Parecía que el mercado de la
vivienda, enfermo durante una década desquiciada, comenzaba a normalizarse con
un ajuste de precios del 33,7% desde el inicio de la crisis según TINSA. Al mismo
tiempo los muertos vivientes como Reyal Urbis empezaban a caer, reflejando que en
el mercado inmobiliario las empresas que cometen grandes errores desaparecen
como en cualquier otro sector económico. Ya veremos lo que tarda en venirse abajo Vallehermoso
y alguna otra.
Pero de repente el banco malo o
SAREB, ese engendro con nombre de fiesta turca, se ha puesto a desarreglar lo
poco que se iba arreglando, convirtiendo los restos de la burbuja inmobiliaria
en un carajal de cuyos despojos algunos tratan todavía de sacar tajada. Los burócratas que lo gestionan, asesorados por un conglomerado de
consultoras de postín que se van a forrar valorando los activos, han tenido la feliz ocurrencia de sustituir al mercado, subiendo el precio de algunas de las
viviendas traspasadas a su cartera a niveles del 2008.
“Y a nosotros qué no importa eso?”
preguntarán algunos. Pues afecta a todos indirectamente, porque cuanto antes se sanee el
sector inmobiliario será mejor para la
economía. Mientras no se sepa el valor real de las viviendas no será posible la
recuperación del mundo del ladrillo. Y eso es malo para los que viven alrededor
de él, desde fontaneros a tiendas de muebles.
Pero sobre todo afectará a los
incautos que compren pisos sobrevalorados porque, no nos engañemos, si el stock
inmobiliario se vende con sobreprecio para evitar tocar la cuenta de resultados
del banco malo, será a costa del sudor de los pobres compradores. O sea, que
presumimos de que el rescate bancario era de menos de la mitad de lo
presupuestado, y al final el resto lo van a poner nuevamente los españolitos de a pie, esta vez los más ingenuos. Veremos cuántos desahucios tendremos que imputar al
dichoso SAREB.
En qué acabará el asunto? Para
saberlo no hay más que ver lo que ha sucedido en el resto de países con burbujas.
Los precios se ajustarán, pese a quien pese, a la mitad respecto a los máximos
previos al estallido. La única incertidumbre es cuánto alargarán el proceso los
enredos de burócratas y banqueros y cuántas serán las víctimas. En la duda, yo
no compraría ni una casita de chocolate hasta que se aclare este contubernio.
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