lunes, 15 de abril de 2013

"Hay gente que lo está pasando mal."




Esta es la expresión de moda en España en los últimos tiempos. Tú le preguntas a cualquier conocido en la calle: “qué tal estás, fulano?” y te suelta la frase de marras. Y ya no sabes si es que lo está pasando mal él y habla en tercera persona como Julio César, lo está pasando mal alguien de la familia, o es que se acaba de enterar por la prensa.
No es que dude de la veracidad de la frase que, por cierto, no ha perdido vigencia desde que el mundo es mundo, donde de siempre el personal las ha pasado canutas. No hay más que preguntar a nuestros padres o abuelos. El mío contaba como él y sus compañeros de estudios en la universidad de Sevilla durante la postguerra pasaban más hambre que el perro del afilador, que no quiero ni pensar cómo las pasarían los obreros. Pero ni unos ni otros tenían Prozac ni falta que les hacía.
Ahora saludas a alguien mientras paseas al perro y te mira con cara de pena flamenca mientras suelta la letanía: “la gente lo está pasando mal”. Y entre tanto le da al mando para subirse al BMW X5 de a 60.000 €, con lo que piensas que el tío es gilipollas o lo eres tú. A alguno hasta le he oído compadecerse de la mujer de Urdangarín, que manda huevos! Nos estamos convirtiendo en un país de cenizos donde lo único que nos falta es cantar fados.
España siempre ha sido un pueblo de tíos hoscos (en el sur algo menos), austeros a la fuerza pero dignos, muy en la línea de Alatriste. Pero las vacas gordas nos convirtieron en unos auténticos nuevos ricos y la vuelta a la realidad (después de las vacas gordas vienen siempre las flacas) nos ha devuelto un coro de plañideras que ve justificado tirarse por un balcón si hay dificultades para pagar la hipoteca del adosado. Y así ponemos un piso y la tele de plasma en el centro de nuestra existencia, pasando olímpicamente de los valores reales, incluido el de la solidaridad. Porque nadie solidario le hace la perrería a su madre o a sus hijos de quitarse de en medio por las bravas.
Siempre se ha dicho que “de casa se sale llorao y peinao”, pero parece que lo que se lleva es llorar. Y si no se llora por lo propio se llora por lo ajeno con lágrimas de cocodrilo. Me viene a la cabeza la frase “no le cuentes tus penas a la gente… que los divierta su padre”. Y eso vale tanto para las propias como para las ajenas. Pues coño, más vale no preocuparse tanto de los demás subidos al 4x4 y hacer algo para ponerle remedio, que en Cáritas sin ir más lejos hacen falta manos.  O al menos sonreir, que la alegría es contagiosa y siempre se agradece. Porque, cuando me cruzo con gente conduciendo coches de lujo mientras ponen cara de estar sufriendo lo indecible por la crisis me entran ganas de echarlos de la carretera.
Ya llegó la primavera y va siendo hora de mandar a la mierda a los cenizos, indignados, escracher y toda la tropa que no hace otra cosa que compadecerse de sí mismos o del vecino, que ni puñetera falta le hace la compasión y de quien nadie se acordó para felicitarlo cuando las cosas le iban bien. Y preocuparse de todo lo bueno que nos rodea y por lo que vale la pena ponerse las pilas. Porque es un momento estupendo para  sacar adelante este país o lo que queda de él.

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