Reconozco que en tiempos yo también
creí en el Estado autonómico y en eso del acercamiento de la administración al
ciudadano, el equilibrio interregional y demás. Tampoco es que fuera un
extremeñista convencido (extremeño lo sigo siendo) porque nunca lo mamé y, la
verdad, la bandera se parece demasiado a la de los Emiratos Árabes como para
despertar mi entusiasmo. Aunque tampoco los madrileños han sido muy agraciados,
que a ellos les ha tocado la de la República Socialista de Vietnam.
Pero ahora estoy convencido de
que las autonomías son el mayor engañabobos de la democracia,
con varios cuerpos de ventaja sobre la siguiente estafa. Resulta que el “café
para todos” se ha convertido en el “chollo para todos… los políticos”. Y así,
ha florecido una legión que nos está sacando la sangre agitando la zanahoria
del patriotismo regional. Lo grande es que un atajo de ladrones, desde los
Pujoles a los Griñanes, y otro de aprovechados ondeen un trapo autonómico y la
gente embista con alegría, no vaya a ser que les miren mal. Y ves a los vascos
defendiendo a fuego el txacolí, a los gallegos el queso de tetilla y a los catalanes
prestos a morir por la butifarra. Algunos son capaces de inmolarse por el
licor de bellota, que no hay dios que se lo beba.
Y peleando hasta por lo peor de la
gastronomía local y unas banderolas de opereta se nos va la fuerza, en lugar
de preservar nuestra libertad y nuestra propiedad, que se la están llevando, en
forma de normas opresivas e injustas y de
impuestos abusivos, un montón de políticos autonómicos y sus parientes
cercanos. Porque esto de la identidad regional me escama una barbaridad, sobre
todo cuando veo la coherencia de sus apóstoles (inmenso Josep Pujol
Ferrusola, de rancia estirpe catalanista, empadronado en Madrid para pagar
menos impuestos).
Encima, los caciques locales
andan crecidos, y lo mismo pretenden expropiar las viviendas ajenas que montar
embajadas a crédito, por no hablar de los que se quieren quedar con un río para ellos solitos. Y todos aplaudiendo como bobos, defendiendo la exclusiva del Guadalquivir o el Ebro, que siempre los tuvimos a pachas, pero ya ni agua le damos al vecino.
Por querer algunos hasta quieren reconquistar Valencia o Navarra, cuando el Cid se murió hace ya que ni me acuerdo. Menuda panda de imbéciles!
También nos venden que las autonomías
suponen más participación, democracia y
libertad. Pues yo no las necesito para ser libre, porque estoy harto de que todo el mundo quiera mandarme, desde el alcalde a Rajoy, pasando
por el presidente de la comunidad, el de
la diputación y el de la mancomunidad, que incluso éstos siguen todavía
chupando del bote. Va siendo hora de
tirar a la mitad de los gerifaltes al pilón, y dejar las autonomías, si acaso,
para regular la cosa del baile y el chorizo de Cantimpalos. Porque lo que sobra en este
país son políticos de andar por casa que los únicos problemas que resuelven
son los suyos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario