Este país parece el entierro de la sardina. Entre difuntos y plañideras el ambiente es para coger el Ryanair y largarse a Río de Janeiro, donde no tienen para zapatos pero se lo pasan pipa. España ha pasado de ser un sitio alegre a un contenedor de gente frustrada que no hace más que lamentarse de la pérdida de un espejismo. Cierto que los medios de comunicación no contribuyen a levantar los ánimos. No se trata de imitar a los romanos, que mataban al mensajero de las malas noticias, pero tampoco se entiende la fijación por buscar lo peor en cada una de ellas.
Con todo sorprende la incapacidad de los españoles para la equidistancia: o nos creemos los mejores y nos ponemos a dar lecciones al mundo entero (hace cuatro días hablábamos de mojarle la oreja a Francia) o pasamos a considerarnos unos gusanos a la altura de Marruecos. Pues ni lo uno ni lo otro, pero estamos muchísimo más cerca de los primeros, 30.000 frente a 42.000 $ de PIB per cápita, que de los segundos, que se quedan en 3.000 $. Además, dicen que en el término medio está la virtud. Pasó el tiempo de las ostras y el champán a discreción, y a crédito, pero tampoco se trata de que las lágrimas nos impidan disfrutar de la cerveza.
Es posible que escasee el dinero, y que se haya robado mucho, pero no nos engañemos, antes de la burbuja había menos y los españoles éramos más felices. Curioso que todos los que hablaban de amor, solidaridad, tolerancia, talante y demás anden cabreados y cabizbajos en cuanto se ha cerrado el grifo del crédito. Al final va resultar que la felicidad era una cuestión pecuniaria.
Pues aunque hay casos dramáticos, mucho menos que los que ha habido siempre, yo pienso que es una cuestión mental más que nada. Resulta penoso ver llorando en coches de lujo a quienes hace no mucho eran felices en un Simca 1000, pero la verdad es que ya me creo cualquier cosa. Parece ser que las consultas psicológicas están llenas de personal al que la crisis le ha averiado la libido y padece de disfunción eréctil. Acabáramos! Esperemos que esto sea pasajero y tras la fase de depresión venga la de aceptación, para levantar este país y lo que haga falta. Porque como tumbemos el mito del macho hispánico nos vamos a cargar hasta el turismo, que es lo único que va viento en popa.
Decididamente, de lo que están llenas las consultas psicológicas es de idiotas.
ResponderEliminar¡Qué país Miquelarena!
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