“Octubre es uno de los meses particularmente peligrosos para especular en la Bolsa. Los otros meses peligrosos son julio, enero, septiembre, abril, noviembre, mayo, marzo, junio, diciembre, agosto y febrero” - Mark Twain-
Hay cosas de Perogrullo pero que la gente tiende a olvidar. Una es que el riesgo de las inversiones es para el inversor, al igual que las ganancias, y no para la vecina del quinto. Otra que riesgo y beneficio están directamente relacionados: a mayor riesgo mayor beneficio y viceversa. Esto último no es una cuestión de finanzas avanzadas sino la explicación del conocido principio “nadie da duros a cuatro pesetas”
Y si los componentes principales de las inversiones son el riesgo y el beneficio, las fuerzas que rigen los mercados financieros son la expectativa de beneficio y la aversión al riesgo, aunque los brokers lo dicen de una forma más sórdida: la codicia y el miedo. Pues bien, lo que debe quedar claro es que quienes movidos por la codicia invierten en activos arriesgados no pueden pretender cargar sus pérdidas a quienes por miedo no han participado en sus ganancias.
Y a cuento de qué viene esto? Pues a propósito del lío de las participaciones preferentes, donde ya se están constituyendo plataformas de afectados, desde los de las cajas gallegas a los de las valencianas. Todos ellos pretenden salvar el quebranto de sus inversiones bajo el archiconocido lema “qué hay de lo mío”, dirigido como no, a los poderes públicos. Y así quieren que los platos rotos que les han correspondido en el desaguisado financiero lo acabemos pagando los sufridos contribuyentes.
Alguno dirá, “hombre, algo habrá que hacer con los pobres abuelos que invirtieron sus ahorros sin saber lo que compraban”. Cierto, pero podían haber preguntado porque nadie les obligó a comprar nada. Si hubieran aplicado la frase de Warren Buffet “Nunca invierta en negocios que usted no pueda entender” o, sencillamente, la regla de los duros y las pesetas, no les habría pasado nada a sus ahorros. Y sobre todo porque los abuelos prudentes no deben pagar con los suyos las inversiones ruinosas de los que no lo fueron sin disfrutar de sus ganancias. La solución pasará por reclamar judicialmente a los estafadores si los hay, pero no por meter la mano en el bolsillo de los inocentes.
Además, no se entiende la razón por la que habrían de salir mejor librados los tenedores de participaciones preferentes que los accionistas del Banco Popular, por ejemplo, cuyas acciones valen hoy la décima parte que antes de la crisis. Siguiendo la teoría de privatizar las ganancias y socializar pérdidas deberíamos responder también de las inversiones en las empresas de Ruiz Mateos (de locos que ese tipo consiguiere colocar a sus “creyentes” obligaciones de 60.000 euros garantizadas con un barril de coñac), en el Forum filatélico (timo de la estampita, léase sellos, pero en fino) y ya puestos, de los engaños por el timo del toco-mocho callejero o de los triles.
Siempre ha habido ruinas financieras, cierres de bancos y crack bursátiles. La diferencia es que antes se aceptaban y los damnificados se iban a casa silbando con las manos en los bolsillos, o se tiraban de la azotea de un rascacielos. Ahora se van a la ventanilla de un organismo público a quejarse y pedir que les devolvamos su dinero. Lo dicho, cuando se juega lo primero es leer las reglas del juego y aceptarlas. Y si no nos gustan hacer como los mirones en el tute, dejar jugar a los demás, estar callados y dar tabaco. Pero nos hemos acostumbrado a acudir para todo a papá-estado y han desaparecido los verdaderos deportistas, sustituidos por jugadores de ventaja que quieren cambiar las reglas cuando pierden la partida. Eso siempre se ha considerado trampa pero, si lo que se lleva en estos tiempos es que el perdedor endosa la factura a los mirones, avisenme para ir corriendo a comprar bonos griegos que rentan el 400%. Cuando salgan rana ya les llamaré para que pasen por caja.
Que bueno es el capitalismo patrio. Se privatizan las ganancias y se nacionalizan las perdías. Así jugamos todos.
ResponderEliminarA parte de eso algunos directores de sucursales abusaron de los abueletes porque les dijeron que era como un deposito a plazo del que podían disponer cuando quisieran o lo necesitaran y se les abonaría el tanto por ciento hasta esa fecha. Personalmente lo vi con un sudamericano en una sucursal de mi barrio. Le pregunto varias veces que si se volvía a su país podía disponer de su dinero y le dijeron que solo tenía que avisar un día antes porque en la sucursal no disponían de más efectivo que el de uso corriente. Apañado va el hombre.
Saluditos.
Cierto que hemos asistido a verdaderas golfadas. Los directores de las sucursales les vendían a sus clientes auténticos bonos basura como si les hicieran un favor y actuaran como asesores, cuando su objetivo era conseguir las comisiones pactadas con los vendedores de dichos productos (desde bonos patrióticos a preferentes) Y nunca informaban al cliente de que en realidad servían a otro cliente. Para nota la OPV de Bankia respaldada por un informe del Banco de España y un folleto aprobado por la CNMV.
ResponderEliminarPero lo cierto es que muchos no hemos jugado y no tenemnos por qué perder. Saludos Zorrete!
Al final, todo es un problema de responsabilidades. El papá-estado nos ha convertido en unos niños, irresponsables de nuestros actos.
ResponderEliminarQue metemos la pata hasta arruinarnos. No pasa nada, sólo es una gamberrada de adolescente. El papá-estado acudirá en nuestro auxilio y solucionará la papeleta.
El problema es que, cuando las responsabilidades personales se diluyen, ya no hay límite para las gamberradas, y acaba uno haciendo lo que le da la gana, porque "nunca pasa nada".
Y el problema mayor es que, creyéndonos absolutamente libres, en realidad nos acabamos convirtiendo en siervos.