Dejamos atrás el 2013, unánimemente
calificado como un año duro. Pero, aparte de ese calificativo, podemos ponerle
algunos más. Para los economistas es el año en que acabó la recesión. Los
políticos dirán, unos que es el año del cambio de ciclo, y otros que el de los
recortes. Para los españoles de a pie es el año de las subidas de impuestos, de
la luz, de todo. Para mí, ha sido “el año que lloramos peligrosamente”, al menos
en Internet. Porque es curiosa la percepción de la ciudadanía sobre un año en
que las cosas no han ido tan mal… comparado con 2012. Cierto que llovía sobre
mojado, y ya es mucho tiempo de crisis. Pero no lo es menos que el 2012 nos
regaló 700.000 parados más, mientras el 2013 se saldará en tablas y con avances
enormemente esperanzadores.
Con todo, el movimiento de
indignación, desaparecido de las calles porque nadie les hacía caso, parece
haberse trasladado a las redes sociales, donde prolifera un ambiente quejoso y
victimista que invita a apagar Facebook, como hace dos años muchos dejamos de
oír las noticias y nos pasamos a Rock FM o Cadena 100. Y así, 2013 ha sido el año de los nostálgicos
de los tiempos en que casi todo era mentira, hundidos en una melancolía aderezada
por quejas contra todo y todos, y por la ausencia total de autocrítica.
En suma ha sido un año en el que
ha prevalecido la voz de los llorones. Y no me refiero a aquellos a los que se
les ha caído su mundo y no saben cómo recomponer los trozos. Hablo de los que
hacen bueno el dicho de que “la rueda averiada del carro es la que más chirría”,
que no son únicamente los políticos y sindicalistas predicadores del
Apocalipsis desde el parapeto de sus sueldos, comisiones y corruptelas.
Hablo de los que claman porque
los subsidios sean eternos, y consideran vejatorio pedir a un parado que se
presente a una inspección de rutina. De los que pretenden reunir 1.000.000 de
firmas para que el Parlamento Europeo reconozca el derecho de todos a cobrar un
sueldo sin dar nada a cambio (coño, en lo que ha quedado el derecho al trabajo
de la Declaración Universal). De aquellos que justifican que se tire la toalla
en la búsqueda de trabajo, como si esa fuera una opción válida. De los que califican
como explotación la posibilidad de que los desempleados realicen trabajos
sociales, escupiendo así en la cara de quienes trabajan a tiempo parcial por
salarios inferiores a la prestación de desempleo. De quienes rechazan un empleo
tras otro porque no se ajustan a su valía. De los que defienden el derecho a no
pagar la vivienda ni la luz, olvidando que es algo que han hecho generaciones
de españoles con muchos menos recursos de los que tenemos ahora. Hablo, en fin,
de la multitud de caraduras que han pasado la crisis agazapados, y se han
convertido en auténticos expertos en la Play Station o la X-Box. De los que se
subieron al carro y no hicieron nada por tirar de él, mientras despotricaban
del sistema. En definitiva, de los gorrones a los que nadie denuncia, porque no
es políticamente correcto, pero de los que todos conocemos un buen puñado de
ejemplos.
También ha sido un año de héroes.
Héroes como esos arquitectos que se han reinventado, tragándose su orgullo
profesional, en hosteleros o administrativos, convirtiéndose en personas de las
que sus hijos pueden estar más orgullosos aún. Como esos que cobraban un pastizal
poniendo ladrillos y han vuelto a estudiar, para reciclarse en trabajos que le
reportarán la tercera parte de lo que ganaban en los andamios. Como los que han
hecho la maleta para tratar de encontrar fuera de España lo que no encontraron
dentro. Como quienes han comprado una furgoneta (las ventas de vehículos
industriales se han disparado el último trimestre) para buscarse la vida como
autónomos. Como los funcionarios y empleados que han seguido cumpliendo sus
tareas con la misma abnegación de antes, a pesar de sufrir la merma de sus ingresos
paralela al aumento de todo. Hablo de los héroes que se están saliendo con la
suya, porque entre todos están consiguiendo darle la vuelta a la tortilla, eso
sí, de forma silenciosa porque no tienen tiempo para andar quejándose.
Espero que éste sea el año en que
se quiten los miedos y se acallen las quejas. Porque nadie está obligado a
mirar el mundo con optimismo, pero a todos se les puede pedir que dejen
trabajar a los que intentan cambiarlo. Y desde luego, que sea el año en que
mandemos al cuerno, sin contemplaciones, a los que se duelen mientras acumulan horas
de vuelo en las consolas de videojuegos.
El año 2014 es una página en
blanco y lo que se escriba en ella solo depende de nosotros. A ver si conseguimos
que sus renglones se llenen de los logros de quienes madrugan cada mañana para
defender su trabajo o buscar uno nuevo, y no de las quejas de quienes se ponen
al ordenador en pijama, para quejarse de lo injustamente que les está tratando
la vida un año más. Decía un directivo que a la oficina se llega de casa
“llorado y peinado”. Sigamos la máxima y abordemos el 2014 llorados y peinados.
Porque tiene muchas cosas pendientes de hacer y muchos éxitos pendientes de
alcanzar, y no hay tiempo para perderlo en tonterías. Yo espero que este Nuevo
Año sea el año en que los españoles recuperemos la ilusión colectiva.
FELIZ 2014 A TODOS!!!