Además del título de un libro de
autoayuda femenino, esa es una frase que hoy no sorprende a nadie. Es producto del tiempo en que vivimos, donde las cosas se han
acelerado y parece que el largo plazo ya no cuenta. Si hace unos años alguien se
hubiera atrevido a pronunciarla no se hubiera ganado la simpatía del
auditorio, que probablemente habría replicado
con el clásico “cuando seas padre comerás huevos”.
Cierto que los tiempos han
cambiado y, sobre todo, se han acelerado. En la actualidad conceptos como la
planificación son casi ilusorios porque los escenarios futuros son
impredecibles. Así, ha surgido una nueva generación, a la que llaman
millenials, que no se centra tanto en llegar como en disfrutar del camino. Y
puede que hoy no tenga sentido trabajar como galeotes para ascender en una
empresa que probablemente mañana no exista, o preparar durante años unas
oposiciones para ganar una plaza en la administración cuando se habla de la
movilidad de los funcionarios públicos. Pero, aunque parezca que las
recompensas al esfuerzo personal han cambiado, lo que no ha cambiado es que
nada de lo que merece la pena se consigue sin esfuerzo.
No seré yo quien coarte la
iniciativa personal o la inspiración para perseguir las aspiraciones propias, pero
siempre que corran a cuenta de cada uno. Porque desgraciadamente la frasecita
se ha interpretado por muchos como “lo quiero todo y me lo tenéis que dar ya”.
Así nos encontramos con jóvenes que creen que el haber cursado unos estudios no es una oportunidad sino que
les otorga automáticamente el derecho al trabajo de su vida tras la graduación. Y con mayores que, cuando la vida les sacude, no piensan en ponerse ante el espejo para
tratar de descubrir las causas del golpe sino que culpan a la sociedad (es decir los demás)
de haberles robado su futuro.
La vida se parece bastante a un
juego de suma cero, especialmente cuando cada uno piensa en lo que se le debe y
no en lo que debe contribuir al fondo común. Si todos pensamos en nuestra parte
del pastel antes de hacerlo, seguramente el pastel resultante será muy pequeño.
Porque, cuando lo queremos todo y ya, olvidamos que antes de recoger
necesariamente hay que sembrar. Y solo cuando todos siembran con generosidad la
cosecha es abundante.
Hace
pocos días leía en twitter: “Si hubiese tantos mensajes Haz lo que tienes que hacer como los del tipo Persigue tus sueños quizás estaríamos mejor. Pero eso no vende.” Efectivamente
corren tiempos en los que en la balanza personal todos hemos puesto mucho más peso en el
platillo de los derechos que en el de las obligaciones. Hoy el mensaje de un
anuncio de cosmética “porque yo me lo merezco” es mucho más popular que el de
JKF “no preguntes que puede hacer tu país por ti, pregunta que puedes hacer por
tu país”. Con todo, sigue teniendo mucha más grandeza el segundo.
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