A la vista del estado de ánimo general, me han venido a la cabeza un par de anécdotas vividas no hace mucho en la Venta del Alto, sitio de pausa en la Ruta de la Plata cerca de Sevilla, que sirve algunas tapas excelentes (buenísimas la ensaladilla y el salmorejo) y constituye un muestrario variopinto de la fauna ibérica en tránsito, y una radiografía del estado de la nación.
En una de mis paradas asistí a un peculiar debate entre el camarero del lugar y un cliente con pinta de comercial, donde el primero sostenía que comprar un coche de las llamadas marcas “generalistas” era una miseria, descalificando todo vehículo de rango inferior a BMW, Audi o Mercedes, que entraba directamente en la categoría de “lata”. Mi curiosidad al oír sus argumentos se tornó en pasmo cuando empezó a criticar la política de Porsche, que supuestamente había escatimado en la motorización del Panamera respecto a la del Cayenne. Y no tanto por la familiaridad con que el mozo hablaba de bólidos con la suficiencia de quien está acostumbrado a pilotarlos, sino por la naturalidad con que el contertulio asentía abrumado ante sus razones, en lugar de reírse de tamañas fantasías.
Poco después tuve la ocasión de escuchar a otro cliente quien a la rutinaria pregunta "cómo va la cosa?", respondió con un rosario de quejas, destacando que, tras cotizar 18 años, 9 meses y no sé cuantos días, llevaba unos años en paro y se le había acabado la prestación. Y allí estaba, un individuo frisando en los 40 pero con espíritu de 90, al pie de la barra dándole a una cañita y con pinta de haber acabado la jornada laboral antes de haberla empezado, mientras seguía con su letanía sobre las injusticias del mundo sin pensar por un momento en hacer algo para cambiarlas.
Esto es España, un país donde casi todo el mundo ha gastado más de lo que podía en cosas que no necesitaba para impresionar a gente que no nos importaba. El problema es que ahora resulta que nadie, salvo los bancos, es responsable de nada, en un fenómeno masivo de auto exculpación al que no son ajenos los medios de comunicación. Así, el que ha obtenido un préstamo de 400.000 euros que ni en sueños hubiera podido devolver dice… que el banco le ha engañado! Y a continuación, invoca el derecho constitucional a la vivienda y pide una gratis a costa de los impuestos de quienes no dan abasto para pagar la suya, olvidando por cierto que la Constitución habla de disfrute, no de propiedad.
No se trata de negar la realidad, pero el que tengamos dificultades serias no nos otorga necesariamente el derecho a exigir que las solucionen otros. Estoy convencido de que el victimismo y la falta de actitud para afrontar los retos que nos asaltan son el problema en mucha mayor medida que los políticos, la deuda, los mercados o la Merkel. Estamos a tiempo para darle la vuelta a la tortilla porque ya se ha hecho otras veces. Pero no será con lamentos ni con fantasías sino con esfuerzo y constancia, como siempre se ha hecho.
En éstas disquisiciones he naufragado yo multitud de veces. Cada vez que sueltas algo cómo lo que narras, la gente se te hecha encima. Incluso el día que critiqué que algunos empleaban la paguita de los cuatrocientos veintiseis euros en correrse un buen fin de semana, el resultado fue insultos, improperios y dudosas palabras que no reproduciré.
ResponderEliminarUn saludazo.
El problema es que cuando se asume la responsabilidad de nuestros actos, se acaban las excusas y quedan muchas cosas en evidencia C.S. Y eso duele. Es más fácil culpar a la Merkel.
ResponderEliminarUn saludo.
no siempre estoy de acuerdo con tu "ajuste", en esta ocasión no quitaría un punto ni una coma.
ResponderEliminarun saludo
Me alegro de que te guste Marga. Y más de que no estes de acuerdo siempre, porque anima mucho tener lectores inteligentes. Dicen que cuando dos están de acuerdo en todo es que solo uno de ellos piensa.
ResponderEliminarUn cordial saludo y espero que te siga gustando/no gustando mucho tiempo.