Andan los analistas políticos dándole vueltas el éxito
electoral del payaso italiano Pepe Grillo, que unido al de Berlusconi, payaso
no oficial, han convertido la política italiana en un vodevil. La cuestión que
se plantean, para marcar distancias a continuación, es si se puede reproducir
un resultado parecido en nuestro país.
Pues yo no lo veo descabellado. Al fin y al cabo lo
que tenemos no difiere mucho de un circo. Un partido de gobierno en manos de un
golfo bronceado que se permite denunciarlo por despido improcedente, una
oposición desaparecida entre su pasado y un futuro incierto con escisiones
motivadas por su propia incoherencia y, a la cabeza, una familia real salpicada
por todo tipo de escándalos.
Sin menospreciarlas, nunca he creído en las mareas de
indignados, porque la fuerza que las mueve es el interés de quienes se rebelan.
Pero ahora se percibe en la calle la sorda indignación de los que solo piden
decencia y ejemplo, y han perdido la fe en aquellos en quienes pusieron su
confianza.
Lo cierto es que no parece que exista un proyecto
político que merezca la pena defender frente a los aventureros que pudieran
surgir en el horizonte. Quienes deberían estar más interesados en mantener el
status quo no se preocupan demasiado por las fuerzas que amenazan su futuro, y
quieren seguir bailando mientras las bases sobre las que se asienta la pista de
baile se resquebrajan sin visos de solución.
Podrían
echar un vistazo a la historia para darse cuenta de que ningún régimen ha
podido sostenerse durante mucho tiempo sin el apoyo o, al menos, la
aquiescencia de una base social. Si no lo consiguieron regímenes absolutistas
como el francés o la Rusia zarista, cuya legitimidad se sustentaba directamente
en Dios, no es probable que lo consiga un régimen de partidos agotado,
sustentado por algo tan cambiante como el veredicto de las urnas. Son esos mismos
partidos los que están abonando generosamente el suelo en el que han de brotar,
sin duda, los Pepes Grillos españoles
Pequeño matiz:El nombre correcto es Beppe Grillo. Por otro lado coincido en el enfoque y además añadiría a ese caldo de cultivo un sistema sindical obsoleto y totalmente sesgado y una clase empresarial cuando menos dudosa en sus élites después de comprobar la miseria de su exdirigente elegido por todos ellos.
ResponderEliminarAGP
Cierto lo del nombre, pero me he permitido la licencia de castellanizarlo. Coincido totalmente con lo que dices AGP. al final son demasiadas piedras en la mochila de los que tienen que hacer el camino, y no puede sorprender a nadie que los peregrinos decidan tirarla por un barranco y coger otra o ninguna.
ResponderEliminarUn abrazo.
Para ser exactos, "Beppe" es nuestro Pepe o Pepito.
ResponderEliminarPor su parte, Beppe Grillo es el "Pepito Grillo" del Pinocho de Disney.
Pepito Grillo procede a su vez del Grillo hablador del Pinocho de Collodi.
Finalmente, el Grillo hablador era la conciencia.
Pero Beppe Grillo no es la conciencia de nadie, y mucho menos de la sociedad. No es más que un payaso o, como dicen un mi pueblo, "un payazo".
Y los italianos que le han votado se merecen que les gobierne ese maldito payazo.
¡Lo que nos faltaba a los españoles era que siguiesemos por ese camino!