miércoles, 1 de febrero de 2012
Extremadura se cae (I)
Guillermo Fernández Vara y sus ya escasos seguidores se hacen eco de la caída de lo que ellos llaman las esperanzas de Extremadura. Y en verdad Extremadura da la impresión de caerse a pedazos sin que nadie pueda impedirlo. Pero a lo que estamos asistiendo, unos más perplejos que otros, no es sino al derrumbamiento de un modelo que durante casi treinta años ha conseguido mantener a la región a la cola de España en todos los indicadores del desarrollo. Y en su fulminante ocaso tiene poco que ver el nuevo gobierno popular (en seis meses no se es culpable de nada, ni para bien ni para mal) sino más bien que el cristal en que lo tallaron los gobiernos de Ibarra y su sucesor era frágil, turbio y defectuoso.
Nos vendieron una Extremadura tecnológica y cultural, industrial y verde, urbana y rural, de servicios y agraria, internacional y típica, moderna y ancestral. Y tantas cosas tan opuestas no podían ser sino una mentira. Mentira creída por los extremeños mientras hubo fondos europeos para pagar la capa que tapara las vergüenzas de un modelo carente de un sustrato capaz de aguantar la más pequeña tormenta.
Hace poco escuchaba al profesor Ballesteros explicar la necesidad de enfoque como requisito para el éxito de un proyecto. Mostraba la imagen del sol y una lupa moviéndose continuamente sobre una hoja de papel sin conseguir otro efecto que, si acaso, calentarla ligeramente. Sólo manteniéndola fija en un punto conseguirá quemarla.
Pues bien, los gobiernos de Ibarra y Vara llevan años desplazando la lupa sobre el mapa del territorio extremeño enfocando un día el Linex y al siguiente las infraestructuras, una semana las áreas de salud y la siguiente las viviendas, un mes el turismo rural y el siguiente las refinerías. Y así, la lupa nunca se paraba en ninguna parte porque su continuo movimiento sólo tenía una finalidad: tratar de contentar a la clientela electoral que los sostuviera en el poder.
El resultado han sido ordenadores viejos arrumbados en las aulas, sector industrial en quiebra, palacios de congresos vacíos y autopistas a ninguna parte junto con infraestructuras necesarias sin terminar, emprendedores subvencionados cuyo mercado son los boletines oficiales, colas de espera en sanidad, fracaso escolar, empresas públicas ruinosas e índices de paro record.
No se trata de caer en el catastrofismo, porque para que nazca lo nuevo es preciso que lo viejo muera. Y aunque todas las muertes conllevan luto, en el fondo debemos alegrarnos de la desaparición de un modelo que no hacía sino mantenernos al margen del carro del desarrollo. Ahora, como en una vieja canción, habrá que construir de cero el pozo y el granero y aprender de nuevo a andar. Ahora se trata de construir juntos una nueva esperanza.
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Me gusta, Juan Luis, la imagen del sol y la lupa que se mueve sobre la hoja, para explicar la triste realidad de Extremadura, a lo largo de los últimos años. La encuentro muy expresiva.
ResponderEliminarTe doy un mas 1 en google porque mi familia toda es de origen Extremeño y la moyoria sigue viviendo en la comunidad. Por una parte por supuesto que les quiero y les comprendo, pero por otra no les entiendo. Espero que espabilen y se den cuenta de una puñetera vez que nadie da duros a pesetas. Tienen muchos recursos y gente sacrificada y humilde, pero tienen que cambiar de mentalidad. Esperemos que lo hagan.
ResponderEliminarSaluditos.
ESperemos Tio Chinto que alguien coja el toro o la lupa por los cuernos y sea capaz de proponer un proyecto valiente basado en el esfuerzo y la iniciativa individual, que deje paso a una verdadera sociedad civil extremeña independiente del poder político.
ResponderEliminarNo será fácil el cambio de mantalidad Zorrete, pero esta crisis puede ser la espuela para que se produzca.
ResponderEliminarLo peor de esta Extremadura que se cae en pedazos es que nos aplastará bajo sus ruinas.
ResponderEliminarEspero encontrarme en el infierno con Ibarra -en este mísero mundo es imposible, porque siempre va en su coche oficial, o está en su despacho oficial, o en una recepción oficial,...- y decirle un par de cositas.