La Diputación de Jaén ha retirado
el premio literario concedido a la novela de ficción “Nunca te quise tanto
como para no matarte” por atentar contra la igualdad por razones de sexo, a
instancias de órganos como el Instituto Andaluz de la Mujer, cuya representante
reconoce que solo ha leído el título.
Poco después, en Valladolid pedían retirar el cartel del pregón taurino por
sexista, pues en la imagen aparece, oh escándalo, una mujer tapada con un capote, dejando ver parte
de su espalda descubierta.
Al ver estas noticias no puedo
dejar de pensar en la novela de Orwell “1984”, donde la Policía del Pensamiento
velaba, implacable, por la corrección de las ideas de los ciudadanos y el
Ministerio de la Verdad se dedicaba a reescribir sistemáticamente la historia,
para hacerla coincidir con la versión oficial.
La actual policía del
pensamiento, un atajo de progres que tienen a su servicio los medios de
comunicación, ha decidido velar porque nadie se aparte de lo políticamente correcto.
Y, como en “1984”, dictan las nuevas reglas morales de obligado cumplimiento
para la ciudadanía, que incluyen qué se puede o no decir. También se empeñan en
reescribir la historia, permitiéndose revisar la obras de los grandes autores
de todos los tiempos, como Mark Twain, censurado por atreverse a usar la
palabra “negro” en la obra maestra "Huckleberry Finn", o proscribir en series televisivas ambientadas
en la España de hace dos siglos la palabra “adiós”, sustituida por otras como “hasta
más ver”, que no utilizaba nadie en aquella época ni ahora, pero consideran más adecuada en un país laico.
Les queda mucho trabajo por
delante. Sin ir más lejos, el otro día
en Sevilla, conduciendo por San Juan de Ribera para ir al Polígono de San Pablo,
dejé a un lado el Hospital Virgen Macarena.
Por cierto, en la radio sonaba el grupo Loquillo, icono musical de
los 80 y autor de canciones como “La mataré”,
donde querían ver bailar entre los muertos a la dueña de la cintura
morena que les había vuelto locos. Habrá que destruir todas las copias que
circulen de ella, como la inmensa mayoría de las rumbas flamencas cuyas letras, vaya por Dios, con los gitanos cantando "te vas, me dejas y me abandonas, que mal fin tenga tu mala persona", no pasarían ni de lejos el test de ingreso en la nueva religión.
El Derecho Penal clásico consagró
como principio inconmovible que nadie podría ser sancionado por sus ideas
porque “Cogitationis poena nemo patitur” o, lo que es lo mismo, “el pensamiendo
no delinque”. Actualmente, una cuadrilla de idiotas que no distinguen la
realidad de la ficción, ha decidido superponer al Código Penal un nuevo código
ético, que tipifica el pensamiento libre como crimen de lesa progresía.
Los españoles nos libramos no
hace mucho de la censura franquista. Confío en que no sucumbamos al papanatismo
y nos rebelemos contra la censura, más rigida si cabe, impuesta por mediocres como Wyoming,
Julia Otero o la Rahola, Jordi González y sus mariachis del Gran Debate o los Almodóvar, Willy Toledo y demás, erigidos en mulás integristas que
aspiran a tapar nuestros cerebros con un burka que solo permite ver por la estrecha
rejilla de la nueva moral laica, progresista y no sexista.
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