La plataforma antidesahucios ha
adoptado con notable entusiasmo el “escrache”, práctica importada, según dicen,
de la Argentina donde se usa para señalar a los implicados en la dictadura. Pero cualquiera con unos mínimos
conocimientos de Historia sabe que estigmatizar y perseguir a los que el pueblo,
convertido en turba, decide señalar como malditos por una u otra causa es una
práctica muy antigua.
Concretamente ya la practicaba la
Inquisición con los autos de fe, donde herejes y pecadores de diversa índole eran
obligados a vestir el sambenito. Los franceses tampoco se han cortado nunca en
señalar, y Dumas nos recuerda la costumbre de marcar a fuego una flor de lis en
el hombro a rameras, adúlteras y ladronas. El procedimiento fue perfeccionado
por los nazis mediante la estrella amarilla, que debían llevar los judíos en
las mangas, y en sus casas y negocios.
Una cosa es que algunos
políticos, más de lo que debería, merezcan la reprobación social y otra bien distinta es ver partidas
de escuadristas asaltando en las calles a quienes, guste o no, representan la
voluntad popular. Pero lo que solo cabe calificar de despreciable es llevar el
odio al hogar del supuesto enemigo, rodeando su casa sin reparar en el estupor
y miedo de su esposa o marido, hijos o padres, que no tienen nada que ver con
esta guerra infame.
Dirán algunos que lo justifica la
desesperación de quienes temen perderlo todo. Pero, sospechosamente, los
ataques solo van en una dirección, olvidando los miles de desahucios que
tuvieron lugar durante el gobierno anterior. Y, lo más importante, eso mismo
decían los nazis acusando a los judíos de acaparar el dinero y ser los
causantes de sus problemas.
Siguiendo con la Historia, me viene
a la cabeza la arenga de Napoleón a los soldados que participaron en su más
brillante victoria: “Será suficiente decir yo estuve en Austerlitz para que se os responda: He aquí un
valiente". Pues bien, tras ver las imágenes de una cuadrilla, en pleno siglo
XXI, cercando el domicilio familiar de un diputado desconocido, marcando su puerta
con pegatinas y gritándole con megáfonos
frases como “os vamos a matar”, será suficiente decir “Yo he practicado el escrache”
para que se pueda responder: “He aquí un
miserable”.
Este es sólo un paso más.
ResponderEliminarEl siguiente ha sido intentar quemar la vivienda de un alcalde de pueblo con toda la familia dentro.
Al final, llegaremos a la "motorizada" y a José Calvo Sotelo.
Tiempo al tiempo.
A ver, a ver:
ResponderEliminarEstamos en contra del acoso sexual.
Estamos en contra del acoso laboral.
Estamos en contra del acoso escolar.
Pero nos parece fenomenal que se acose a determinados políticos.
Muy coherente, si señor.
Como sigamos con la misma coherencia, acabaremos gaseando judios.
Y es que no hay nada tan animado como un buen progrom.