domingo, 21 de abril de 2013

“Lo quiero todo y lo quiero ya.”




Además del título de un libro de autoayuda femenino, esa es una frase que hoy no sorprende a nadie. Es producto del tiempo en que vivimos, donde las cosas se han acelerado y parece que el largo plazo ya no cuenta. Si hace unos años alguien se hubiera atrevido a pronunciarla no se hubiera ganado la simpatía del auditorio, que probablemente habría replicado con el clásico “cuando seas padre comerás huevos”.
Cierto que los tiempos han cambiado y, sobre todo, se han acelerado. En la actualidad conceptos como la planificación son casi ilusorios porque los escenarios futuros son impredecibles. Así, ha surgido una nueva generación, a la que llaman millenials, que no se centra tanto en llegar como en disfrutar del camino. Y puede que hoy no tenga sentido trabajar como galeotes para ascender en una empresa que probablemente mañana no exista, o preparar durante años unas oposiciones para ganar una plaza en la administración cuando se habla de la movilidad de los funcionarios públicos. Pero, aunque parezca que las recompensas al esfuerzo personal han cambiado, lo que no ha cambiado es que nada de lo que merece la pena se consigue sin esfuerzo.
No seré yo quien coarte la iniciativa personal o la inspiración para perseguir las aspiraciones propias, pero siempre que corran a cuenta de cada uno. Porque desgraciadamente la frasecita se ha interpretado por muchos como “lo quiero todo y me lo tenéis que dar ya”. Así nos encontramos con jóvenes que creen que el haber cursado unos estudios no es una oportunidad sino que les otorga automáticamente el derecho al trabajo de su vida tras la graduación. Y con mayores que, cuando la vida les sacude, no piensan en ponerse ante el espejo para tratar de descubrir las causas del golpe sino que culpan a la sociedad (es decir los demás) de haberles robado su futuro.
La vida se parece bastante a un juego de suma cero, especialmente cuando cada uno piensa en lo que se le debe y no en lo que debe contribuir al fondo común. Si todos pensamos en nuestra parte del pastel antes de hacerlo, seguramente el pastel resultante será muy pequeño. Porque, cuando lo queremos todo y ya, olvidamos que antes de recoger necesariamente hay que sembrar. Y solo cuando todos siembran con generosidad la cosecha es abundante.
Hace pocos días leía en twitter: “Si hubiese tantos mensajes Haz lo que tienes que hacer como los del tipo Persigue tus sueños quizás estaríamos mejor. Pero eso no vende.” Efectivamente corren tiempos en los que en la balanza personal  todos hemos puesto mucho más peso en el platillo de los derechos que en el de las obligaciones. Hoy el mensaje de un anuncio de cosmética “porque yo me lo merezco” es mucho más popular que el de JKF “no preguntes que puede hacer tu país por ti, pregunta que puedes hacer por tu país”. Con todo, sigue teniendo mucha más grandeza el segundo.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario