Los españoles nos
encontramos en estado de shock tras un trimestre maldito en que nuestras
instituciones se han mostrado ante nuestros ojos y los del resto del mundo como
un hervidero de corrupción que creíamos propia de países tercermundistas. Pero, contra lo que muchos creen,
el problema real no es la corrupción (en todas partes cuecen habas) sino la
forma de reaccionar ante ella.
Así la Casa
Real ha manifestado su “sorpresa” por el cambio de criterio del juez del caso Noos al imputar a
la infanta. Mariano Rajoy declaraba, mientras su tesorero ladrón demanda al PP,
que “España es un país limpio”. Griñan compareció en el parlamento andaluz para
“disipar mentiras” sobre los ERE´s fraudulentos que él mismo firmaba. Artur Mas dijo
que sus cuentas en Suiza forman parte de “una conspiración del PP para torcer
la voluntad del pueblo catalán”. Y Mendez afirmaba ante los medios que UGT es una
“víctima de la trama de los ERE” dentro de “una estrategia para fomentar el
despido libre”, tras ser detenidos sus militantes con miles de euros en los colchones.
Y todos están tan preocupados en alinearse consigo mismos y sus compañeros que
a ninguno se le ha ocurrido alinearse con la decencia, a la que han dejado
sola.
No es de extrañar por tanto que,
a diferencia de otros países del entorno, donde los pillados en faltas mucho
más leves dimiten y reciben la reprobación de sus conciudadanos, aquí el
imputado, en lugar de avergonzarse de sus culpas, se permita la chulería de
dudar de la imparcialidad del instructor, como ha hecho la Corona, o
directamente burlarse de él, como el sindicalista Lanzas que justificaba ante
la juez su inexplicable incremento de patrimonio diciendo “he estado este invierno cogiendo aceitunas”.
A ello contribuye en gran medida que les hayamos votado, en mucho casos a sabiendas
de lo que había.
La impudicia de los culpables
unida al clima de impunidad en que se mueven origina el verdadero problema:
nadie está dispuesto a extirpar el cáncer que nos corroe porque nadie está
dispuesto a reconocer su culpa o la de sus allegados. Y así, en un país donde
sus representantes se avergüenzan de defender causas como la bandera, la familia,
las víctimas del terrorismo o la religión, como en el resto de los países
desarrollados, casi todos cierran filas para defender a los corruptos que, en
un lugar decente, serían apartados del cesto como manzanas podridas.
Decía
Cervantes, “No hay pecado tan grande, ni vicio tan apoderado que con el
arrepentimiento no se borre o quite del todo”. Con ser grandes los pecados y
vicios de nuestros representantes, más grande es la falta de arrepentimiento y,
en consecuencia, de propósito de enmienda. Y no es posible la regeneración
política sin que paguen sus culpas los que traicionaron la confianza de los
ciudadanos, desde el Rey al último de los ladrones. Estoy seguro de que las pagarán
caro, y mucho antes de lo que creen, aunque no nos hagamos demasiadas ilusiones
porque todos las purgaremos en mayor o menor medida.
Solo difiero contigo en una cosa, creo que jamás lo pagarán; y si finalmente lo hacen, no lo harán suficientemente. Viene al caso una frase del último gran presidente americano, Ronald Reagan: "Se supone que la política es la segunda profesión más antigua de la Tierra. He llegado a la conclusión de que guarda una gran semejanza con la primera."
ResponderEliminarJosé María Sánchez Cordero
Coincido contigo, José María, en que probablemente no lo pagarán en vía penal (casi nadie confía en la justicia) pero creo que subestiman la reacción de los españoles. Y para estos golfos verse privados de sus prebendas es un castigo duro, porque sin ellas no son nada.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Cada pueblo tiene los dirigentes que se merecen... No olvidemos que todos querríamos ser cómo ellos y que estaríamos encantados de meter la mano en la caja si tuviéramos la opción. La democracia nació viciada y de aquellos polvos vienen éstos lodos.
ResponderEliminarY no ha hecho más que empezar.
Un saludazo.