Esta es la expresión de moda en
España en los últimos tiempos. Tú le preguntas a cualquier conocido en la
calle: “qué tal estás, fulano?” y te suelta la frase de marras. Y ya no sabes si es
que lo está pasando mal él y habla en tercera persona como Julio César, lo está
pasando mal alguien de la familia, o es que se acaba de enterar por la prensa.
No es que dude de la veracidad de
la frase que, por cierto, no ha perdido vigencia desde que el mundo es mundo,
donde de siempre el personal las ha pasado canutas. No hay más que preguntar a
nuestros padres o abuelos. El mío contaba como él y sus compañeros de estudios
en la universidad de Sevilla durante la postguerra pasaban más hambre que el perro
del afilador, que no quiero ni pensar cómo las pasarían los obreros. Pero ni unos ni otros tenían Prozac ni falta que les hacía.
Ahora saludas a alguien mientras
paseas al perro y te mira con cara de pena flamenca mientras suelta la letanía:
“la gente lo está pasando mal”. Y entre tanto le da al mando para subirse al
BMW X5 de a 60.000 €, con lo que piensas que el tío es gilipollas o lo eres tú.
A alguno hasta le he oído compadecerse de la mujer de Urdangarín, que manda huevos! Nos
estamos convirtiendo en un país de cenizos donde lo único que nos falta es
cantar fados.
España siempre ha sido un pueblo
de tíos hoscos (en el sur algo menos), austeros a la fuerza pero dignos, muy en
la línea de Alatriste. Pero las vacas gordas nos convirtieron en unos auténticos nuevos ricos y la vuelta a la realidad (después de las vacas gordas vienen
siempre las flacas) nos ha devuelto un coro de plañideras que ve justificado
tirarse por un balcón si hay dificultades para pagar la hipoteca del adosado. Y así ponemos
un piso y la tele de plasma en el centro de nuestra existencia, pasando olímpicamente
de los valores reales, incluido el de la solidaridad. Porque nadie solidario le
hace la perrería a su madre o a sus hijos de quitarse de en medio por las
bravas.
Siempre se ha dicho que “de casa
se sale llorao y peinao”, pero parece que lo que se lleva es llorar. Y si no se
llora por lo propio se llora por lo ajeno con lágrimas de cocodrilo. Me viene a la cabeza la frase “no le
cuentes tus penas a la gente… que los divierta su padre”. Y eso vale tanto para
las propias como para las ajenas. Pues coño, más vale no preocuparse tanto de los
demás subidos al 4x4 y hacer algo para ponerle remedio, que en Cáritas sin ir
más lejos hacen falta manos. O al menos sonreir, que la alegría es contagiosa y siempre se agradece. Porque,
cuando me cruzo con gente conduciendo coches de lujo mientras ponen cara de estar sufriendo
lo indecible por la crisis me entran ganas de echarlos de la
carretera.
Ya llegó la primavera y va siendo
hora de mandar a la mierda a los cenizos, indignados, escracher y toda la tropa
que no hace otra cosa que compadecerse de sí mismos o del vecino, que ni puñetera
falta le hace la compasión y de quien nadie se acordó para felicitarlo cuando las
cosas le iban bien. Y preocuparse de todo lo bueno que nos rodea y por lo que
vale la pena ponerse las pilas. Porque es un momento estupendo para sacar adelante este país o lo que queda de
él.
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