un hacha. ¡A por ellos, que son pocos y cobardes!
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