jueves, 7 de julio de 2011
La última de indignados
Los indignados siguen dando los últimos coletazos ante la cada vez mayor indiferencia del público.
Todavía gozan de la simpatía de algunos que les cogieron cariño al principio y ahí siguen, apoyando, aunque cada vez con menos entusiasmo.
Cada vez se justifica más el fastidio y la incredulidad de otros, que nunca creímos en ellos aunque pudieran compartir alguno de nuestros postulados. Y digo “nuestros” porque lo de exigir honradez a los políticos, listas abiertas, la crítica a los abusos de los bancos y la defensa de la dación en pago no son ideas de los indignados, no nos equivoquemos. Su aportación más original es la de “no hay pan para tanto chorizo”, y no tengo muy claro que el copyright sea suyo.
Ahora, las reacciones más curiosas son las de la prensa y los políticos de todo pelaje. La exageración mediática ante un hecho de tan poca trascendencia real no me sorprende porque está escrito “no dejes que la verdad te estropee una buena noticia.” Pero la reacción de los políticos es alucinante.
La derecha ha reaccionado con un evidente complejo de inferioridad ante unos individuos que sólo se representan a sí mismos y que, en su momento más glorioso han conseguido reunir en Madrid menos gente que Kaká en su presentación en el Bernabéu. Entiendo que no es muy popular restablecer la legalidad y el orden público a garrotazos. Pero entre eso y permanecer callados como chuchos mientras se ocupa ilegalmente el dominio público, o se corre por las calles a los representantes de la soberanía nacional, hay un amplio abanico de posibilidades.
La izquierda, sin nada que ofrecer, ha visto una puerta abierta a la esperanza, agarrándose a ellos como a un clavo ardiendo. A Cayo Lara le sacaron los colores al grito de “oportunista” cuando se metió en desfacedor de entuertos y desahucios. Le está bien empleado, porque un miembro de la cámara legislativa oponiéndose por la fuerza al cumplimiento de la ley es un espectáculo bananero, al margen de la justicia de la causa. Y el espectáculo de nuestro vicepresidente tratando de ganárselos con críticas a los bancos, mientras una tormenta financiera se abate sobre Portugal, principal deudor de nuestro sistema bancario, es surrealista. No acabo de ver a Rubalcaba con rastas.
Lo cierto es que la gente corriente es menos tonta de lo que políticos y prensa se empeñan en creer. Ayer asistí a una tertulia sobre el desahucio de los últimos acampados improvisada en una tienda en la que entré. Pues bien, ninguno de los presentes, empleados y clientes del más variado pelaje, miraba con simpatía el movimiento, quizá porque lo han visto de cerca y el número no les ha gustado. Resulta difícil simpatizar con unos tipos cuya principal actividad es estar sentados de charla (perdón, asamblea), tocando la guitarra o durmiendo hasta media mañana a la vista de la ciudadanía, y que encima pretenden ser mejores que los demás. De su preparación un botón de muestra, la foto que adereza este post y su mensaje absolutamente disparatado, pero que se ha exhibido orgulloso en Badajoz el último mes y medio.
Desde luego yo no utilizaría a esta gente como bandera electoral, pero parece que algunos se han empeñado en cabalgar sobre un tigre y puede que acaben con más mordiscos y arañazos que Ángel Cristo.
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