Como éramos pocos en esta España
de pandereta, aparece un caudillo sureño a echar leña al fuego de la demagogia
y la pesca en río revuelto. Y al más puro estilo del gorila Chávez, decide expropiar los pisos de los bancos para dárselos a quien considere
oportuno mediante un decreto que pone el principio de seguridad jurídica
a los pies de los caballos andaluces.
Lo de menos es que la
Constitución regule el derecho a la propiedad
privada y a la herencia, estableciendo que “nadie podrá
ser privado de sus bienes y derechos sino por causa justificada de utilidad
pública o interés social, mediante la correspondiente indemnización”. Siendo la comunidad andaluza una de las más necesitadas de rescate estatal
para hacer frente a sus nóminas, seguro que pagar el justiprecio de
las expropiaciones no entra en sus cálculos y eso las convierte pura y
simplemente en una confiscación.
Tampoco que Griñán I "el expropiador"
esté implicado hasta la médula en el mayor expolio de fondos públicos de la
Historia española, lo que nos da a entender cuáles pueden ser la garantías del mecanismo ideado por él y sus socios comunistas. Lo dicho, puestos a robar,
cualquier sistema es válido.
Ni siquiera que Andalucía sea uno
de los ejemplos más clamorosos de amiguismo, con un sistema de empleo público
caracterizado por la ausencia de oposiciones limpias y el enchufismo como
criterio selectivo básico. Eso nos da una idea de quiénes pueden ser los
beneficiarios de los pisos vacíos.
Lo preocupante es que una porción
elevada de los españoles vean la medida como algo normal. La
situación española es complicada, pero seguro que con medidas chavistas (del muerto,
no de Chaves el predecesor de Griñán, otro experto en el enchufismo y la
corruptela) no saldremos de la crisis. Aunque algunos ya hayan tirado decididamente
por la senda bolivariana, imitando incluso el procedimiento de toma de calles
para amedrentar a los rivales políticos, siguiendo la estela de la oportunista
Ada Colau y sus compinches.
Es humano que, en momentos de dificultad, el desánimo
nos lleve a poner nuestro futuro en manos de otros, esperando que resuelvan nuestros problemas. Pero no debemos olvidar que esos políticos populistas, caracterizados
por no haber producido nada por sí mismos, los únicos problemas que resuelven
son los suyos particulares mediante la
usurpación de lo ajeno.
Si renunciamos a tratar de salir de esta crisis mediante
el esfuerzo individual y colectivo y optamos por la senda tercermundista, sería
bueno comprobar los resultados de esas políticas en quienes las siguen
actualmente: venezolanos, cubanos, bolivianos, y argentinos. Y tener en
cuenta que al final de ese camino lo que hay son bananas y cuencos de fríjoles.
Porque como decía un político estadounidense “un gobierno suficientemente
grande para darte todo lo que quieres es también suficientemente grande para quitarte
todo lo que tienes.”
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